Un taller literario singular

“Hacía rato que tenía ganas de hacer un taller en San Francisco, el lugar donde yo tuve la oportunidad de conocer la disciplina. Si no hubiera tenido la experiencia del Taller de Teatro de la Municipalidad y el Taller Literario Municipal, cuando tenía 15 años, no me hubiera dado cuenta de que eso me gustaba, o que tenía sentido para dedicarle más tiempo”.

“Más allá de que se puede pensar que desde un taller en un lugar pequeño no puede sacar nada, para mí puede sacar todo, y es necesario ese espacio de encuentro con otros que hacen lo mismo; uno intercambia lecturas, miradas y por lo menos toma una sospecha de para dónde quiere salir. Me gusta reproducir eso que yo alguna vez tuve y me sirvió”.

Los primeros pasos

En la casa de Laura ya se respiraba literatura, aunque fuera como aquella actividad que se relega para los tiempos libres:

“Se leía en mi casa, mi mamá leía. Había libros, y me acuerdo que iba mucho a las bibliotecas, por eso creo que está bueno mantener estos espacios más allá de que uno ahora tenga otro acceso. Con internet es muy fácil enterarse de todo, por suerte, incluso hay libros que están publicados; en algún punto es todo más democrático. Antes era como más laborioso llegar a lo que uno le interesaba. Leía mucho, mucho y me gustaba escribir ya“.

El primer libro

“Cuando me fui a Buenos Aires tuve la oportunidad de conocer más escritores porque los libros están más disponibles. Participé de algunos talleres, pero concretamente un taller con Irene Gruss, que hice, individual, durante tantos años, fue  muy intenso en cuanto a formarse para poder observar tu propio trabajo, criticarlo y modificarlo. Fue lo que me dio el envión. Irene mencionó un concurso del Fondo Nacional de las Artes. El libro que yo estaba preparando lo presenté a ese premio y gané uno de los tres premios que daban para poesía. Después vinieron dos más, y ahora ya siento que es difícil que abandone ese contacto, aunque hay épocas en las que uno lee y escribe más y viceversa.

El proceso de escritura

Laura nos relata cómo es el proceso que la lleva, desde los primeros apuntes en un cuaderno, hasta el libro editado:

No es una dedicación formal, hay un tiempo de expectativas de que aparezca algún pensamiento, pero no es que yo me siento y tiene que salir algo. Pero sí está bueno que haya un momento del día en que la cabeza vaya hilvanando ideas que después no sé si son material o no pero está bueno para ir teniendo la creatividad despierta. Todo eso que se supone es innato, que tiene que llegar en un momento de inspiración, se puede entrenar también, creo que está bueno dedicarle un tiempo a esa especie de entrenamiento, de buscar ideas que puedan generar algún tipo de escritura. En ese sentido, la idea de un taller es ayudarte a encontrar tu propia voz, parece raro que otra persona te lo diga, sin embargo la propia voz está tan reprimida, incluso cuando uno escribe cientos de páginas y cree que uno está destapando y siempre todavía hay muchas capas por quitar.

La literatura como mirada

Cuando le preguntamos a Laura qué significa para ella la literatura, queda claro que lo piensa no como una ocupación, sino como un modo de vida:

En distintos momentos de la vida cambia la respuesta. Escribir es como dejar una marca, entonces lo que uno escribe puede ser como una raya en la mesa, en el sentido de que a veces no te sale de otra manera y también se puede ir refinando. Y cuando pienso en literatura pienso en lectura y en escritura, y creo que es una forma de mirar, esté yo escribiendo, esté leyendo o no, creo que es como el cristal que tiñe todos los acontecimientos. Lo que voy viviendo de alguna manera lo estoy reescribiendo o deformando.

Aires de cambio en la ciudad

Dos sábados al mes, Laura se reúne con los talleristas a trabajar en lo que para algunos será su próximo libro, y para otros, una experiencia singular. En la convocatoria que despertó la propuesta, en la variedad de personas que se acercaron, se puede percibir una creciente apertura de la ciudad hacia distintas actividades culturales. Laura coincide con esta percepción:

Sí, yo veo algún cambio, me parece que hay un poco más de apertura en cuanto a la diversidad de propuestas, después cada uno se sumará a la que quiera, pero por lo menos las dejan existir. La existencia de una propuesta anima a la otra, y me parece bárbaro que se tiren ideas. La convocatoria del taller me sorprendió, en tan poco tiempo. Uno se queda con el prejuicio del tiempo en el que estuvo en la ciudad, y cómo eran las cosas. Quizás pensando en la biblioteca hace diez años, no me hubiera imaginado que este tipo de propuestas estarían existiendo. Me parece que se está desacartonando un poco.

(Texto extraído de “Moscas en su tinta”, suplemento de la Biblioteca Popular especial para EL PERIÓDICO).