Sentada en la galería de su casa, con 67 años y tras 7 años de jubilada, la doctora Ana María Arce dejó las manualidades de lado para volver al menos en la imaginación a sus años como médica. 

Se recibió en 1984 en su Córdoba natal y sigue siendo la única universitaria de su familia. Una pasantía le permitió venir a San Francisco y nunca más se fue de esta localidad que se transformó en su lugar.

Desde su rincón, se tomó algunos minutos para reflexionar sobre las paradojas de su profesión y lo linda que puede ser. También se indignó porque se reconoce poco a los médicos ya jubilados y se les paga mal a aquellos que actualmente son agentes sanitarios. 

Siempre en lo público

Ana María sabe bien qué significa estar del lado de los vaivenes de la salud pública porque como profesional siempre se desempeñó en este sector. Pasó por el Hospital J.B. Iturraspe, la Asistencia Pública y previo a jubilarse hizo una "parada" en los dispensarios. 

"Siempre me gustó la parte pública. Es muy distinta, te encontrás con personas que son muy pobres, no saben y hay que explicarles, hay que moverse y conseguirle los medicamentos, no tienen mutual. A veces hay que pedirles el turno y esperar que vuelvan, algo que no siempre hacen", contó a El Periódico sobre sus preferencias. 

En algo influyó el hecho de provenir de una "familia sencilla" de la cual todos están orgullosos porque fue la primera en graduarse de la universidad. Nadie hubiera pensado que la Medicina, carrera por la que se interesó leyendo, la traería a la ciudad. 

"Ni bien me recibí decidí venir a San Francisco, yo nunca había salido de mi casa hasta ese entonces. Llegué gracias a una pasantía y luego rendí para hacer la especialidad como médica generalista", detalló.

La llegada a su nueva ciudad

Gran parte de su carrera, la doctora Arce la hizo dentro de dependencias municipales, aunque su preferencia se dio cuenta con el tiempo que era en los dispensarios por la camaradería entre profesionales y la cercanía con los pacientes.

"En el ’89 entré a la guardia de la Asistencia Pública, que no se usa más esa modalidad ahora. Después recorrí varios lugares de la Municipalidad, en la parte de otorgamiento de licencias de conductor, otorgamiento de certificados para trámites prenupciales. En los últimos años estuve en tres dispensarios: barrio Dos Hermanos, Jardín y Roque Sáenz Peña", se explayó. 

De todo ese recorrido, 28 años los dedicó a las guardias como médica de la Clínica de Psiquiatría, el único lugar que no pertenecía a la salud pública donde compartió horas de trabajo. 

Entre el olvido y la lucha

Arce todavía siente añoranza por aquellas guardias de 48 horas que realizó, por el personal de Enfermería con el que siempre empatizó y del cual agradece haber aprendido mucho.

Hace 7 años que ya se acogió al beneficio de la jubilación. Nunca resignó su pasión por la salud pública y no se inclinó por ejercer en la medicina privada. 

A lo lejos, hoy entiende mejor lo injusto que se es con los jubilados en general y con los vinculados al ejercicio de la medicina aún más. "Me di cuenta al jubilarme que somos rechazados en muchas cosas. Para muchos somos viejos, la gente de menor edad cree que aprenden solos y nosotros los molestamos. En realidad, los podemos guiar, con sugerencias o consejos que a nosotros no nos dieron porque no se hacía en esa época". 

En paralelo, también se identifica con la lucha del personal de salud pública que sigue activa en los hospitales de toda la provincia. "El personal de salud merece mejores condiciones. Así como muchos los aplaudieron en la pandemia por el trabajo que hacían, ahora también tienen que reconocerlos, no sé cual sería la diferencia", señaló