El Sarmiento: aquel cine de barrio
Abandonado, el viejo edificio de lo que fue el Cine Sarmiento sigue en pie pese a que no proyecta películas desde mediados de los ochenta. Funcionó desde 1959 hasta 1985. Quizás espera una última función.
Muchos de los que peinan canas todavía recuerdan a Marlon Brando conquistando a una joven japonesa en el filme “Sayonara” (1957), una de las primeras actuaciones en cine del galán norteamericano. Se acuerdan además que la película la vieron en la sala del Sarmiento, que funcionaba en calle 1º de Mayo, a pocos metros del bulevar Sáenz Peña, en el barrio homónimo.
El Sarmiento tuvo vida desde 1959 hasta finales de 1985. Hoy este lugar que vivió décadas de esplendor está abandonado, y salvo el hall que se muestra algo intacto, lo demás se encuentra en ruinas.
Así está el hall de ingreso.
Grandes filmes
El cine Sarmiento fue inaugurado el 20 de junio de 1959. La apertura de la sala se realizó en horas de la tarde, donde se proyectó solo para invitados la película “Tammy, la flor de los pantanos”. Por la noche fue la primera función pública con la proyección de “Maniobras de amor” y “Retaguardia”.
Enrique Pioli estuvo a cargo de la programación del cine durante 15 años, hasta mediados de los 70. Cinéfilo de aquellos, se sienta en el medio de una pequeña sala que conserva en su casa, con las paredes adornadas de afiches de películas, un centenar de DVD apilados, libros y enciclopedias vinculadas al séptimo arte, un par de televisores y más. Allí rememora las gloriosas épocas: “Venía mucha gente, teníamos una repercusión muy grande en las películas de matiné, con 500 o 600 personas que llenaban la sala”, contó Pioli a El Periódico.
Enrique Pioli manejó el cine desde 1961 hasta 1976.
El Sarmiento nació en la misma década del cine Mayo. Anteriores a ellos ya funcionaban el Colón y el Gran Rex. El desafío era mantener el público, por eso quienes estaban a cargo de la sala barrial tejían distintos artilugios para atraer gente: “Si había una película de cowboy comprobábamos unos revolvitos en una juguetería para luego regalarle a la gente, era un incentivo”, recordó Pioli. También se supieron sortear máquinas de coser, bicicletas, entre otras cosas. La competencia era sana pero competencia al fin.
Pioli aseguró que tener en algún momento la exclusividad de la famosa compañía Warner Bros los ayudó. Así llegaron éxitos como “Sayonara”, “Al Este del paraíso” y los filmes de un actor americano, Troy Donahue, que era sensación entre las jovencitas sanfrancisqueñas: “Era un pibe joven y pintón que atraía a las chicas, era un griterío cuando aparecía en escena. Lo curioso es que en Estados Unidos fue un fracaso”.
Para los amantes de “Los Simpson”, Troy Donahue es uno de los actores en quien se inspiró el autor de la serie animada para crear al personaje Troy McClure.
Nada que envidiar
“El Sarmiento les hacía sombra a los cines del centro”, recordó Eusebio “Tito” Lamberti, vecino ilustre de San Francisco y conocido por su amor al cine. “Tiene una muy buena historia, estuvo muy bien manejado”, agregó consultado por El Periódico.
Según Tito, que tiene una memoria envidiable, el cine abría el jueves y recibía a unas 450 personas. Luego, el viernes llegaban a la sala alrededor de 500 para recibir el sábado y el domingo entre 700 y 800 cada día.
Eusebio "Tito" Lamberti.
Cooperativa barrial
El Sarmiento no era un éxito solo por pasar películas de taquilla. Lo era porque los mismos vecinos ponían el lomo y su dinero para poder tenerlo de pie. Había una comisión de accionistas, es decir, personas que ayudaban económicamente para mantenerlo.
“La gente del barrio trabajaba ad honorem, en la boletería, la portería, el que cuidaba el bicicletero que estaba a la vuelta hasta que termine la película. Todos daban una mano”, afirmó Pioli.
Así eran las acciones del cine que tenían los vecinos.
Clede Boetto, quien vive a metros de la ex sala, explicó que los vecinos tenían acciones del cine. “Mucha gente del barrio tenía boletas porque colaboramos con su funcionamiento”, contó. Clede recuerda sobre todo las películas de Luis Sandrini y la cantidad de personas que llegaban las funciones de cada matiné, tarde o noche: “No sé por qué se abandonó, estaba lindo tener un cine en el barrio”, sostuvo.
El kiosco de Benito
El kiosco del cine estaba atendido por Benito Santana, recordado por todos los que pisaron el lugar. “Era un clásico ir a comprar a ese kiosco en el intervalo entre películas”, evocó Marcelo Pighi, locutor radial, quien vivió en el barrio y trabajó unos años en el Sarmiento hasta su cierre.
“Había gente que iba siempre al cine, cualquiera sea la película, porque era una salida más. El matiné, por ejemplo, era como una guardería porque los padres mandaban a sus hijos desde temprano el domingo a ver películas”, recordó.
Lo que queda hoy del kiosco.
Pighi, además de ser un visitante frecuente del cine, tuvo su rol dentro del mismo: “Me encargaba de cambiar los afiches, también de recibir las entradas. La verdad es que el barrio lo extraña mucho; yo creo que andaría muy bien si volviera a funcionar”, expresó.
Todas las fotos: mirá cómo está hoy el cine
Se va apagando el proyector
En 1978, cuenta el historiador local –ya fallecido- José A. Navarro en su libro “La Historia de los cines en San Francisco”, la sala del Sarmiento se vio enfrentada a problemas operativos como consecuencia de la falta de películas taquilleras debido a que los estudios que supieron ser de su exclusividad le habían retirado el apoyo.
Pioli opinó que a las compañías les importaba el dinero y no los cines. También declaró que la llegada de la televisión fue un detonante de la crisis, ya que habían sufrido una caída del 70 por ciento en la venta de entradas.
La sala pasó a manos de la empresa “Hijos de Arturo Fornero”, dueña del Radar y el Colón. En diciembre de 1985 fue su última función, con la proyección de “Los violadores” y Corrupción carnal”.
“Hace poco pasé por la vereda del frente”, contó Pioli, quien no puede evitar emocionarse ante el recuerdo. “Uno luchó tanto por el cine, pero llegó un momento donde había que terminar con esto. Culturalmente creo que el barrio perdió con este cierre”, reconoció.
La sala fue adquirida tiempo atrás por una familia de nuestra ciudad que hoy piensa en venderla o quizás alquilarla. Mientras tanto sigue en pie conservando en su interior restos de una jugosa historia. Como una especie de elefante blanco en el barrio Sarmiento.