En el marco del Día de la Mujer, es importante reconocer a aquellas mujeres anónimas cuyas tareas se destacan en estos tiempos de crisis y un contexto donde muchas veces desde ciertos sectores se promueven mensajes de individualismo y de “sálvense quien pueda”. En contraposición aparecen figuras como la de Stella Maris Soria (50), una trabajadora de Frontera que, con esfuerzo y dedicación, ha convertido un espacio de ayuda en un pilar fundamental para muchas familias necesitadas de esa localidad, pero también de Josefina y San Francisco.

Su camino solidario se inició con una olla con leña en el patio de su casa hasta ocupar un espacio en el Centro Vecinal Santa Teresita, donde cientos de personas se acercan a retirar sus viandas de comida o donde los niños acuden a tomar la merienda. Un transitan largo, arduo y significativo.

Con orgullo, cuenta que fue Ramona, su madre-o como muchas la conocían ‘la Chacha’-, la que le marcó el camino solidario: "Siempre me decía que 'El día que seas grande y tengas la posibilidad de ayudar, nunca lo dudes'. Y yo nunca lo dudé", sostiene; y agrega que Ramona “le daba de comer al que pasaba, al que vivía en la calle, era una mujer solidaria".

Con respecto a la “Olla Solidaria de Frontera Dios es Amor” y el merendero “Corazón de Niño” refiere que en los comienzos de la pandemia hace unos cinco años atrás junto a su esposo pensaron en cuántas familias la debían estar pasando mal en ese momento. Así recuerda Soria el momento en que decidieron abrir su hogar para cocinar viandas solidarias. "Recuerdo que fue con una olla, con leña y vinieron mis suegros, vecinos y amigos a colaborar”, dice.

Stella Maris sostiene una olla solidaria en Frontera: “Mi mamá siempre me dijo que no dude en ayudar”

En ese entonces, la demanda comenzó siendo enorme. "Lo hacíamos de lunes a viernes, después, por el tema de las donaciones y las complicaciones que hay para conseguir mercaderías, todo por la crisis, se realizaba tres veces a la semana", precisa. Actualmente, funcionan en el Centro Vecinal Santa Teresita- Calle 9 Nº 942- y brindan viandas los lunes y jueves, mientras que los martes se elaboran las meriendas.

La “dura” actualidad

A pesar del compromiso y el esfuerzo de Stella Maris y su equipo de voluntarios, la situación económica actual hace que las donaciones sean cada vez más difíciles de conseguir. "Sabemos que a nivel país está todo complicado y también a nosotros se nos dificulta conseguir la mercadería para tanta gente. Nos gustaría poder brindar un plato de comida más todos los días, porque de hecho la gente nos pide más ayuda ", reconoce.

La demanda de viandas crece, especialmente a fin de mes. "El año que pasó nos desbordó totalmente porque tuvimos alrededor de 290 viandas cada día", cuenta. Entre quienes buscan asistencia hay vecinos de Frontera, San Francisco, Acapulco y Estación Frontera, entre ellos muchas personas mayores. "Lo que más lástima me da de todo esto son la gente adulta, porque a esta altura ellos no deberían tener que salir a buscar sus comidas a otros lugares que no sean sus casas", dice emocionada.

Además del plato de comida, el comedor es un espacio de contención para quienes lo necesitan. "Cuando hace frío, mientras esperan que entreguemos las viandas, los recibimos con torta frita, con café, con té. Ellos se sienten en casa porque van un ratito antes para hablar con nosotros", describe Stella, resaltando el sentido de comunidad que se ha formado.

Stella Maris junto a parte del grupo de colaboradoras.
Stella Maris junto a parte del grupo de colaboradoras.

Un equipo que no baja los brazos

El trabajo solidario es intenso en la olla popular: "No solo es hacer las viandas, después de terminar de cocinar tenemos que limpiar, dejar todo el centro vecinal ordenado, limpio", explica Soria sobre la tarea que lleva adelante junto a Lili, Nancy, Claudia, Erica, Alejandra, Marcelo y Micaela. "Es un trabajo bastante arduo pero lo hacemos con amor", cuenta.

Recientemente, su labor fue reconocida por el Comité de Honor de Arquitectos Sociales, en la categoría servicio solidario, un gesto que la emocionó profundamente. "Cada vez que recuerdo el momento, se me pone la piel de gallina. Fue una caricia al alma porque estábamos trabajando y llegó la gente del Comité a sorprendernos", recuerda. Sin embargo, insiste en que su reconocimiento debería ser extensivo a otras mujeres: "Hay muchas que deberían ser reconocidas y valoradas, en nuestro grupo tenemos varias mujeres que trabajan por el prójimo y quizás hay gente que no sabe la gran tarea que hacen", cierra.