A Oscar “Cacho” Torossi (63) lo conoce mucha gente. Se desempeña como vendedor de artículos de limpieza y otros insumos, pero a su vez es un reconocido exbasquetbolista, aunque asegura tímidamente que “no es tan así”.

Pero, inmediatamente una situación lo contradice mientras empezaba la charla con El Periódico, ya que un hombre golpeó insistentemente la puerta vidriada de El Espacio –donde se desarrolló la entrevista- y gritó: “¿Qué estás haciendo Cacho, una instantánea?”.

El sujeto de afuera saludó con una carcajada a lo que Torossi devolvió levantando el pulgar. Pero no quedó ahí ay que se sumó otra persona detrás del vidrio con el mismo fin: saludar a “Cacho”, que se agarra la cabeza y vuelve a levantarles la mano.

“Son conocidos de años, del básquet y de la vida”, refiere Torossi, a quien, evidentemente, lo conoce mucha gente.

Desde el año 1994, Oscar se desempeña como vendedor de artículos de limpieza, alfombras con inscripciones personalizadas, cintas de embalajes impresas y difusores automáticos de ambiente. Desde que tuvo que dejar de trabajar en la Fábrica Militar San Francisco se las ingenió para valerse por su cuenta, sin patrón, y se enorgullece de su decisión.

“Siempre me desempeñé en la calle, vendiendo y es un poco lo que me distinguió, el buen trato y el respeto. Por eso conocí un montón de gente, mucha que me ha ayudado y ese contacto diario es lo que me gusta y me satisface”, asegura.

El básquet, herencia familiar

Hijo único del matrimonio de Ambrosio “Poroto” Torossi -chapista de profesión- y de Rosina Chiappero -enfermera con más de 37 años de servicio-, la familia no solo le inculcó la cultura del trabajo sino también la pasión por el básquet, deportes que habían practicado su padre y sus tíos Pedro y “Coco”. “Ya de la familia venía el arraigo por el baloncesto”, asiente Oscar.

“Desde los 6 años, en 1964 -remarca con precisión-, inicié en Alumni mis primeros pasos. Era el club del barrio y era curioso porque éramos 20 pibes que vivíamos en un radio no mayor a tres manzanas, entre ellos ‘Pachola’ Buffa, Luis Vasallo, mis primos y otros chicos que íbamos a aprender del maestro que fue Roberto Bertotti, al cual le debo gran parte de mi sapiencia en el básquet”.

"Cacho" ante una de sus tantas fotos, en sus días de basquetbolista.
"Cacho" ante una de sus tantas fotos, en sus días de basquetbolista.

Según Torossi, “en esa época no había mini básquet, se arrancaba en una categoría que se llamaba Principiante y Roberto –Bertotti- , como yo era grandote, me metía a jugar adentro. Como entonces todas las pelotas iban al medio, solo tenía que embocarla”, rememora.

Recordando aquellos tiempos, “Cacho” recalca el gran apego que vivía tanto él como sus amigos por el club de barrio. “En esa época no había muchas posibilidades de hacer otras cosas, no había celulares, ni tablets ni tecnología. Volvías del colegio, almorzabas y a la tarde me iba al club hasta la noche, todo el día con la pelota”, dice con una sonrisa. Y subraya: “Esa infancia no me la borro más comparada con lo que veo ahora, era algo totalmente sano”.

Oscar acepta que quizás tuvo la sobreprotección por ser hijo único y que ello le imposibilitó poder estudiar en Córdoba la carrera de Ciencias Económicas para ser contador: “Me inclinaba por seguir una carrera universitaria, pero bueno, en ese momento las posibilidades económicas de ir a Córdoba eran imposibles. Aunque también era el momento en que se vivía lo del Cordobazo y en esa época los padres estaban reacios en darle el okey a un adolescente con todo lo que pasaba. Pero no estoy arrepentido para nada”.

También tuvo la chance de ir a jugar a Atenas de Córdoba pero nuevamente el cuidado familiar se interpuso, aunque Oscar sostiene que “tampoco me quitó el sueño, podría haber llegado más lejos en el básquet, quizás, pero estoy conforme con lo realizado”.

Torossi comenzó su trayectoria en el deporte jugando como interior, o lo que antes le llamaban “la llave”. Luego lo ubicaron como pilar o como se conoce actualmente, de cuatro.

“Siempre jugué en la parte lateral de la cancha, mi habilidad eran las conversiones de larga distancia. Los técnicos me decían que jugaba porque metía, sino no jugaría porque no marcaba a nadie. Tenía la suerte que si hacía 30 puntos, mi marca solo hacía 15, por eso jugaba”, relata entre risas. Y agrega: “No sentía el trabajo de la marca, siempre esperaba la oportunidad para salir al ataque, al contragolpe. Expectante esperando la equivocación del adversario para robar la pelota y salir para el aro”.

- ¿Cuándo se dio cuenta que se destacaba en el básquet?

- Con el correr de la juventud, a los 16 o 17 años. A los 15 fue mi primer campeonato de mayores jugando con la Selección a nivel provincial. Después jugando en juveniles ganamos un montón de cosas. Y en el ‘77, con 18 años me tocó hacer el servicio militar. Me enviaron a La Plata gracias a los contactos del entrenador -Miguel Ángel- “Bala” Ripullone, que justo había venido con la Selección de Buenos Aires y me vio jugar. Fue buena mi actuación e hizo todo para que fuera a La Plata. Me tocó Marina en el Batallón de Infantería n°3 y mientras tanto jugué al básquet en Gimnasia y Esgrima. Fueron 14 meses de una linda experiencia.

Allí Torossi tuvo la suerte de jugar al lado de grandes basquetbolistas de la época como Alberto "Mandrake" Cabrera, Ernesto “Finito” Gehrmann, el uruguayo Germán Haller, de los cuales se nutrió para todo lo que llegaría.

“Cuando regreso del servicio militar vuelvo a jugar en Alumni por dos años más, después sale la posibilidad conjuntamente con Hugo Allasino y Roberto Galliano de armar un equipo a nivel local para intervenir en la Liga Nacional de Clubes. Jugué cuatro años para El Tala”, prosigue.

A su larga trayectoria deportiva en el básquet de San Francisco, Torossi la simplifica de la siguiente manera: “De los 6 hasta los 23 años jugué en Alumni, después desde los 23 a 28 estuve en El Tala y de los 28 a los 32, se dio el cierre de mi carrera en San Isidro. En los tres clubes ganamos cosas importantes y tengo hermosos recuerdo de cada institución”, acepta. No destaca un título del otro, remarca a la gente, a sus compañeros y a los dirigentes antes que los logros deportivos.

Historias - Cacho Torossi

Otro talento

“Cacho” decide retirarse el 30 de septiembre de 1990, a sus 32 años y lo recuerda perfectamente: “Tenía resto para seguir, pero en esa época justo viajaba para una empresa de Buenos Aires y me requería días fuera de la ciudad y no podía jugar, consideraba yo, sin practicar. Por más que haya tenido un currículum, me parecía una falta de respeto a los que habitualmente concurrían a práctica. No podía venir de viaje y decir porque soy yo, juego. No me parecía correcto”, se sincera.

Sin embargo, no dejaría el deporte. Además de tener períodos como entrenador, a poco de su retiro el furor del pádel se instaló en la ciudad y Oscar, siempre rodeado de amigos, probó suerte y pudo destacarse a nivel local y provincial, ganando varios torneos.

Aunque solo pudo jugar hasta 1997, cuando comenzaron los achaques en sus rodillas: “En parte por mi sobrepeso y porque toda la vida jugué el básquet en pisos que nada que ver como los de ahora, antes las canchas eran de pura baldosa y el cazado no era tan bueno tampoco. Los años pasan y se sienten”, admite.

En 2011, le detectan artritis y desde entonces lleva adelante un largo tratamiento para reducir los dolores, si bien reniega de su problemática, asegura que está acostumbrado. Su permitido para para mantenerse activo físicamente, es el ciclismo. Por eso, todos los días “Cacho” sale a recorrer unos 10 kilómetros en bicicleta.

Un memorioso

A lo largo de la entrevista, Torossi demuestra una memoria admirable, recuerda todas las fechas que para él fueron importantes en su vida, tanto en el deporte, como en los negocios y en su vida familiar.

“Gracias Dios -dice al respecto- todavía la memoria me funciona muy bien. Recuerdo todas las fechas que me han marcado en la vida. Cosas que me han sucedido y me han impactado, sin ser grandes cosas. Siempre pienso y hago trabajar mi cabeza para tenerla fresca. Espero seguir así”.

Oscar en su oficina de calle Paraguay.
Oscar en su oficina de calle Paraguay.

En su carrera deportiva, fue el propio hombre el que decidió ponerle fin a sus 30 años de básquet, ahora, a dos años de poder gozar de su jubilación, no está tan seguro de querer dejar su trabajo, es más, pretende continuar algún tiempo más. “Soy una persona que siempre se mantuvo atento al trabajo, nunca me quedé esperando algo, siempre salí a buscarlo, estoy muy contento con lo que hago y espero que Dios me de vida y seguir un poquito más. A pesar que estoy cerca de jubilarme, debido a la situación económica y por cómo está el país hay que seguir haciendo algo. Además, me incomoda mucho quedarme en casa sin algo que hacer”, reconoce.

El hombre de la moto roja

Todos los días, salvo que llueva y el cielo se venga abajo, “Cacho”, con sus 1,87 metros de altura sale religiosamente a visitar clientes en su moto, color rojo, Honda Pop 100 cc. Tiene auto, pero elije las dos ruedas para recorrer la ciudad, es por ello que una de sus motos ya tiene más de 189 mil kilómetros transitados.

“Es más ágil, más cómoda y más dinámico que ir en auto. Todos los días, salgo en la motito salvo cuando llueve. Arranqué en el ‘94 con una Daelim y tuve consecutivamente otras cinco de la misma marca. La última que tuve de esa marca tenía 98.000 kilómetros, me duraban un intervalo de tres a cuatro años. Fui a ver a Ricardo y José Córdoba -de la firma Córdoba Motos- y me dijeron que no tenían más Daelim y me ofrecieron una que ‘es un caño’, la Pop Honda 100 cc. La compré el 8 de marzo de 2008 y tiene 189 mil kilómetros. Con el motor reparado a los 140 mil, íntegro. Siempre andando por la ciudad”, asiente.

En una época dice que llegaba a recorrer entre 70 a 80 kilómetros diario dentro de San Francisco.

Y muchos lo conocen como “el hombre de la moto roja”, y “Cacho” explica el motivo: “Da la casualidad que siempre las motos que compré fueron de color rojo. Ya directamente, la gente de Córdoba Motos me decía ‘Cacho la semana que viene llega la moto tuya roja’”. Por otro lado sostiene que “yo voy tranquilo, no supero más de 30 kilómetros. El tránsito vehicular en la ciudad cada vez tiene mayor flujo y como el ejido siempre es el mismo, entonces se hace más engorroso transitar, pero me muevo tranquilo sin apuro”.

“Cacho” Torossi, el basquetbolista memorioso de la moto roja: “No sé si soy popular”

- ¿Se siente un personaje de la ciudad?

- No sé si personaje, conozco bastante gente, tal vez sea popular, pero no sé si es la palabra. Me siento muy cómodo. Algunos amigos me seguían a los partidos para verme, es más no me quedan camisetas de cuando jugaba porque las regalé a mis fans-, cierra entre risas.

Oscar se casó a los 24 años con Mónica Campo, ex docente y directora del colegio Iturraspe, con quien tuvo tres hijos, Franco, Guido y Renzo. Además tiene dos nietos, Catalina y Felipe.

“Era un superdotado para el básquet”

Gabriel “Pochola” Buffa, amigo y compañero de juego en el básquet, que regresó recientemente de vivir 30 años en San Luis, se refirió a “Cacho” Torossi de la siguiente manera: “Qué te puedo decir, lo conozco de toda la vida, éramos vecinos y de chiquitos íbamos juntos a jugar a Alumni, pasábamos horas del día jugando”.

Con respecto al juego de su ex compañero, Buffa destaca: “Era un superdotado, porque si bien debe medir 1,87 metros, era petiso para su posición, por lo general jugaba de pivot contra personas de mucha más talla que él. Pero se las ingeniaba, era muy hábil, sabía manejar las dos manos y le hacía puntos a los defensores que tenían 20 centímetros más que él”.

Según Buffa, con Torossi han compartido planteles y jugado muchísimos partidos juntos, tanto a nivel de clubes y como de Selección. “Ganamos un montón de torneos provinciales y hay infinidad de anécdotas”.

Y al respecto añade: “Cacho es todo un personaje en el grupo, el tipo alegre que te hace reír permanentemente. Además es un memorioso, te cuenta las anécdotas con lujos y detalles. Realmente es un placer estar con él porque desde que llegás hasta que te lo pasás riéndote”.