Silvia Rojas (48) tenía una vida normal: una familia, dos hijos y un trabajo. Pero a la docente de nivel inicial y maestra integradora –trabaja con niños y niñas con discapacidad- la curiosidad y también su necesidad de involucrarse en las instituciones le terminaron cambiando la rutina.

Conoció de cerca el trabajo que se hace en las residencias Infanto Juvenil de varones y mujeres, fue parte del programa Familias para Familias que brinda cuidado y protección a niños que atraviesan situaciones problemáticas y completó el ciclo adoptando: primero a Federico (27), en 2006, y una década después a una niña. En el medio, Silvia tuvo un hijo biológico más, por lo que es madre de cinco.

“Todos son mis hijos, unos desde el corazón y otros que nacieron de mi vientre, pero tienen todos las mismas posibilidades”, afirma Rojas a El Periódico.

En la circunscripción judicial de San Francisco, que además acapara algunas localidades cercanas, desde abril de 2019 hasta la fecha se concretaron cinco adopciones de menores de 10 años. En todos los casos, los adoptantes fueron parejas casadas.

Se trató de chicos que debieron ser separados de sus familias de origen tras sufrir distintas violencias. Si desde la Uder dependiente de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (SeNAF) logran revertir la situación de vulneración de sus derechos, vuelven con su familia de origen, algo que suele ocurrir en la mayoría de los casos. De no ser posible, aparece la necesidad de la adopción.

- ¿Cómo empieza su historia que termina con dos adopciones que quizás en primera instancia no estaban pensadas?

- Una vez pasando por calle Avellaneda sentí la curiosidad de saber qué había dentro de los edificios donde están las residencias. Di la vuelta, volví y golpeé la puerta para conocer; siempre me gustó colaborar con las instituciones. La directora de la residencia de varones me hizo pasar y me contó el trabajo que se hacía. Luego surgió la posibilidad de insertarme en el plan Familias para Familias.

- ¿Cómo fue esa experiencia?

Decidí inscribirme, y la Uder me citó para explicarme en qué consistía. Mi idea en ese momento no era adoptar, sino simplemente hacer un acompañamiento. Había un jovencito de 11 años que necesitaba una familia que lo acogiera, necesitaba estar en una casa. Es Federico, mi hijo que hoy tiene 27. Lo retirábamos los fines de semana, compartíamos en casa en la familia, cumpleaños, viajes, lo que fuera siempre con la supervisión de la residencia. Hasta que un día pensé en adoptarlo.

- ¿Por qué lo hizo?

- Me enteré de su realidad. Se realizaron los papeles, se pudo acceder a la adopción. No fue tan lento como suele decirse, tampoco rápido porque sí lleva su tiempo por el trámite que conlleva, las evaluaciones psicológicas y otras cosas. En ese momento tenía dos hijos biológicos que eran más chicos y Federico fue muy aceptado.

- A diferencia de otros momentos, usted no buscaba ser madre.

- Claro. A mí me decide hacer la adopción conocer la realidad de Fede, lo que había pasado en su vida, recuerdo que me tocó el corazón y me pregunté ¿por qué no darle una oportunidad para que tenga un hogar? Él tenía a su papá y mamá biológicos, con su papá se visitaba, pero era ya una persona mayor. De muy chico estuvo en residencias, empezó en Arroyito donde nació y luego vino para San Francisco.

- La estadística marca que al momento de adoptar en la mayoría de los casos se buscan niños menores de 3 años. ¿Más allá de que comenta que la conmovieron sus historias pensó en sus edades?

- Yo niños chiquitos por mi trabajo que me demanda muchas horas no iba a poder, hablé con la Uder de eso. Estos niños ya venían de un contexto complicado, formas de vida cambiadas a la nuestra. No tanto Fede que al criarse en residencias sabía de reglas, límites. 

- ¿Tuvo miedos, prejuicios?

- Uno tiene miedo sobre si puede cumplir con la responsabilidad. Tal vez incertidumbre, pero desde el amor uno puede hacer todo lo que anhela, se abren puertas. Prejuicios nunca tuve. Sí está la idea en un principio de cuando alojás no significa que se conviertan en tus hijos. La idea es que haya familias que abran sus puertas transitoriamente mientras se trabaja con sus familias biológicas para que los chicos puedan volver a su casa.

- ¿De qué se trata adoptar y en su caso qué aprendizaje obtuvo?

- Es un acto de amor, pero dentro de ese acto hay que tener mucha responsabilidad y capacidad para entenderlo. Para mí es un acto de amor, nace del corazón, de tener empatía, ponerse en lugar del niño que necesita una mamá, un papá, hermanos. La adopción está buena hacerla. Si sienten este acto de amor de ser padres y ayudar a un niño no hay que dejarlo pasar. Estas experiencias me dejaron grandes aprendizajes, también a mi entorno, el poder compartir, dar oportunidades. Me enseñó mucho en mi vida, de actuar diferente ante situaciones que me pasaron.

Andrés Peretti: “La Justicia debe ser eficiente para poder avanzar con una adopción”
Piden por familias transitorias para cuidar niños: “Han surgido situaciones de urgencia”