En el contexto actual, donde más que en calidad de ciudadanos somos interpelados como consumidores y reproductores de la estructura social, el docente intenta acomodar el objetivo de su tarea, dentro de una dimensión posible: trabajar a corto plazo,  para transformar individuos.

El conocimiento no aparece relacionado con una visión social, ni  prospectiva; por el contrario, lo que se observa en su tarea, es un fuerte sentido de inmediatez.

El  docente tradicionalmente cumplía un rol social, legitimado por la posesión del saber, su desempeño en la escuela consistía en dictar una asignatura, para lo que contaba con una posición, que le permitía ejercer un poder considerable, en relación a sus alumnos.

Sin embargo hoy, la docencia va más allá de la simple transmisión de conocimientos, es una actividad compleja que requiere para su ejercicio de la comprensión del fenómeno educativo.

Los nuevos contextos sociales, exigen redefinir el rol de los docentes. Tal es así, que desde el modelo de la escuela tradicional, enseñar y transmitir pueden considerarse como sinónimos ya que la transmisión, implica trasladar contenidos consolidados y sistematizados y lograr que el alumno los incorpore. El medio para que esto se alcance, es decir, el vínculo con el alumno, pasa a un segundo plano. 

¿Docentes como líderes innovadores?

Resulta válido entonces, resaltar la necesidad de contar en las aulas con un liderazgo docente moderno y significativo, que se adapte a las necesidades de sus alumnos y a las exigencias del mundo real.

Capaz también, de decidir en base a cómo la teoría y la práctica influyen en los estudiantes, poniendo énfasis en las emociones personales, posando en ellos sus expectativas, gestionando los recursos para el logro de los objetivos escolares, áulicos e individuales, pero por sobre todo, confiando en que pueden hacerlo.

La influencia que el profesor despliega sobre la formación de ideas y del pensamiento crítico de sus estudiantes toma relevancia, razón por lo cual, la autoridad moral que éste represente, tendrá coherencia con sus buenas prácticas,  reafirmando su posición, con actitudes normas y valores. Tal es así, que el estudiante lo distinguirá como un referente a seguir, en las decisiones que asuma, frente al proyecto de vida, que elija alcanzar.

Más allá del conocimiento que posea  en su área curricular, permanentemente tendrá que incorporar nuevas estrategias y métodos de enseñanza-aprendizaje, expresando con claridad sus ideas, estableciendo nuevas dinámicas, con posibilidad de transferencia significativa.

Se distingue entonces, como factor clave en la revalorización del docente frente a los desafíos de las necesidades educativas vigentes, la impronta de aquellos que disfrutan de su trabajo, y son capaces de transmitir ese gusto a sus alumnos.

Para pensar entonces... ¿Se puede traducir en vocación genuina por la docencia?