El Papa Francisco pidió combatir el desempleo y exhortó a los dirigentes a hacer lo posible por reactivar el mercado laboral, en ocasión de su mensaje con motivo de la celebración del Día del Trabajador.

«La dignidad no es la que da el poder, el dinero, la cultura, no. La dignidad nos la da el trabajo y un trabajo digno», porque hay tantos «sistemas sociales, políticos y económicos que han hecho que ese trabajo signifique aprovecharse de la persona», aseveró.

En ese marco, el Sumo Pontífice reclamó: «Pido a todos que en la medida de sus responsabilidades se esfuercen por crear puesto de trabajo y creen esperanzas en los trabajadores».

Jorge Mario Bergoglio sostuvo que cuando la sociedad está organizada de forma «que no todos tienen la posibilidad de trabajar, esa sociedad no es justa», informó la agencia de noticias EFE.

Francisco paseó a bordo de un Jeep blanco por los corredores creados en la Plaza de San Pedro, donde unas 60.000 personas se concentraron para escuchar la catequesis del Papa en su audiencia de los miércoles y verlo de cerca, en un recorrido que ya se ha convertido en una tradición.

«Pienso en cuántos están de-

socupados, muchas veces a causa de una concepción economicista de la sociedad que busca el beneficio egoísta mas allá de los parámetros de la justicia social», dijo y añadió: «Los invito a la solidaridad y por tanto, a no perder la esperanza».

Asimismo, el Sumo Pontífice, habló del trabajo y de las numerosas situaciones en el mundo en que tanta gente trabaja en «condiciones de esclavitud», además de la trata de seres humanos englobadas en trabajos de esclavitud. Para el Papa, el trabajo es parte del proyecto de amor de Dios, «estamos llamados a cultivar y cuidar de todos los bienes de la creación y de esta manera participamos en la obra de la creación», aseveró.

«El trabajo es fundamental para la dignidad de la personas, nos unge de dignidad, nos hace semejantes a Dios que ha trabajado, trabaja y actúa siempre», agregó.

Los vivas, aplausos al pontífice fueron constantes, mientras bajo un sol radiante Francisco bendecía a los asistentes, besaba a los bebés que le acercaban y acariciaba a los ancianos y enfermos, a la par que banderas de todos los países eran agitadas, entre las que destacaban las blanquiazules argentinas.

Finalmente, saludó afectuosamente, siempre en italiano, a los peregrinos polacos llegados al Vaticano en el octavo aniversario de la muerte del Juan Pablo II y a los fieles llegados de España, Argentina, Costa Rica, Perú, Chile y México, a los que se dirigió en lengua española.