Los testimonios orales para explicar hechos de la historia reciente a los más jóvenes ayudan a dimensionar el proceso de transformación que tuvo una sociedad. Con esa premisa el Espacio por la Memoria y los Derechos Humanos San Francisco ofició de nexo entre instituciones escolares y dos referentes del movimiento en la provincia de Córdoba. 

Días atrás visitaron San Francisco Graciela Geuna, secuestrada en el Centro Clandestino La Perla, y a Matías Capra, del Área de Pedagogía del Espacio de Memoria y Promoción de los Derechos Humanos La Perla. Ambos compartieron reflexiones con estudiantes y docentes del Ipet 264 Teodoro Asteggiano, Escuela Normal Superior Dr. Nicolás Avellaneda y Colegio Superior San Martín.

Visitaron también El Periódico donde hablaron de sus trayectorias y vinculación con los Derechos Humanos, sobre la coyuntura actual y lo vivivo e investigado en uno y otro caso.

Luz de justicia

Graciela sigue trabajando para lograr una sociedad más justa como cuando era una estudiante de Abogacía recién llegada a la ciudad de Córdoba. Tiene 68 años y se exilió hace mucho y ahora reside en Ginebra (Suiza) donde formó su familia, pero eso no la desconectó de lo que vivió durante la dictadura cívico militar.

Extraño Argentina no para decidirme de venir acá sino que yo considero que tengo dos casas, allá (en Ginebra) está mi marido y mis hijos. Además de tener familia en Río Cuarto, con Córdoba tengo un lazo muy existencial porque estuve en el campo La Perla, está muy ligado a la memoria y a la justicia”, dijo con voz calmada.

Graciela Geuna fue secuestrada en 1976 y la llevaron a La Perla donde permaneció hasta 1978, después de su liberación continuó luchando y su testimonio replicado en varios juicios es prueba de ello. 

En aquella época cuando ingresó a la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) estudiaba Abogacía, sus actividades como militante en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) la hicieron blanco - como a tantos otros - de la persecución. A tal punto llegó eso que fue expulsada en virtud del artículo de una legislación (ahora derogada) donde se prohibían actividades que implicaran adoctrinamiento en las universidades. 

Aquel día en que fue secuestrada ella vivía en barrio General Paz con su esposo Jorge Omar Cazorla, también estudiante de 22 años, el cual fue asesinado cuando se tiraron del auto frente a Industria Mecánica del Estado (IME). Intentaban escapar y al hombre lo acribillaron y desaparecieron su cuerpo, posteriormente sus asesinos fueron enjuiciados y condenados.

“Nos metieron en un baúl y cuando nos tiramos del auto lo mataron y hubo un testigo que testimonió en el juicio y dijo todo lo que pasó. Me mostraron a Jorge muerto y después de torturarme lo hicieron de nuevo, pero el cuerpo no apareció más, seguimos buscándolo y eso no es pasado. Seguimos buscando cuerpos y los niños apropiados”, expresó. 

Graciela fue secuestrada en 1976 y llevada a La Perla en el mismo momento que su entonces esposo Jorge Omar Cazorla a quien asesinaron cuando quiso escapar.
Graciela fue secuestrada en 1976 y llevada a La Perla en el mismo momento que su entonces esposo Jorge Omar Cazorla a quien asesinaron cuando quiso escapar.

Pendientes

La lucha, aunque hayan pasado 48 años, sigue estando vigente porque aun hay resquicios donde deben repararse cuestiones vinculadas al terrorismo de Estado, son valiosas pues hacen a la memoria colectiva. 

A mí me expulsaron de la facultad, por ejemplo. Todavía hoy se está reclamando que el Rectorado tome una actitud en el tema y dicte el desagravio, eso iba a los antecedentes de la Policía, tuvo un impacto en las detenciones. Así que 48 años después aún se pide el gesto de desagravio, la ley no está en vigencia desde 1980 pero lo que se intenta es que haya un gesto en conjunto”, referenció.

Esa ley era la N° 21.276 de 1976 que en su artículo 7 decía: “Queda prohibido en el recinto de las universidades, toda actividad que asuma formas de adoctrinamiento, propaganda, proselitismo o agitación de carácter político o gremial, docente, estudiantil  y no docente”. El texto íntegro de la norma fue derogado en 1980. 

La incidencia de estos detalles fue clave para brindar información a quienes investigaban a militantes secuestrados. Graciela dijo que cuando llegó a La Perla los datos de las actividades que hacía estaban documentados. 

“Conocíamos la complicidad y aunque no sean las autoridades actuales las responsables sí hay una responsabilidad institucional. Es parte de la construcción de la memoria porque aquí hay muchos compañeros vivos y otros desaparecidos, uno de ellos es Jorge Omar Cazorla que lo secuestraron conmigo, lo mataron y desaparecieron el cuerpo”, detalló.

La mujer pudo completar su carrera después, pero lo hizo en el exilio, se recibió como abogada en San Sebastián (España) y trabajó, pero no como litigante. “Lo hice en la OIT (Organización Internacional del Trabajo), específicamente en el control de aplicación de convenios. En distintas etapas de mi vida encontré la forma de seguir ligada con los temas que a mí me interesaban respecto a una sociedad más justa”. 

  • ¿Cómo llegó a San Francisco? ¿Cuál es su vínculo?

Por Susana Crosetto cuyo hermano Víctor fue compañero mío en la Facultad de Derecho de la UNC y aunque estábamos en agrupaciones diferentes nos presentamos juntos a las elecciones de la Universidad, bajo la lista “Azul y blanca”. Víctor se recibió de abogado en el '76 y posteriormente lo llamaron al servicio militar, al área jurídica . 

Estando en La Perla escuché que los militares de La Perla lo habían matado y ellos mismos dijeron que lo mato la guerrilla. Pero no, fueron los militares de La Perla y se lo dije en una carta a Susana Frigerio que fue novia de Víctor y me escribió a Ginebra en 1984 para preguntarme por él. 

El año pasado tuve el gusto de conocer a Susana, a su hija que se llama Victoria por Víctor y al resto de la familia . Hoy somos amigas y compañeras y ella nos invitó a venir desde su espacio. Quiero subrayar lo que le hicieron a Víctor pues fue tremendo, lo asesinaron y lo reivindicaron como asesinado por la guerrilla y todavía hoy la gente mayor que leyó eso en los diarios en esa época sigue diciendo que lo mató la guerrilla . No. Sepan que fue una maniobra perversa organizada por los militares. Quisieron cambiar hasta su memoria y a San Francisco me une Víctor y su familia y la necesidad de restablecer la verdad sobre su muerte.

  • ¿Cuál era la imagen de sociedad justa que usted tenía y sus compañeros?

Yo nací con la dictadura en 1955 y hubo dictadura hasta 1973, menos el breve período de (Arturo) Illía pero el peronismo estaba proscripto así que podemos considerar que elecciones libres no hubo. Vengo de una familia antiperonista y cuando llego a la facultad había un estado de debate por la democracia que había comenzado con (Héctor) Cámpora, (Ricardo) Obregón Cano y Atilio López, ahí participaban profesores, estudiantes y nodocentes.

Pensé que me tenía que comprometer con la democracia y me uní al peronismo porque fueron los que a mí me abrieron la luz sobre una democracia que en el fondo yo no había vivido nunca. No duró mucho porque poco después estuvo el Navarrazo, después la represión en la calle y cambió ese aire. La gente de mi edad habla de la “Primavera camporista” y eso se empezó a cerrar muy rápido.

Mi idea inicial era participar en la ampliación democrática, pero militar terminó siendo defensivo porque cada vez más avanzaban los sectores paramilitares y parapoliciales que entraban en la facultad con palos y cadenas. Eso nos llevó a ocuparnos menos de las reinvindicaciones estudiantiles y ocuparnos más del avance de la derecha o sea de la política global. Yo creo que finalmente fue un error porque la única manera de defenderse es saliendo a la calle y siendo muchos. Hoy donde estemos creo que hay que quedarse, si te retirás eso los beneficia a ellos.

  • ¿Cómo logró procesar y atravesar todo lo posterior al secuestro?

Con lucha y psicoterapia he podido tomar cierta distancia de lo sucedido porque este horror exigió un enorme esfuerzo de comprensión de mi parte. Pero nunca baje los brazos y así como hubo gente que no quiso entender, mucha gente buena trató de entender y me ayudó. En el año ’80 no podría haber hablado así cuando logré salir del país y declarar lo que pasó. En ese entonces no entendía cómo tanta monstruosidad había pasado en Argentina, no es que todos los militares sean malos, pero hubo muchos sectores poderosos de personas (civiles) que permitieron esto, fueron cómplices o hicieron silencio.

Los primeros años me costaba mucho y era muy difícil. Para mí fue muy importante la sentencia de la “Megacausa”. Eso fue un gran impacto en mi vida y me di cuenta después, al inicio pensaba en no venir para la sentencia y me permití entender que era un día de felicidad porque se consiguió justicia. También hubo un juicio anterior donde yo no vine, pero sí se usó mi testimonio, lo mismo que en el Juicio a las Juntas, ahí no vinimos porque no podían garantizar la seguridad.

Mi vida no ha sido solamente esto (bregar por la Memoria, Verdad y Justicia) porque hice una carrera y tuve hijos también, pero sí ha sido el hilo que guió mi camino. Fue muy reparador conseguir las sentencias y que se dijera públicamente que fue terrorismo de Estado, un plan sistemático de aniquilamiento de la oposición política.

No me deprime lo que pasa hoy porque pienso que la hemos pasado peor, los movimientos de Derechos Humanos hemos resistido 40 años y seguimos obteniendo justicia. Eso no significa que debamos aislarnos, hay que defender la democracia. La sociedad ha tenido su aprendizaje y está defendiéndose cuando hay un ataque de base.

  • ¿Qué autocrítica hace respecto de lo sucedido al momento de la dictadura?

El aislamiento es lo que resalto. Éramos miles y con el avance de la derecha lo que hicimos fue ir cerrándonos sobre nosotros mismos, eso facilitó que nos secuestraran fácilmente; por ejemplo, nos retiramos de la Facultad por las amenazas, pero deberíamos haber seguido en otros espacios. Yo no aceptaría más verticalismos, ni autoritarismos, sino que podamos construir colectivos respetando el pensamiento individual y cuidar a la gente.

Graciela Geuna y Matías Capra llegaron a San Francisco invitados en el marco de una actividad junto con el Espacio por la Memoria y los Derechos Humanos San Francisco.
Graciela Geuna y Matías Capra llegaron a San Francisco invitados en el marco de una actividad junto con el Espacio por la Memoria y los Derechos Humanos San Francisco.

Del horror a la memoria

La palabra de Capra y la labor hecha en La Perla que un día fue Centro Clandestino y hoy es un espacio reflejo de la Memoria, Verdad y Justicia permiten entender mejor los últimos 48 años de la historia argentina. 

En el caso de Capra es docente y comunicador, desde 2010 trabaja en La Perla dentro del área de Educación. Lo motivó a aplicar al puesto la necesidad de trabajar en mejores materiales para las aulas donde se profundizara sobre los derechos humanos.

“La motivación de trabajar tenía que ver con una experiencia previa como docente de búsqueda de materiales de experiencia y reflexiones para trabajar derechos humanos dentro de las escuelas", comentó. 

Esto fue producto de la incorporación con la Ley Nacional de Educación (2006) de contenidos educativos de esta temática, algo que antes Capra reconoce como “casi vedado”. A partir de esto han surgido diferentes materiales y experiencias aprovechadas por los estudiantes. 

“Entendemos que esas experiencias si no tienen un proceso pedagógico de reflexión se entrampan ahí. Creo que no pudimos hacer todo eso todavía y por otro lado como autocrítica al sector docente construimos una posición, la venimos sosteniendo y nos olvidamos un poco de que los procesos hay que seguirlos construyendo siempre”, subrayó. 

A partir de esto consideró que “hay una oportunidad” de repensar esa situación ya que desde 2006 a la fecha han pasado casi 20 años y son otros jóvenes y otro contexto. Es una gran oportunidad de desarrollar nuevos aspectos de la construcción colectiva de la memoria.

Nunca trato en estas salidas de traer La Perla al lugar sino de pensar qué hay en cada lugar de La Perla y no solo sobre el Centro Clandestino sino también del espacio de memoria en que se convirtió. Estamos construyendo el proceso de memoria y los chicos tienen que hacer lo mismo respecto a la memoria”, cerró.