Magnolia y Estela son dos perras, madre e hijas respectivamente, que recientemente sufrieron la muerte de su guardador y quedaron solas. Por esto motivo, desde la Sociedad Protectora de Animales les dieron asistencia y las ubicaron en un hogar transitorio hasta que puedan conseguir una familia que las adopte.

Su caso se viralizó y tres días después de una nota de El Periódico contando su historia apareció esa familia con domicilio en Colonia San Bartolomé, distante a 72 kilómetros de San Francisco.

María Soledad Ferreyra, su nueva guardadora, explicó a El Periódico que por medio de una amiga que vive en nuestra ciudad conoció la historia y no dudó en tenerlas a ambas en su casa: “Estaba en busca de adoptar una perra porque hace tiempo tuve una ‘Lassie’ (raza Border Collie) que luego de 15 años falleció por viejita. Sentí el vacío de que me faltaba algo porque me había acostumbrado mucho a ella. Al ver la publicación que pedían adoptar a las dos juntas por el vínculo, dije ‘yo las quiero’”.

La mujer se contactó con una integrante de la Sociedad Protectora de Animales de San Francisco y le hizo conocer su decisión de adoptarlas: “Lo hice de corazón, me contaron que el dueño murió, que estaban criadas juntas y no las querían separar. Y en casa somos animaleros, perreros; cuando vi las fotos me llenó de ternura. Tengo un patio grande… mi marido no estaba muy de acuerdo al principio pero después me dio con el gusto”, dijo contenta.

Madre e hijo, después de un tiempo ya tienen su nuevo hogar.
Madre e hijo, después de un tiempo ya tienen su nuevo hogar.

Hace exactamente una semana las vinieron a buscar a nuestra ciudad en una camioneta: “Fue una lucha ponerlas en la jaula, de a poco Estela (la hija) se vino, pero la mamá demoró. Cuando ambas ingresaron viajamos, fuimos parando para darles agua porque hacía mucho calor. Esa noche que llegamos, las sacamos de la jaula y es como que volvieron a vivir”, relató.

Corazón contento

María Soledad tiene dos hijos varones de 14 y 6 años: Lara (su anterior perra) nos dejó un vacío enorme, ellas se crió con mis hijos, los protegía. Entonces ellas (por las nuevas integrantes de la casa) vienen a completar ese vacío. A mí me explota el corazón de alegría”, afirmó.

Sobre sus conductas, agregó: “Están chochas, son re mansas, tranquilas. Están alterada un poco por el calor, pero van bien. Cada una tiene su casita, tienen sombra y sufuciente espacio para ir y venir”.

Ferreyra sostuvo que su idea ahora es que las perras se adapten a su nueva casa y familia y que con el tiempo puedan salir a pasear todos juntos: “Me dijeron que no conocen la calle, estuvieron encerradas en cautiverio”.

Sobre la decisión de adoptar, la mujer fue clara: “Había visto publicaciones de la Protectora del pueblo pero las pasé de largo. Pero cuando las vi a ellas dije ‘por qué no traérmelas conmigo a las dos’. La verdad es que estamos muy felices”, concluyó.