Miguel Ángel Brito o “Kukuni”, como muchos lo conocen, forma parte del paisaje céntrico de San Francisco, casi como testimonio de la dura realidad que atraviesan muchos vecinos. Desde hace años, en la esquina de bulevar 25 de Mayo y Buenos Aires, pasa varias horas del día limpiando vidrios de automóviles que por allí transitan.

Su historia de vida es muy difícil ya que a corta edad debió afrontar diversos obstáculos. En su humilde trabajo busca la manera de seguir adelante y ganarse el pan, pero también tratar de encauzar su vida.

A los 7 años recibió un disparo en la cabeza que le causó una hemiplejia, afectándole el costado derecho de su cuerpo. Esa lesión cambió su vida para siempre y le dejó secuelas físicas que lo limitan y se perciben en su andar.

En mayo de este 2023, contó a El Periódico que eligió esa esquina para trabajar y que tuvo que salir a la calle por necesidad a los ocho años. Arrancó pidiendo monedas, luego haciendo malabares con su única mano “buena” y aunque reconoce que algunos se le reían, a él no le importaba porque necesitaba el dinero.

“Hace de los 8 que estoy en la calle. Somos pobres y se necesita comer, así que me las rebusqué siempre. Al principio costaba que la gente te diera una moneda, pero me fui haciendo más conocido”, reconoció.

Los días en la esquina

Miguel dijo en aquel tiempo que todos los días realizaba doble turno de trabajo en la esquina del bulevar céntrico, a veces de un lado, otras enfrente. En total, contabilizaba unas seis horas de trabajo, que por las noches ya lo dejan exhausto sentado en uno de los cordones.

Él se encarga de comprar sus insumos y un local gastronómico del sector le facilita el agua. “Cambié de hacer malabares a lavar vidrios porque ganás un poquito más”, dijo.

La dura historia de Miguel, el limpiavidrios más conocido del centro