Hace un año, San Francisco dio un paso importante para afrontar la problemática de las personas en situación de calle con la apertura del Refugio Nocturno, el cual funciona diariamente en Dante Alighieri 1590.

Desde entonces, cada noche entre 10 y 16 personas sin hogar o que divagan por las calles a causa de distintas problemáticas -corte de lazos familiares, adicciones, falta de trabajo-, encontraron un lugar seguro donde descansar en una cama confortable y acceder a una comida caliente.

El impacto positivo del Refugio Nocturno es evidente no solo en las estadísticas, sino también en las historias de vida que han encontrado un nuevo rumbo. Los trabajadores y los voluntarios del lugar se mostraron satisfechos con la prestación del servicio y aseguran que han formado una “gran familia” con los asistentes.

Darío Ledesma y Betiana Sandez son dos de los trabajadores dependientes de la Secretaría de Políticas Sociales que están desde el primer día desempeñándose en este lugar y ellos realizaron un balance sobre el crecimiento del espacio, su interacción y el vínculo que generaron con las personas que allí asisten.

Junto a Delfina Gaspar, los trabajadores van turnándose durante la semana para recibir a las personas desde el ingreso a las 20 hasta su egreso a las 8. Ellos se ocupan de recibirlos, ofrecerles una merienda, luego la cena y el desayuno al otro día. Pero también se encargan de mantener el orden, asistirlos si necesitan ropa de abrigo y mantener un contacto para trabajar en red con otras instituciones en caso de que surjan nuevas necesidades.

“No solamente se les brinda asistencia en las comidas o el abrigo, sino también un espacio de escucha. Compartimos todos los días con ellos y lo que hacemos con el espacio de Políticas Sociales es coordinar algunas otras cositas en relación a particularidades de cada uno”, destacó “Betty”.

En el caso de Darío se trató de una experiencia nueva: “No sabíamos cómo iba a funcionar esto, en el caso mío fue muy particular porque yo estuve del otro lado; pasé por situación de calle en Rosario, en la década del 70 al 80 y fue muy particular este año porque fue un acompañamiento y un aprendizaje de ambas partes. Ellos necesitaban un espacio pero también mucha contención y nosotros fuimos aprendiendo a compartir y hoy somos una familia”, resaltó.

En este sentido, ambos coincidieron en que “conocemos todos los gustos de las personas que asisten, sus dolores, sus angustias y la contención fue muy importante para complementarnos con ellos”.

“Construyendo” día a día

El Refugio Nocturno ha logrado mucho más que brindar un techo temporal, ayudando a las personas en situación de calle a recuperar su dignidad y autoestima.

“Es muy gratificante trabajar en lo que te gusta y yo realmente me siento muy feliz de estar en este lugar -aseguró Darío-. Creo que Dios acomoda las cosas y pone a las personas donde deben estar. Nosotros dormimos acá y compartimos muchas cosas con los chicos. Cuando miro para atrás y veo las cosas que han ocurrido, cómo varios de ellos se han puesto de pie porque hay gente que está trabajando, que ha recuperado su familia, también han tenido sus caídas, pero se han levantado como la vida misma”.

Y agregó: “Nos pone muy feliz que hayan podido recuperar sus vidas, porque han llegado realmente en una decadencia total, en todo aspecto y hoy los ves con ganas, con proyectos, entonces creo que si ponemos en la balanza cuál fue la función de este lugar hay que destacar el acompañamiento, la escucha y la contención. Cuando se encuentran acá y ven todo esto, una familia, una casa y un lugar común, que tendría que ser lo normal para todas las personas”.

Un año del Refugio Nocturno: una puerta que se abre para salir de la indigencia

El promedio de edad de los asistentes ronda entre los 25 a los 74 años, aunque también han recibido a jóvenes de 20 años.

Para “Bety” se trató también de “una experiencia nueva, porque no hay otro dispositivo similar en la ciudad, sino que se fue construyendo día a día en relación a las demandas, a las personas que se acercaban, todo eso se fue aprendiendo. Incluso todos los días siempre hay algo nuevo, se trabaja en una dinámica de convivencia y el aprendizaje está ahí”, expresó.

Los trabajadores destacaron que estas personas en situación de calle “eran invisibles a la sociedad, que cada uno acarrea sus problemas, pero aprendieron a dejarlos afuera y entrar al refugio para poder ser una familia”.

Reglas claras

En el refugio hay reglas de convivencia claras que fueron informadas desde el primer día, aquel 29 de junio de 2022, una de ellas, es que tienen prohibido el ingreso aquellas personas que hayan consumido alcohol o estupefacientes. “Ese criterio de ingreso, ellos los han comprendido, y no tuvimos dificultades. En ese sentido son muy respetuosos. Hay una población que consume que no es la mayoría y con algunos se ha podido articular con espacios de rehabilitación para que pudieran encarar un tratamiento”, aclaró Sandez.

Y justificó: “El refugio no tiene las herramientas para funcionar como espacio de rehabilitación, porque ya estaríamos hablando de otro dispositivo de trabajo”.

Al respecto, Darío, por su experiencia de vivir en la calle opinó: “Los chicos ingresan a las 19.30 hasta el otro día y hay días que son crueles. Varios de ellos que no tienen otra actividad ni otro lugar para ir. Me parece que deberían tener un acompañamiento en ese lapso del día; hay gente que trabaja, pero otros que no tienen nada y eso puede ser problemático”.

De todas maneras, los trabajadores del Refugio Nocturno destacaron la importancia del lugar, que, según sus opiniones, “ha marcado una diferencia en la vida de las personas más necesitadas”.

Un año del Refugio Nocturno: una puerta que se abre para salir de la indigencia

“Era una demanda social de hace mucho tiempo”

La directora de Políticas Sociales, Claudia Lenis, también realizó un balance sobre el año de apertura del refugio y consideró: “Me parece que era una demanda social de hace mucho tiempo que de alguna manera lo trataban de cubrir otras organizaciones, pensando más desde una cuestión alimentaria y de abrigo. Pero cuando Damián -Bernarte- asumió la intendencia y tomó la decisión política de crear la Secretaría de Políticas Sociales, puso a la cuestión social dentro de la misma jerarquía que tienen otras áreas y ese no es un tema menor”.

Y continuó: “Sabíamos que teníamos que delinear una política pública para la gente en situación de calle. Conocíamos que había aproximadamente entre 15 y 20 personas que estarían dentro de esta condición. Pero lo que no sabíamos en la apertura del dispositivo era si en la práctica esto se iba a ser realmente así. Y desde ese lado no nos hemos equivocado, en este año de apertura, solamente en dos oportunidades se ha dado la situación que ha quedado gente que no pudo ingresar a dormir porque estaban el cupo lleno”.

Lenis se mostró conforme y contenta con el funcionamiento del refugio: “Creo que se hace más de lo que estaba previsto, porque en realidad nosotros pensamos esto como un refugio para gente en situación de calle y con el correr del tiempo comenzamos a acompañar diferentes trayectorias personales”, argumentó.

En este sentido, agradeció a la gente que trabaja en el lugar y al grupo de voluntarios tanto de la Iglesia católica y evangélica que también brindan colaboración en el Refugio: “Ellos le dan un plus desde el acompañamiento pero también en resolver otras situaciones que se van dando, y han sido muy importantes al momento de que varias personas se replanteen sus situaciones”.

Ciruja, la mascota del lugar

Esta historia de solidaridad también tiene sus apostillas de color como la adopción de un perro callejero por parte de la “familia del Refugio”.

“Tenemos un Ciruja -así fue bautizado-, un perro galgo de la calle que viene todos los días a la hora de apertura. Es el primero que ingresa y ya tiene su lugarcito en la casa. Es parte de nuestra familia”, dijo con una sonrisa Darío.  

Este fiel compañero se ha convertido en un símbolo de la unión que prevalece en el lugar.

Ciruja en el refugio.
Ciruja en el refugio.