Para Fernando Antonio Belzagui (54) la vida es un continuo reconvertirse y redescubrirse. Decidió dejar de lado un futuro promisorio en el ambiente político provincial dentro de la Unión Cívica Radical (por “serias y contundentes diferencias éticas, ideológicas y metodológicas”, según explica), para explorar ese costado social y cultural e inquieto que posee desde su adolescencia. 

Se define como un trabajador de las industrias culturales, un obrero de la alegría: “Me he reinventado una y otra vez en lo que llaman los caminos de la vida, soy generador de contenidos, productor, gestor, articulador de productos audiovisuales, locutor, animador y presentador todo terreno, de eventos y espectáculos”, enumera y cierra con una larga carcajada.

Este sanfrancisqueño, cuyos límites entre la persona y el personaje están desdibujados o tal vez ya se fundieron, hizo base de trabajo en Córdoba, pero regresa a la ciudad asiduamente y ahora con la propuesta de revivir los carnavales que antaño supo organizar el club Antártida Argentina, con un proyecto social y cultural a largo plazo que todavía no quiere revelar en su totalidad.

“Yo no reniego de mi ciudad, acá crecí, construí, conocí. San Francisco es mi primer amor, por eso siempre vuelvo con ganas y entusiasmo a plantear iniciativas como la del club Antártida Argentina, de recuperar y poner en valor los carnavales populares”, le dice Belzagui a El Periódico.

Fernando, de personalidad histriónica y carcajada estridente, explica que se trata de un proyecto para que el municipio incorpore la festividad del carnaval y a las agrupaciones artísticas como una política pública, para lo cual hay que enmarcarlo con una ordenanza y dotarlo de presupuesto. “Cómo puede ser que en toda la zona se celebran carnavales gratuitos con cierres bailables y acá no”, se pregunta.

Fernando Belzagui: el hombre show que hace política cultural y social

De saco y corbata a picar paredes

Su camino como gestor cultural comenzó en el año 2008, luego de deambular de un lado al otro del país realizando los más variados trabajos. “Luego de renunciar en Córdoba a mi cargo y trabajo de jefe de prensa en el bloque de senadores de la Unión Cívica Radical, en 1999, por serias y contundentes diferencias éticas, ideológicas y metodológicas, me quedé en la calle. Nunca más nadie de ese ambiente me contrató formalmente, me señalaron como una persona, quizás, peligrosa, si se quiere”, afirma entre risas.

Luego de aquel desplante al arco político radical, Fernando realizó las más variadas tareas, fue albañil -“experto picador de paredes”, detalla-, asistente de cocina, dependiente, cartero, hasta que sus escasos ingresos lo obligaron a regresar a San Francisco, donde tampoco encontraría lugar.

“Sobreviví acá por los amigos y amigas que me bancaron toda la vida, comiendo en un lugar, bañándome en otro. Algunos que me contrataban por debajo de la mesa, para que haga algunos laburos. Tampoco tuve cabida en la política local, me miraban como un bicho raro. Es así como mi hermano mellizo, Arturo, que tiene una gran trayectoria como trabajador en la industria circense, me llama diciéndome que el Circo Hermanos Servián andaba buscando un baterista para volver a musicalizar en vivo las funciones de circo. ‘Allá vamos’, dije. Conseguí un préstamo de mi hermano Pablo, me compré una batería y me fui”, cuenta.

La semilla artística

Fernando nació en San Francisco un 14 de marzo de 1967, a las 8. Unos 15 minutos después lo haría su hermano mellizo, Arturo. Es hijo de René Alberto “El vasco” Belzagui -al que describe como “un bohemio de alta inteligencia”-, y de “La flaca” Belkis Balangione, mujer de “honestidad férrea y de gran cultura”.

Es el tercero de cinco hermanos: Marcelo, ya fallecido; Pablo, “el único serio de los Belzagui”, cineasta, productor audiovisual y docente; su hermano mellizo Arturo y Ernesto, el menor, “un sobreviviente”, según Fernando. 

Destaca que la familia siempre lo acompañó y contuvo. “Nunca nos exigió nada, se estimuló el librepensamiento y la capacidad de trabajo. Somos gente que resuelve problemas y toma decisiones, autodidactas y que se reinventan así mismo”, remarca con orgullo.

Dueño de una memoria sorprendente, Fernando recuerda con nostalgia su infancia en barrio Centro, detalla nombres y apellidos de sus amigos; evoca que la primera vez que agarró un micrófono fue en quinto grado de la escuela José Bernardo Iturraspe para un acto del día de la Madre y luego sus andanzas y militancia en el centro de Estudiantes del colegio San Martín.

Esos momentos, resalta Belzagui, fueron los que regaron la semilla del personaje teatral e incansable que hoy recorre la provincia en los más diversos escenarios, organizando, gestionando y presentando variados espectáculos y eventos.

Fernando Belzagui: el hombre show que hace política cultural y social

-¿Cómo nace tu militancia política en el radicalismo?

-En mi familia no había peronistas, la bibliografía que había en casa de historia y política era muy importante y de ideología radical. En el año 1982, después de la guerra de Malvinas, que fue mi primera decepción en política, porque desde mi lugar participé activamente en las donaciones, campañas y después descubrir que las cadenas de oro se las había llevado tal milico o que los chocolates habían parado en la casa de cual político; después de eso comienza a liberarse la escena pública, se liberan las reuniones políticas, los meetings como se les decía y empezaron a girar por el país políticos de raza. Llegaron a San Francisco dirigentes como Ítalo Argentino Lúder, Deolindo Bittel, Arturo Illia. Uno estudiaba, leía, escuchaba y todo eso me hizo el click en la cabeza. Fui al comité de la casa radical y pregunté si podía participar, me dijeron ‘Ah, pero si vos sos el hijo de la flaca Belkis’.

Por el ímpetu y el entusiasmo de Fernando, Mario Brook, electo senador por el departamento San Justo, lo incorporó a su equipo de trabajo como una especie de secretario privado. Apenas finalizado el secundario, Belzagui viajaba asiduamente entre Córdoba y San Francisco, de ahí remarca que aprendió a generar giras y visitas políticas, relaciones institucionales, redactar y fundamentar proyectos y hasta codearse con la prensa. Desde 1987, comenzó a trabajar en la Cámara de Senadores de la UCR.

“Se laburaba bien, de manera honesta, comprometida. Intenté algunos estudios universitarios en esos años pero nunca me cuadró esa estructura encorsetada de las casas de estudios”, admite.

Pudo haber continuado su carrera política pero ciertas desavenencias con la forma de funcionar del partido y el ingreso al mundo de las drogas fueron puntos de inflexión en la vida de Fernando.

-¿Cómo fue esa etapa tuya?

-Soy una persona inquieta, de espíritu libre, investigo, hago la investigación de campo, meto los pies en el barro, podés quedar embarrado o podés salir y volver a caminar. Sabía que tarde o temprano podía quedar pegado a ese mundo, entonces ya venía investigando para lo que veía que se venía. Atravesé una adicción fuerte a la cocaína, me costó 10 años de mi vida, hasta que me planté, me interné por propia voluntad y acá ves, fresquito como una lechuga (risas).

Tras esta confesión Fernando se pone serio por primera vez en la charla y dice: “A mí me han señalado como fiestero, falopero, drogadicto, buscando menoscabar mis capacidades. No lo lograron (risas). Cualquiera se hubiera escondido o vaya a saber, acá no hay nada que esconder, soy lo que ves y eso propongo también, desde que empecé con este laburo propuse que revisemos la cabeza, que ampliemos el campo, la pasemos lindo laburando para los demás, para la gente. Y si hacemos eso después llegará el rédito para nosotros”.

“Activista cultural con compromiso social”

Así define su actividad Fernando, que desarrolla desde 2008 en Córdoba, sin encontrar espacio o, como él dice, “mentes abiertas” que aborden la industrial cultural en San Francisco.

En La Docta, ha sido impulsor y gestor de toda una serie de ciclos que se consolidaron como referentes de la escena cordobesa, que recuperaron espacios públicos y el valor de la cultura colectiva y popular: “Músicos en la Calle”, “Veladas Cuasi Literarias” o “El Club del Cuarteto”, entre otros.

Pero el rol de Belzagui en la cultura de Córdoba no se limita a la capital y busca sembrar también en otras localidades. “Articular con la comunidad de distintas ciudades, con sus organizaciones, sus instituciones. Por ahí va la mano. Con la gente que me acompaña creemos que no es una utopía, que éste es un trabajo que se construye a diario, en la posibilidad de una sociedad más justa e igualitaria. Trabajamos para ello”, reafirma.

Fernando Belzagui: el hombre show que hace política cultural y social

-¿Te considerás un personaje?

-Muchos creen que uno está arriba del escenario jodiendo, no ven detrás del escenario. A lo mío le dedico estudio, investigación, entrenamiento, dedicación. Si no, no podría ser mi profesión, más cuando te hacés a vos mismo. Todo es trabajo, decisión y asumir riesgos. Esa construcción que uno propone como activista cultural y comunitario es rescatar y poner en valor la vida como vecino, como ciudadano, haciendo por y para todos. Seremos soñadores, nos dirán el último romántico, ¿seremos bohemios? Que digan lo que quieran, estamos convencidos y así vamos con alegría por ese camino.

Un retrato en documental

Fernando es también el principal protagonista de “El maestro de ceremonias” (2016), película que formó parte de las producciones del Posgrado en Documental Contemporáneo, dirigida por Agustín Ford y Lucía Palacios, que ha recibido un sinfín de elogios desde su presentación.

El film es un retrato que sigue a Belzagui por sus variadas presentaciones, desde en los bailes de Cachumba hasta los momentos en los que le tocó presentar pequeños eventos en el interior provincial.

El maestro de ceremonias