El 16 de marzo de 2013 abría sus puertas en San Francisco el Refugio “Daniel Mari”, una vivienda ubicada en Padre Gervasi 366, destinada a brindar hospedaje a todas aquellas personas que tienen familiares internados en la Unidad de Terapia Intensiva del Hospital J. B. Iturraspe y necesitan contar con un lugar para pasar la noche.

Este refugio, hoy asociación civil, cuenta con alrededor de diez voluntarios, entre ellos Juan Oyola, que esta semana le abrió la puerta a El Periódico para contar alguna de las historias que se viven en el lugar.

“Hoy tenemos diez, doce voluntarios. Por ahí algunas personas están limitadas en tiempo lo que no deja de generar una dificultad”, comienza.

Las historias detrás del Refugio Daniel Mari

Oyola explica que no todos los días hay huéspedes: “eso nos lo informan las trabajadoras sociales del hospital, son ellas las que nos derivan los pacientes”.

Según el reglamento, el refugio puede alojar a una persona por paciente. “Acá en el pabellón de mujeres hay lugar para ocho personas, aunque hasta ahora no hemos tenido mucha cantidad, cuatro personas a lo sumo. Salvo el primer año, que hubo un accidente muy grave a la altura de Las Varillas, eran dos familias de Entre Ríos y tuvimos diez personas. También tenemos el pabellón de hombres, pero se usa poco”, cuenta el voluntario.

Oyola explica que el voluntario “ingresa a las 20, 20.30, y se queda hasta las ocho de la mañana. Revisa que esté todo en condiciones. Y ya cuando llega el huésped se le provee la cena y la ropa blanca”.

El día a día

El hombre señala que no es fácil el trabajo: “Tratamos de adaptarnos al ánimo. Si está bien el paciente hay un mejor clima. Aunque generalmente si están en terapia están bastante comprometidos. Son situaciones angustiantes. Nosotros tenemos que estar con ellos pero tenemos que ser ecuánimes. Una vez tuvimos una charla con una psicóloga, que nos dijo que teníamos que hacer ese trabajo mental, sino íbamos a adquirir el ‘síndrome del quemado’. El voluntario tiene que tener una preparación muy fuerte, éstas son situaciones límites”.

En lo que tiene que ver con casos especiales que tuvieron, Oyola recuerda que en una oportunidad, un hombre pasó 42 noches en el lugar. “Era un hombre que tenía a su hija internada. El papá pasó navidad y año nuevo aquí. Hubo voluntarios que lo llevaron a su casa. De esto hará dos, o tres años. Y después de eso recibimos fotos y videos de la chica que estaba mucho mejor, recuperada, pero estuvo gravísima, a punto de morir. La chica era de Suardi, 21 años, reina de la región, un accidente de tránsito la mando acá”.

Además recordó el caso de un trabajador de Santiago del Estero, cuya familia siguió el contacto tras pasar por el refugio: “el chico estaba trabajando acá, formaba parte de una cuadrilla, trabajaba para una empresa telefonía. Después de un asado hubo una gresca y uno lo golpeó con un ladrillo en la cabeza. Estuvo muy mal. Se vino la mamá, el papá, la pareja, el bebé. Creo que vinieron un 3 de diciembre y se fueron el 31. Fue bastante fuerte. Quedó el contacto, incluso nos invitaron allá. Cada tanto estas personas nos llaman para ver cómo estamos. El hijo se ha recuperado bastante bien”.

Las historias detrás del Refugio Daniel Mari

Sobre cómo es el comportamiento de los huéspedes, Oyola aseguró que jamás les ha faltado nada, “ni una toalla de mano. Todos eran un poco escépticos con eso pero nunca nos faltó nada”.

El refugio

La entidad nació en honor a Daniel Mari, un hombre que, a raíz de una enfermedad, tuvo que estar internado durante mucho tiempo. Antes de morir, Mari reveló su deseo de que existiera un lugar que alojara y le brindara contención a los familiares de los pacientes del hospital.

El refugio cuenta con un pabellón de mujeres y un pabellón de hombres, ambos con baño propio. Estos espacios, que están separados por un pequeño patio, comparten un comedor que hoy está muy bien equipado con muebles y electrodomésticos. Todo el equipamiento con el que cuentan fue donado por particulares, empresas y asociaciones civiles que se han disuelto, tal es el caso de la Villa del Viajante que donó, entre otras cosas, los aires acondicionados.

Los espacios llevan los nombres de personas que colaboraron para la obra. Así, el comedor se llama Néstor Marengo, quien donó dinero para refacciones, el pabellón de mujeres lleva el nombre de Otilia de Cerino, quien donó el inmueble, y el pabellón de hombres Adelmo Cerino, esposo de Otilia.

Las historias detrás del Refugio Daniel Mari

Financiación

La asociación civil se financia con el aporte de las cuotas de los socios, que hoy son cerca de 50. Además, cada año realizan una peña folclórica que le deja algunos ingresos más para llevar adelante la obra solidaria.

Cómo colaborar

Para ser voluntario se debe ser mayor de 18 años y tener disponibilidad al menos un día a la semana. También se puede colaborar asociándose a la entidad o bien ofreciendo tiempo para tareas de limpieza y mantenimiento, por ejemplo.