“Locro el 25 de julio”, así dice el pizarrón, lo que me indica que estoy frente a la casa de Mónica Aliva (46), la “Petisa” para muchos, que en barrio Hospital vive con su hija Elba (28). Mientras piensa dónde buscar los productos para hacer el locro con la receta que le enseñó su abuelo italiano, se acuerda que tiene que retirar las telas para poder confeccionar las muñecas que cose con su vieja máquina Singer, a la que le queda poca vida. Se viene el Día del Niño en agosto y tiene que tenerlas listas para esa fecha.

Así, entre la cocina y la máquina de coser Mónica pasa varias horas del día. En las otras atiende a su hija “Elbita”, quien tiene parálisis cerebral y no puede hablar ni caminar. Además tiene dos hijos más, Luciana (27) y Luis (25).

“Me dediqué siempre a mis hijos, hago muñecas, cocino; un poco de todo para salir adelante. Es para poder sostenerme económicamente. La gente me ayuda además, yo no pido por mí sino por mis hijos”, aclaró.

Dolor

Es inevitable que los ojos se le llenen de lágrimas a Mónica cuando repasa su vida. Porque sufrió mucho. Primero cuando su madre abandonó a su padre y ella con 13 años debió ayudar a criar a sus demás hermanos. Luego cuando supo que su hija nació con una discapacidad profunda y ella tenía sólo 16 años. Más tarde cuando nuevamente la palabra abandono golpeó su puerta. Vivía en Córdoba y su pareja la dejó, por lo que volvió a San Francisco con sus hijos. Para ella fue una mala jugada del destino.

“Yo viví lo mismo que mi padre, pero no voy a hacer lo que hizo mi mamá porque no es de ser humano. Si vos te vas a donde sea tenés que irte con tus hijos. Yo me fui con mis hijos y los crié. No tenía nada y salí a cirujear, iba a la carnicería y pedía huesos, a la verdulería a pedir verduras. Yo los crié a sopa, con lo que la gente me daba; a mí no me ayudó mi familia pero sí lo hizo la gente y por eso la respeto”, reconoció.

Trabajo

El próximo 25 de julio, Mónica preparará locro. Dice que tiene una receta italiana que le pasó su abuelo y que le sale muy rico. “Vienen de varios lados a comprarlo”, aseguró. También hace empanadas y les cocina a los “chicos” de la farmacia del Hospital cuando se reúnen.

Por otra parte, la “Petisa” tiene una máquina de coser que va a cumplir 23 años. Cada tanto se rompe y cree que ya no le queda mucho tiempo de vida. La utiliza para hacer muñecas “más alta que yo” –dice-, con su vestido largo, las que exhibe en la vereda de su casa. Ahora se apresta a coserlas para el próximo Día del Niño en agosto.

¿Qué le tira más, la cocina o la máquina de coser?, le preguntó El Periódico. La respuesta no tardó en llegar: “A mí me gusta más cocinar y sueño con tener un local de comidas, una rotisería”.

Mónica manifestó que además hace otros trabajos porque no le tiene “miedo a nada”. Pero aseguró que prefiere poder hacer desde su casa porque necesita atender de manera constante a Elba: “Yo si me llaman para trabajar voy, pero necesito estar al lado de ella. Ahora con frío ella me necesita mucho, es muy friolenta y le tengo miedo a su salud. Necesita del calor que le puedo dar yo, porque la estufa le hace mal”.

Sueños

Como el de muchos sanfrancisqueños el sueño de Mónica es tener la casa propia. Paga actualmente 2.400 pesos de alquiler en una casa de calle Rufino Varela a la altura del 100, pero está bastante deteriorada por la humedad. Además cuando llueve el agua ingresa en cada sala: “Necesitaría unos rollos de membrana para el techo”, pensó.

La mujer indicó que todo lo que gana es para sus hijos. A Elba le compró su televisor, su licuadora y nebulizador. Además le compra ropa.

“Mi sueño es un techo, yo no sé el día de mañana qué va a pasar cuando no esté. Dónde va a quedar Elba. Ese es mi miedo, sus hermanos la pueden cuidar pero ella tiene que quedarse con algo”, dijo nuevamente entre lágrimas.

Mónica afirma que las madres que tienen hijos con discapacidad son poco escuchadas y tenidas en cuenta: “Los gobiernos no nos prestan atención”. Pese a todo no se achica: “La quiero seguir peleando, si Dios se acuerda de mí como siempre algún día tendré un techo. Si mi nena tiene 29 años es porque yo la cuidé, di la vida por ella. La tuve a los 16 sin saberla cuidar; me enseñaron a atenderla y desde ahí no paré más”.

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PARA COLABORAR

El teléfono de Mónica Aliva es (03564) 15670898.