En uno de los rincones de barrio Parque hay una gran obra comunitaria que empezó hace 30 años repartiendo una merienda para quienes no podían acceder a este alimento. La acción de La Virgencita se convirtió en un mega proyecto que ha cambiado la vida de mucha gente en San Francisco.

Dentro de esa trayectoria, hace 15 años comenzó a funcionar por intermedio de la administración de Cáritas Diocesana el Plan de Inclusión Educativa Emaús, la propuesta permitió que las aulas llegaran al barrio y a chicos que necesitan mayor acompañamiento educativo.

Las actividades de asistencia estaban bien encaminadas por eso pensaron en que se necesitaba algo más y ahí apareció la educación, “el arma más fundamental para la inclusión social”. Así nació Emaús, que Marcelo Suppo, coordinador del programa, dijo que “no cumple la función de la escuela, ni mucho menos, pero acompaña a los chicos y chicas en su formación”.

Siempre el Plan tuvo un sueño que es el de poder acompañar a los chicos desde que empiezan el jardín de infantes hasta que pudiesen terminar un nivel terciario o universitario y bueno, de a poco en estos 15 años se va logrando”, comentó con orgullo a El Periódico.

En todo este tiempo muchos estudiantes pasaron por esas aulas que están en uno de los rincones de La Virgencita, la mayor satisfacción que tienen es que muchos de ellos siguen volviendo a este lugar. “Algunos siguen viniendo a brindar apoyo escolar, que eso es lo que por ahí más nos enorgullece”.

Familia

De eso se trata ser parte de la “familia Emaús”, de seguir acompañando a otros pequeños y jóvenes en la misma situación, porque como explicó Suppo “es bueno que los chicos del barrio puedan ver que se puede llegar a algún nivel terciario o universitario”. Con la misma satisfacción agregó que otros no pudieron llegar a terminar, pero optaron por cursos de oficio y eso es muy importante también.

A veces no pueden dar apoyo, pero sí pasan a tomar un mate cocido con leche y esa ocasión es propicia para dar el ejemplo a otros, por medio d euna charla, para mantenerse conectados.

Pueden ser aliento para unos pero también una esperanza en otros porque Suppo indicó que también existen historias donde el acompañamiento sirve para ayudar a un adicto a salir del consumo: “Ellos tienen siempre las puertas abiertas, saben que siempre tienen un lugar donde poder estar. Van a encontrar a alguien que los va a escuchar y en lo que pueda ayudar, tratamos de movernos como una familia grande”, señaló.

Qué se hace

Un vaso de leche, algo para comer y un oído paciente sirve como puente para saber en qué situación están los chicos, saber qué necesitan personalmente o a nivel familiar. Después interviene la parte educativa,.

“Vamos tomando casi todos los años contacto con los establecimientos educativos más cercanos al espacio porque por ahí en las escuelas es donde mayor contacto tienen con el chico, entonces saben si el chico no fue porque le falta calzado, si hay algo en la familia o cualquier otra cosa”, añadió.

Emaús les da asimismo puerta de entrada para saber si tienen controles de salud por eso hasta La Virgencita llega la asistencia primaria con un equipo compuesto por un médico clínico, enfermera profesional, una nutricionista y hasta una ginecóloga. La meta va más allá de lo educativo y alimentario. “Tratamos de ser, acompañar la vida lo más completo que se puede”.

El primer paso de este comedor fue hace 30 años dando una taza de leche, desde hace 15 consolidó su espacio de inclusión y educación.
El primer paso de este comedor fue hace 30 años dando una taza de leche, desde hace 15 consolidó su espacio de inclusión y educación.

Luz en la adversidad

Nosotros decimos que se cumple en 15 años misionando esperanza, porque tratamos de sembrar esperanza en esa cuestión”. Ese lema de Suppo significa agarrar de la mano a esos chicos y acompañarlos en un camino que inician, cuando están ahí le ganan a los vicios y peligros de la calle.

Ahí encuentran jóvenes dando apoyo escolar a través de quienes se beneficiaron del Plan o de otros estudiantes universitarios que mediante programas de voluntariado eligen a la institución para cumplir su tiempo de práctica.

“Después tenemos un sistema de becas, no es mucho el dinero con el que se les puede ayudar, pero lo que pedimos como, entre comillas, es una contraprestación, que una o dos veces por semana puedan venir a brindarle apoyo escolar a los chicos más chicos”, describió Marcelo.

La Virgencita siempre está abierta, los horarios para el apoyo son de 10.30 a 12 y a la tarde de 14.30 a 16.30. Para los más grandes también hay lugar porque funciona un programa de alfabetización enfocado a aquellos que tuvieron muchas dificultades o no pudieron seguir sus estudios iniciales.

Lo que empezó con una taza de leche se transformó en una red que abarca todo tipo de acciones y Emaús es desde hace 15 años una de ellas. Si se preguntan las razones, una de las frases de Suppo lo graficó bien: “Alguien que no tenga lo esencial para vivir, o sea, comer, vestirse y tener una vida digna, difícilmente con él se pueda hacer algún proyecto de promoción humana”. El plan Emaús y La Virgencita en general es la contracara de esto. 

Festejos

Habrá una gran reunión el próximo 14 de abril desde las 14.30 en el Comedor de la Virgencita ubicado en Lamadrid 822 (barrio Parque) para celebrar los 15 años del Plan Emaús. 

Al finalizar el obispo Diocesano, Sergio Buenanueva, celebrará una misa de acción de gracias en el lugar.