Cuando Darío Burgenes (37) cuenta las actividades a las que se dedica, uno no puede dejar de sorprenderse y preguntarse cuántas horas tiene su día. Nacido y criado en barrio La Milka, en una humilde familia, se convirtió en profesor de educación física, pero se dedicó a la enseñanza y perfeccionamiento del baile (es director de la Academia Kandela). También es maestro de karate, tatuador y dibujante.

A esta ya numerosa cantidad de oficios también agregó entre risas: “Y soy papá de cuatro hermosos niños, que también es toda una profesión”.

“Creo que el secreto, si se le puede decir así está en organizarse -admitió Darío-, planificar el día, no es que voy haciendo lo que va saliendo. Tengo una agenda en la que anoto las cosas de mi día y trato de disponer tiempo para el tatuaje, para bailar, para mi familia. Lo intento, no te quiero decir que siempre me sale. Y hay un punto muy importante, por lo menos para mí, que es no desperdiciar la energía en cosas que no son necesarias”, explicó a El Periódico.

Burgenes asegura que no hay una de sus actividades que sobresale por encima de las otras: “Creo que soy una partecita de cada cosa. Y mi familia es una parte muy importante de mí en el sostén, cuando era chico por mi mamá -Marta-, mi papá Néstor y mi hermano-Tito- y hoy en día por mi mujer -Verónica- y mis hijos -Thiago, Lautaro, Lorenzo y María Esperanza-”.

Además de destacarse en sus diferentes facetas, Darío sumó prestigio al ser uno de los bailarines estables que acompañan al reconocido cantante cuartetero Jean Carlos en sus grandes espectáculos desde hace más de una década.  

Bailar para sanar, una terapia que se volvió trabajo y pasión para Darío Burgenes

Los caminos del arte

Darío reconoce que las actividades que realiza, su forma de vida y trabajo están directamente relacionadas con el arte: “El karate está considerado un arte marcial, el dibujo es otra faceta artística y el baile también; tengo una inclinación artística que no sé bien cómo nace en mí, pero sí sé que no me arrepiento de los caminos que tomé y realmente me apasionan”, subrayó.

Se inició en la disciplina y los valores del karate por sus padres que lo enviaron a la academia del maestro Julio Bustos para defenderse de cierta violencia que había en el barrio. “Mi mamá y mi papá me mandaron a karate para que, primero, aprendiera a defenderme y segundo, para que tuviera disciplina, ellos no querían que fuese un violento más”, recordó.

El karate sería luego su puerta de ingreso a la actividad física y por la cual realizó el profesorado en Educación Física. Mientras cursaba sus estudios apareció el baile, en medio de una situación personal y familiar difícil. El dibujo y el tatuaje, por su parte, lo acompañaron desde pequeño.

- ¿Cuándo aparece el baile?

- Mi papá falleció cuando tenía 17 años, en ese momento coincidía que yo había terminado el secundario en el Colegio San Martín y había empezado el profesorado de Educación Física. Me puse de novio con una chica que bailaba. Cuando muere mi papá yo estaba muy triste, en un estado de depresión, entonces ella me invita a bailar a la academia Ritmo Azul de Gustavo Jaluf y Paula Chioccarello, como para que me olvide un poquito de la tristeza. Así empecé.

- ¿Qué cambió en vos?

- El baile me sanó, canalicé esa tristeza. Mi mamá también había quedado destruida, en un barrio sin contención en aquel momento, podía salir para cualquier lado, el camino de las drogas, de la violencia. Yo que era una persona que tenía bastante carácter, creo que el baile me sanó y me rescató. Fue una de las mejores terapias, te hace olvidar por lo menos un tiempito del estrés, de la tensión laboral, del problema familiar.

Burgenes refirió con cariño y nostalgia los esfuerzos de sus padres, ambos ya fallecidos. Su mamá fue empleada doméstica y su padre trabajó durante varios años en una empresa de transporte hasta que se quedó sin empleo y vivía de changas. “Amor tuve de sobra, pero vivíamos una realidad humilde económicamente hablando. Por eso todo lo que uno ha ido logrando lo agradezco un montón y se lo dedico a ellos”.

Para Darío, también fueron muy importantes sus primeros profesores de baile, Gustavo y Paula: “A ellos les debo mucho porque aprendí un montón y estoy totalmente agradecido, con ellos tuve mis primeros ahorros. Después hice mi camino, me fui perfeccionando, fui estudiando”, aclaró.

- ¿Cuándo descubriste que podía ser una salida laboral también?

- En realidad no lo descubrí porque cuando me di cuenta ya estaba ganando plata bailando, fue algo rarísimo. No es que lo busqué, fui para sanarme y cuando me di cuenta estábamos bailando en el grupo de Gustavo, haciendo shows todos los fines de semana. Y estábamos haciendo shows con Verónica Paschiero, y ya de un lado me llamaban y daba clases de salsa en gimnasios, así que empecé a laburar, se dio todo muy rápido.

- Arrancaste hace 20 años con el baile, no había muchos varones bailando, ¿sufriste cargadas?

- Tuve que soportar lo que hoy se denomina bullying de muchas formas. Entraba a hacer un show y podía leerles la boca a los varones que estaban en el público y se podía ver que decían este es un “put…”.  Era como un estigma, si uno bailaba tenía una inclinación sexual distinta y te crucificaban. Hoy en día se ven un montón de bailarines varones, entonces eso me da alegría porque siento que con Gustavo Jaluf y otros bailarines de aquella época abrimos una puerta para decirles a los varones que se puede bailar, se puede disfrutar. En realidad nunca me importó lo que la gente pensaba. Y, por otro lado, me pone contento que los niños o los chicos como mis hijos que quieran bailar puedan hacerlo sin tener que soportar cosas que uno vivió.

Darío bailando junto a Jean Carlos en el Festival de la Buena Mesa.
Darío bailando junto a Jean Carlos en el Festival de la Buena Mesa.

“Que le den ‘Kandela’ a San Francisco”

El nombre del emprendimiento de Burgenes, su academia de baile Kandela, tiene que ver con una frase que el artista Jean Carlos le había dicho a Darío en una oportunidad.

“Ya recibido el profesor de educación física me voy a vivir a Córdoba. Para perfeccionarme entré a la academia de baile Ángeles, que era una de las mejores. Y un día llega Jean Carlos a buscar bailarines. Tengo grabado ese día, yo no lo podía creer porque aparte siempre me gustó su música y su forma de bailar. Éramos cuatro o cinco parejas. Entonces llegó y empezamos a hacer la coreografía del tema ‘Quiéreme’ con él sentado en una silla, tipo juez de concurso. Cuando terminamos nos dice que para ese show iba a necesitar solamente dos parejas, ‘quiero que vengas vos Gustavo -era el director- y el morochito ese que está ahí atrás, que era yo. Ahí empezó todo”, contó.

Después de aquel show, Darío comenzó a participar casi de manera permanente en los grandes espectáculos que Jean Carlos realizaba en el país. “Incluso vinimos a bailar al teatro Mayo de San Francisco, cosa que me parecía hasta rarísimo porque teníamos hotel y todo, pero yo tenía la casa de mi mamá”, refiere con una sonrisa. 

En determinado momento, por cuestiones profesionales pero sobre todo familiares, Darío decidió regresar a San Francisco, ya con la idea de abrir su propia academia. “Cuando hablo con Jean Carlos como para renunciar y pedirle disculpas porque no iba a bailar más, él me dice: ‘Pero Darío, qué vas a hacer en San Francisco, como diciendo que me estaba yendo muy bien allá, en un comentario casi paternal y con amor’. Le respondo que me iba por cuestiones familiares y porque iba a abrir mi academia de baile, entonces me responde: ‘A qué lindo, entonces a darle candela a San Francisco’. Así nació el nombre”, explica el bailarín.

En abril del 2009, Burgenes abrió su academia con la cual va a cumplir 14 años de trayectoria y que desde el año pasado formó una sociedad con Romina Baralle, que se denominó “Estudio Arte en Movimiento”, en la que se unieron dos organizaciones.

Pese a su regreso a San Francisco, Jean Carlos continuó convocando a Darío y su academia Kandela para que lo sigan acompañando en sus shows más importantes. De hecho, la última presentación del “Rey del Mambo” en nuestra ciudad, en el Festival de la Buena Mesa, Burgenes bailó junto al cantante.

Bailar para sanar, una terapia que se volvió trabajo y pasión para Darío Burgenes

El dibujo y el tatuaje

Darío revela que desde pequeño dibujaba, aunque por las condiciones económicas de la familia nunca pudo acceder a estudiar.

Y agrega: “No tuve la suerte de poder ir a una academia de dibujo, no había plata y me metí al mundo del tatuaje  Cuando él tatuaba veía cómo hacía, lo tomé como un referente. Después sí, con los años me dediqué a hacer cursos de tatuajes, de dibujo, tuve la suerte de conectarme con grandes tatuadores de Argentina y del mundo entonces todo eso me permitió absorber conocimientos y técnicas”.

Darío no se arrepiente de los caminos que ha tomado, lo único que lamenta es que su padre no haya podido ver en el adulto que se convirtió. Su madre sí pudo y aunque, no era una convencida con respecto al mundo de los tatuajes, se maravillaba cuando veía un trabajo hecho por su hijo, cuenta Darío.

“Por suerte, siempre hice lo que sentí sin importar lo que la gente opine de mí. Y por ahí es lo que le inculco a mis hijos, ‘sin faltarle el respeto a nadie, hagan lo que les gusta, lo que aman, sean lo que quieran ser, sin lastimar a otra persona”, sugiere el bailarín, karateca, dibujante y tatuador.