Rostros emocionados, alguna que otra palmada sobre las espaldas y abrazos cortos fueron postales de la vuelta del sistema de visitas a geriátricos y hogares de ancianos en toda la provincia de Córdoba durante la última semana, las cuales deben seguir respetando el protocolo sanitario.

Edita Beccaría (82) ríe y llora de emoción. Está sentada por fin junto a su hija Liliana Posetto en el hogar ‘Josefa y Ramón’ donde pasa sus días desde hace unos cinco años. La pandemia del Covid-19 le había quitado tanto a ella como a muchos adultos mayores el contacto cercano con sus seres queridos, ese beso y abrazo contenedor. Durante largo tiempo debió a ver a los suyos detrás del frío vidrio de una ventana o escuchar simplemente su voz por teléfono para sentir que afuera de la que hoy es su casa todo andaba bien.

“No podíamos venir a verla, por más de un año no hubo contacto directo. Hubo un tiempo en que más o menos la pudimos ver de a ratitos, pero detrás del vidrio de la ventana. Yo afuera y ella adentro, era algo triste, mi mamá no lo entendía y uno tratando de explicarle lo que pasaba”, explicó Posetto.

Previo a la pandemia, Edita, que hace unos años sufrió un ACV que le causó lesiones severas, veía a sus familiares unas tres o cuatro veces a la semana. Cabe recordar, que desde marzo de 2020, rigen restricciones de ingreso a estas instituciones, donde residen muchos adultos mayores.

Pero ahora, según se informó esta semana rige un nuevo sistema. Las visitas no podrán durar más de una hora y una de las medidas más restrictivas es que se permitirá el ingreso a un máximo de dos familiares, que deberán presentar un test antígeno PCR no mayor a las 24 horas.

Liliana contó que el encuentro fue a puras lágrimas: “El reencuentro fue llorando, ella busca de tocarme, es muy expresiva, me quiere abrazar y se hace como se puede. Pero por lo menos podemos estar un rato juntas, ella era muy andariega y la verdad que tenía miedo que en todo este tiempo se me venga abajo”, reconoció la hija sobre su mamá, quien además tiene dos hijos más (una mujer fallecida) y cuatro nietos.

Ante cada palabra de su hija, Edita asiente con risas primero, pero por momentos la mira y no logra contener el llanto: “Acá está contenida, el trato que tiene es muy bueno”, resaltó Posetto.

Ser familia

En otro sector de la sala, Delfín Guillermo Gutiérrez (73) se encuentra acompañado de Nancy, su hija, y también de una nieta. Reside en el lugar desde enero de este año, llegado desde la ciudad de Morteros.

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Delfín habla poco, pero sus palabras son sentidas: “Acá la atención es muy buena, la gente también. Me da mucha alegría que me visiten, así como piensan en mí (por su familia) yo pienso en ellos; son mis hijos y uno no los saca de la cabeza”, dijo el hombre que tiene cuatro hijos y diez nietos, mientras trata de contener una lágrima aunque pierde en ese intento.

Nancy, quien viajó desde Morteros para verlo el pasado jueves, contó que este año tuvo la posibilidad de tener contacto físico con su papá debido a un problema de salud que sufrió una noche de abril cuando se levantó para ir al baño. Allí se resbaló y en la caída sufrió la quebradura de su cadera.

“Mantener el vínculo es muy importante. Lo de la pandemia no es que no lo entienden, pero es algo nuevo para ellos, y nos dificulta a venir más seguido. Pero antes era todas las semanas por teléfono”, resaltó.

Remarcan la necesidad de que ingresen los kinesiólogos

Desde los hogares y geriátricos aseguraron que una de las necesidades más urgentes en la actualidad pasa por el ingreso de kinesiólogos a estos espacios para que los abuelos que lo necesiten puedan hacer sus tareas de rehabilitación.

Carmen Acuña, propietaria del hogar ‘Josefa y Ramón’, elevó este reclamo a la agencia local de Pami, aunque le indicaron que debe hacerlo a través de un 0800 que la contacta con la agencia de Córdoba: “Llamo seguido y me dicen que todavía no se puede. Pero ya habilitaron las visitas de familiares y este servicio es tan importante que deberían tenerlo en cuenta y usarse el mismo protocolo”, pidió.

“Acá la mayoría de los residentes necesitan rehabilitación. Cuando venían los kinesiólogos ellos estaban mejor, hay muchos abuelos con problemas de cadera, los cuales no podemos trasladar hasta un centro para que vean a un profesional”, sostuvo.

La situación se torna similar a la que ya pasaron con los servicios de emergencias: “Con los servicios de emergencias lo pudimos solucionar, hubo momentos en que debimos atender a los abuelos en la vereda”, afirmó.

Sobre el retorno de las visitas al lugar con protocolo, Acuña expresó: “Es otro el ánimo de los residentes. Las chicas que trabajan acá y yo también debimos hacer la contención y sobrellevar cada momento. Hubo que estar acá dentro este año y medio, vivirlo con las diferentes presiones”.

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Acuña indicó que en su caso debió asumir el rol de conseguir las recetas, ir a la farmacia y visitar a los médicos ante cada situación que se presentaba con los abuelos: “Yo los llevaba a los médicos si había que llevarlos, hacer los trámites personales porque sus familiares son personas mayores, de riesgo, además tengo personas alojadas sin familiares en la ciudad”, destacó.

Por último, la propietaria del hogar explicó que puertas adentro se cuidaron mucho respetando los protocolos en todo este tiempo: “Por suerte no tuvimos Covid. Era muy difícil no poder dejar que haya abrazos, besos; nos tocó a nosotros todo ese trabajo de contención”, aclaró y pidió por la segunda dosis de la vacuna al personal que se desempeña en estos espacios.