En pleno centro de San Francisco, en Bv. 25 de Mayo al 2500, entre dos negocios de venta de calzados, un particular aroma a caramelo y vainilla se vuelve irresistible para quienes pasan por allí que se tientan y van en busca de su bolsita de praliné.

Allí está Carlos Fabián Cejas, al frente de su emprendimiento Praliné Pirulin, que con su carro son casi una postal del lugar. Pese a la llegada de la época estival y las primeras temperaturas altas, el trabajador sigue firme no solo haciéndole frente al calor sino también a las bajas ventas, aunque confiesa que tiene una clientela fiel que lo ayuda a mantenerse.

Pirulin, como ya lo bautizaron a Carlos, lleva más de 30 años con su carro en distintos lugares fijos de 25 de Mayo, aunque sostiene que el “sitio privilegiado” es el actual, frente a Calzados Larry, donde ya todos saben que lo van a encontrar.

Oficio que heredó

Carlos cumplió 50 años en el mes de octubre y comenta que continúa con el oficio de su abuelo y de su padre, que se iniciaron en la venta callejera años antes de que él naciera.

Es más, cuenta que su familia empezó a vender praliné y helados cuando todavía el ferrocarril cruzaba por la Plaza Cívica y las calles eran de tierra.

Su papá, Carlos Pedro Cejas, pese a que tenía otro trabajo en un medio gráfico local, fue el que le enseñó el oficio y los secretos para hacer praliné. “Cuando a mi papá le pedí una moneda para salir me contestó: ‘vení conmigo y mirá cómo se hace esto, así te vas a ganar la moneda’. Empecé llenando las bolsitas de praliné, estuve dos semanas mientras él me enseñaba y después me dijo ‘bueno, ahora te dejo solo’”, rememora.

“Y así fue y sigo con esto -sostiene el vendedor-. Yo en las buenas o en las malas siempre voy a estar acá, a veces me voy con las manos vacías, cuando hace mucho calor, por ejemplo, se vende poco, pero vengo igual. Ahora en el verano baja mucho esto, pero tengo mis clientes que igual me compran, gente que viene de afuera me conoce y se llevan su paquetito”.

Lleva más de 30 años vendiendo praliné en la calle: “Sigo gracias a los clientes que me ayudan”

- ¿El praliné es más típico de invierno o se consume todo el año?

- Esto tiene toda su época, el praliné es tradicional cuando están los días frescos, cuando hace 30 o 40 grados merma mucho, pero tengo gente que todavía viene y me compra. Gracias a Dios me manejo todo el año con esto. Pero igual, en verano y con mucho calor también hay gente que quiere el praliné calentito, me hacen prender la olla con el calor que hace (risas) y se lo llevan igual.

Un agradecido

En más de una oportunidad, Carlos agradeció el cariño de propietarios y empleados de comercio que se encuentran frente a su carrito y que le permiten estar en el lugar.

Y también recuerda con nostalgia que durante varios meses en pandemia que no pudo salir a vender, cuando tuvo que retomar no contaba con todos los medios como para comprar mercadería y fueron vecinos y clientes suyo los que le dieron una mano para que volviera a cocinar praliné.

“Estuve parado sin poder vender en la pandemia y no busqué a nadie para que me dé una mano y así empezar de vuelta, pero la gente sorpresivamente fue a mi casa y me dieron la mercadería que me hacía falta. La verdad que eso fue un orgullo para mi familia y para mí, eran vecinos y mucha gente de acá que nos conoce de años”, rescata Carlos.

“Pirulin” también es albañil, incluso antes de dedicarse de lleno a la venta ambulante se desempeñaba como peón. Sin embargo, por una serie de circunstancias y temiendo que el carrito y el oficio que le había enseñado su padre podía perderse, decidió dedicarse de lleno a producir praliné. “Nunca quise abandonar el carro porque este es un oficio que nos ayuda y nos ha sacado de muchos apuros económicos”, refiere.

Secretos del buen praliné

Consultado sobre el secreto para hacer un buen praliné, Carlos se ríe y señala su gran olla que va derritiendo a fuego lento el azúcar que acaba de agregar: “Los secretos son varios, pero mucho depende de la olla de cobre y después las medidas justas”, dice.

Luego, el hombre comenta que los días de mayor trabajo son los viernes, sábados y domingos -día en que se acerca a la Plaza Cívica a vender o a algún evento convocante-, aunque afirma que los jueves también tienen “buen movimiento”.

Asegura que de lunes a viernes insume unos cuatro kilos de maní por día y una cantidad similar de azúcar. Aunque para los fines de semana se tiene que hacer con cinco o seis kilogramos de su materia prima. “A veces los sábados o domingos me quedo corto y bueno, a la gente le gusta y lleva, eso es una satisfacción para mí”, remarca.

- ¿Cómo te imaginás a futuro?

- Yo mientras me dejen vender voy a seguir con esto. Este carrito tiene más de 40 años, ha tenido sus batallas pero antes de la pandemia lo remodelé un poco así que seguimos tirando.

Lleva más de 30 años vendiendo praliné en la calle: “Sigo gracias a los clientes que me ayudan”

Sobre el famoso nombre

Carlos cuenta también sobre el bautismo de su carrito. “Fue hace muchos años, yo estaba trabajando con el carrito afuera de un circo grande que había venido a la ciudad y que se quedó varios meses. Un día uno de los payasos del circo me vio y me llamó: ‘Si te querés hacer famoso con El praliné ponele Pirulin’. Era su nombre artístico. Y me citó una mañana y me dijo 'te lo voy a bautizar 'y lo pintó, lo hizo de corazón. ‘Cuando no esté yo, acordate que vas a tener mucha fama’”, recuerda que le dijo el artista.

Cerca del derrumbe

Entre las miles de anécdotas que Pirulín guarda en sus años de vendedor ambulante, todavía recuerda el derrumbe de un local céntrico donde solía instalarse.

“Era una tienda grande que estaba en Lisandro de La Torre y 25 de Mayo. Ahí se vendía muy bien porque entraba y salía gente constantemente, hasta que se derrumbó y fue todo un tema”, comenta Carlos.

Se refiera a la caída del edificio de Grandes Tiendas Castellanas -donde actualmente se encuentran locales comerciales y el resto bar Cau Cau- que se derrumbó en los primeros días de enero de 1991.

Al respecto, el historiador y presidente de la Fundación Archivo Gráfico y Museo Histórico de San Francisco, Arturo Bienedell confirma: “Estaban haciendo unos arreglos sobre el edificio y, aparentemente, no tomaron las medidas del caso y se cayó una pared, hubo un derrumbe, lo desalojaron y después hubo una vigilia de dos días hasta que fue volteado porque se iba a caer”.

Una imagen de la época. Foto Archivo Gráfico.
Una imagen de la época. Foto Archivo Gráfico.

Según el historiador, el 2 de enero de aquel año se produjo el primer derrumbe y se terminó tirando abajo el día 4. “No hubo heridos afortunadamente porque el edificio cedió sobre el pasaje Lisandro de la Torre, fue una advertencia grave porque se inclinó mucho y causó pánico. En esos días hubo siempre una custodia policial, de bomberos y mucha gente iba y miraba toda la situación. Fue un acontecimiento por aquellos días”, revela. 

Y cierra: “Después de eso tiendas Castellanas no se instaló en otro lado, era una sucursal de una empresa de Rafaela y cerró aquí en la ciudad. Luego, ahí quedó un baldío por varios años y en la parte de atrás había quedado una parte que se había salvado de aquel edificio y durante muchos años funcionó la casa de los artesanos, hasta que luego comenzaron a construirse los nuevos locales comerciales. El predio pertenece a la Asociación Civil ‘Legado José María Villar’”.