Si lamentablemente todavía hay personas que caen en un simple y conocido cuento del tío, cómo no va a haber otras que caigan en engaños más sofisticados, a plena luz del día y publicitados por los grandes medios de comunicación. Porque el llamado “esquema Ponzi” que investiga la Justicia en el caso de Generación Zoe no es otra cosa que una presunta estafa a cielo abierto operando como las conocidas mesas de dinero que supieron dejar un tendal de víctimas en San Francisco y la región bajo otros nombres y caras.

Es simple: ninguna estafa o estafador se presenta ante nuestros ojos con sus verdaderas intenciones. Si fuera así, nadie caería en el engaño. Por eso aparecen con una imagen renovada: cambian los nombres, las apariencias, cambian las palabras que se van a usar, pero en el fondo siguen siendo estafas que prometen altas ganancias sin hacer nada y a sabiendas de que tarde o temprano no se tendrán los fondos. Lo que cambia es el maquillaje. Durante un tiempo funcionan y por eso entra más gente. Esos ingresos de dinero por nuevos miembros y no las supuestas inversiones son las que generan las ganancias que se reparten, además de las reinversiones. Hasta que un día la cadena se corta, comienzan los problemas para pagar y si te he visto no me acuerdo. Algunos pierden mientras otros embolsaron de lo lindo.

El disfraz elegido esta vez fue la educación (el devaluado coaching ontológico), la religión evangélica y palabras algo desconocidas asociadas a las criptomonedas. Hay que separar esto de la práctica y fe religiosa de miles de personas y muchísimas otras iglesias que nada tienen que ver. De lo que se habla en este caso es de una actividad netamente enfocada en el rendimiento casi mágico de dinero bajo una pantalla religiosa de formarse para hacer el bien.

Está más que claro que la principal actividad de Zoe no era la educación ni la práctica evangelizadora, sino generar la mayor cantidad de dinero posible con unas supuestas inversiones poco creíbles. Los dólares en alguna cuenta terminaban y alguien decidía qué hacer con ellos. Y esos dólares hoy no aparecen.

Sería la gloria del Señor que se pueda ganar un muy buen dinero sin riesgo alguno y sin hacer nada. Pero la realidad es que el mundo no siempre funciona así, al menos para la mayoría. Y no hablamos de grandes inversores acostumbrados a estos negocios en negro sino de muchas personas o familias que buscan sumar un ingreso más apenas para poder darse algún gusto, o que tienen un ahorro y no quieren que pierda valor. O que vendieron algo de lo que tenían para invertirlo en este engaño. La plata muchas veces no alcanza y ahí aparecen las promesas de estos burdos personajes que de la noche a la mañana se autoproclamaron especialistas en finanzas sin ni siquiera saber de lo que hablan, aprovechándose de esa necesidad y vulnerabilidad.

En términos sencillos, lo que se investiga aquí es una mezcla de timba financiera por detrás de una prédica del evangelio y la adoración a un líder tóxico, psicópata y violento. Un personaje nefasto con delirios mesiánicos que menta a Dios cada dos palabras y en las restantes se dedica a denunciar irrisorias conspiraciones, insultar, fabular, amenazar y echar la culpa de todo a los demás. Además de tener cara para seguir pidiendo dólares a sus creyentes a como dé lugar, su principal objetivo. Por eso la primera denuncia que recibe Zoe, efectuada por el activista Pablo Salum el año pasado (quien además intervino en el caso del pastor local Elías Argüello), no es solo por estafa sino por su accionar como organización coercitiva (sectas).

Habrá que ver hasta dónde llega este escándalo y si el “atraso” actual en los pagos se convierte en bancarrota, como todo lo indica. Sus vínculos políticos con sectores de la derecha, principalmente religiosa, también quedaron expuestos.

En San Francisco las aguas de Zoe se mantienen todavía tranquilas. Los líderes, un poco tarde, decidieron eliminar sus perfiles de Facebook tras las informaciones de El Periódico, pero los numerosos videos y publicaciones de cómo promocionaban las opciones educativas y financieras de Zoe quedaron guardados. Si aparecen denuncias, será la Justicia la que tenga que determinar qué responsabilidades tenían en todo este entramado. Quizás no hubo mala fe. Quizás no decidían qué se hacía con el dinero. Quizás solo cumplían órdenes. Pero quizás también el dinero marea demasiado. Y las acciones tienen consecuencias. Hasta ahora, ninguno levantó la bandera de mea culpa o arrepentimiento y hasta intentaron que este medio no publique nada más sobre el tema.

La causa recién comienza y tengan por seguro que a esta serie le faltan todavía varios capítulos.

Generación Zoe: la presunta estafa mundial que tiene su capítulo en la ciudad