Piel morena, rostro curtido, manos delicadas que pasan por los alimentos y se le animan al calor de la cocina. La mujer al frente de las hornallas es Royli Cajaleón, una peruana muy arraigada a San Francisco.

Royli siempre cocina algo que la remita a su tierra natal y ahora muchos podrán probar su sazón en la carpa de Perú dentro del Festival de la Buena Mesa, Humor y la Canción. El momento de “salir a la cacha” está ante ella.

Llegar allí fue una peregrinación o un “camino de hormiga” como lo definió al recibir a El Periódico. No fue nada fácil, golpeó muchas puertas, habló con otras tantas personas, apeló a todos sus conocidos y no paró hasta recibir un “sí”.

Royli y Sofía del food truck Amasona.
Royli y Sofía del food truck Amasona.
  • Era una lucha que venías dando hace muchos años…

Sí, siempre lo fue. Este año empecé a insistir desde octubre más o menos. Fue un caminito de hormiga para llegar. Al inicio me dijeron que todo estaba definido (en cuanto a carpas y colectividades) y un día fui a una reunión en la Municipalidad y me dieron el ‘ok’. Tenía ganas de llorar porque era uno de mis sueños.  Siempre he querido estar en algo grande, más aún si represento a mi país. No me voy a quedar acá, voy a seguir buscando cosas.

  • ¿Qué tenés preparado para ofrecer?

Vengo de entregar la propuesta. Habrá ceviche, causa limeña, papa a la huancaína, pollo broaster, arroz chaufa, anticucho, mazamorra limeña. Con las chicas de Amasona (el foodtruck que tiene como chef a Sofía Gudiño con quien trabaja) voy a estar, con ellas ya trabajamos en eventos privados ofreciendo la gastronomía o de servicio.

  • ¿Dudaste de irte del país?

Nunca dudé, todavía no pienso hacerlo, tienen Royli para rato. Todavía no me siento realizada. Sueño con un local, con tener mi casita y que no se me regale sino poder pagarla y que mis hijos sean profesionales. Es uno de mis sueños.

Royli trabaja en eventos gastronómicos.
Royli trabaja en eventos gastronómicos.

Mientras Royli habla de sus sueños en el brillo de sus ojos siguen escribiéndose otros. Los años pasan, sus hijos crecieron (uno estudia Ingeniería, otro en el secundario y la pequeña en primaria), su marido sigue en Perú.

La batalla la da de forma diaria, pero con esperanza. Lo único inalterable es que ella sigue frente a las hornallas cocinando algo que la remita a su patria, algo que la lleve lejos en este país.