Pese a las idas y vueltas que atravesamos como sociedad en medio de una pandemia de coronavirus que nos sorprendió con dos nuevas variantes a principios y al cierre del año, también hubo tiempo de conocer algunas historias de vecinos y vecinas que apostaron a seguir luchando por mejorar sus vidas.

Nos sorprendíamos del cambio de vida de Valentina Castagno, que dejó el infierno de las drogas para comenzar a vender pastafrolas y formar su familia. Conocimos la historia de Karina Ferrero, que recorría calles en bicicleta llevando productos de limpieza y soñaba con tener su local. Y también Eva Ferreyra, una de las mujeres de la Cooperativa La Virgencita, nos contó su dura experiencia de vida y cómo salir a juntar cartones le permitió vislumbrar que tenía otra oportunidad.

Valentina y el esfuerzo por cambiar su vida

En 2020, habíamos contado que Valentina Castagno pedía dinero en los semáforos para poder comer, en medio de una vida marcada por las adicciones a las drogas, una delgadez extrema y el deambular por las calles sin rumbo.

A mediados de junio, Valentina llegó a la redacción de El Periódico ofreciendo pastafrolas, con otro semblante, una sonrisa en el rostro y un buen estado de salud.

Contó que soñó con un hermano fallecido, que la retaba y “me decía que tenía que dejar las drogas y la vida que llevaba. Por esos días me veía que estaba para el cajón, pensaba que mi hijo se iba a quedar solo”.

Entonces, sostuvo que tiró todo, dejó de consumir y conoció a un hombre que sería pilar para encaminar su vida. Comenzó a asistir a una iglesia cuyos pastores y fieles la fueron guiando para dejar atrás todo lo malo.

“Dejé de consumir, no caí más, no pienso y no quiero. Y si tengo que ayudar a alguien para que pueda salir de las drogas lo voy a hacer”, declaró.

La experiencia de Valentina y el esfuerzo para cambiar su vida

Kati pedaleaba por su negocio propio

Karina Ferrero es una joven madre con diferentes trabajos y un emprendimiento que sueña se transforme en su principal ingreso para mantener a sus hijos.

En agosto, nos llegó a oídos el esfuerzo que realizaba recorriendo las calles de San Francisco y Frontera llevando pedidos de productos de limpieza en bicicleta.

Esta empleada doméstica, madre de cuatro niños, no descansaba en pos de conseguir su sueño: prosperar y tener un local propio.

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Esta mamá tan ocupada tiene un equipo que la sostiene y que son sus hijos: “Los chicos me ayudan mucho, el más grande sabe hacer de comer y se encarga cuando yo no estoy. Somos un gran equipo”, sostenía orgullosa.

Con el paso de los meses, pudo adquirir una motocicleta, por lo que el deseo de un local propio no estaría lejos de cumplirse. 

Kati recibió una lluvia de pedidos y hasta la donación de un mostrador para su negocio

Eva salió a cartonear para dejar el infierno de la prostitución

En septiembre de 2021, Eva María Ferreyra, referente y pionera en el funcionamiento de Cooperativa de reciclaje La Virgencita, recordó sus inicios y dignificó el rol del cartonero.

Gracias a que sus hijos comenzaron a asistir al merendero de La Virgencita, ella pudo conocer a la gente de Cáritas: “Me encontré con otro tipo de gente, gente buena. Vi todo eso lindo, que podía cambiar, salir de donde estaba y le di para adelante”, había narrado.

Y sostuvo que sus primeras sensaciones al salir a buscar basura fueron de “paz, no me sentía tan sucia trabajando con la basura. Me sentí limpia, aunque suene loco. Pero con eso tenía un plato de comida y para mí era una plata limpia, que la había ganado dignamente”.

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Desde octubre de año 2020, La Virgencita junto a empresas y colaboradores de la comunidad comenzaron un plan de expansión de las instalaciones. Esto Eva lo sabe y lo vivía con ansiedad: “La ‘Cope’ se va agrandando, eso es lo que me gusta y lo que quería para el barrio, para las chicas y chicos que están en la calle y quieren cambiar de vida. Les digo que se puede y que este lugar es para ayudarlos, así como lo hicieron conmigo”.

Historias - Eva María Ferreyra