Cristian Néstor Carle lleva 23 años dentro de Bomberos Voluntarios. Ingresó en junio de 1995 y hoy también lo acompañan en esta vocación sus dos hijos.

Carle está casado desde hace casi 20 años y tiene dos hijos: María Alfonsina (14 años) y Juan Cruz (10 años). Ambos siguen los pasos de su padre y se están formando en la escuela de aspirantes. El bombero cuenta que cuando se casó en 1999 vivió durante siete años en uno de los chalet que pertenecen a la Sociedad de Bomberos Voluntarios y luego alquiló una casa, hasta que obtuvo su propio hogar en el barrio de las 400 viviendas.

Carle explica que en nuestro país, el bombero voluntario tiene prioridad sobre otros ciudadanos en los planes de vivienda nacional. Debido a esto, se acercó a la Municipalidad un grupo de bomberos que no contaban con casa propia. Así se estableció un decreto para determinar que el 3 por ciento de las viviendas fueran destinadas a los voluntarios. “Hoy estoy viviendo en esa casa gracias al cuartel”, afirma.

“Siempre quise ser bombero, con mi mujer me puse de novio a los 16 años. Ella no quería que sea bombero porque tenía miedo. Hasta que un buen día después de tanto insistir me dijo ‘puede ser’ y con eso me alcanzó para solicitar la planilla de ingreso. Yo tenía 22 años en ese momento y ahí empecé”, recuerda.

Horas en el cuartel

Dice Carle que ser bombero es algo que no podés dejar nunca. “Hemos pasado más horas dentro del cuartel que en nuestros hogares”, reconoce. Cristian está en el cuartel gran parte de su día, no solo para cumplir con sus responsabilidades como voluntario sino también para trabajar como despachador.

El voluntario es además Analista en Sistemas y posee un negocio de venta y servicio técnico de computadoras. El resto del tiempo lo ocupa con su familia, con quienes intenta pasar el mayor tiempo posible. “Con mis hijos trato de pasar mucho tiempo, trato de estar presente. Creo que en algún momento mi hija me puede reprochar que no estuve presente en algunos momentos. Mi hijo no, porque paso mucho tiempo acá  con él”, señala Cristian. El bombero reconoce que para él, más allá de la pasión y vocación que siente por esta profesión, su familia es lo más importante.

“Si vos no tenés una persona a tu lado que te acompañe no podés ser bombero, porque ser bombero significa que vas a faltar a muchos cumpleaños o que no vas a pasar muchas navidades. Creo que todos los que estamos dentro del cuartel hemos pasado una navidad o un fin de año acá”, explica.

Su actividad como bombero

Cristian está a cargo del Departamento de Recursos Humanos, y dentro de este tiene cuatro áreas de trabajo: administración, capacitación, los aspirantes menores y salud.

Su labor como despachador comenzó en 2001. Debido a la crisis del país muchos bomberos estaban sin trabajo, por lo que se tomó la decisión de incorporarlos para trabajar en este sector, antes solo se tomaban policías que se encontraban retirados. “Había que postularse, yo lo hice, al principio éramos cuatro y ahora quedamos dos. Hoy tengo dos trabajos que me permiten mantener a mi familia”, cuenta.

Ser bombero es apasionante. Nosotros no tenemos sueldo, lo hacemos porque nos gusta porque nos apasiona. Por eso cada uno tiene que tener su trabajo. Y hay gente que no entiende eso, que piensa que cobramos, que estamos de guardia esperando a que toque la alarma, y no, uno cuando suena la alarma tiene que dejar sus actividades para venir y poder salir para el siniestro. En parte creo que es culpa nuestra por no darnos a conocer”, considera.

Por ultimo recuerda las veces que debieron salir por falsas alarmas o bromas de mal gusto y cuenta que en la actualidad debieron poner un sistema para poder identificar las llamadas y realizar un procedimiento de tres preguntas, lo que les permite verificar la veracidad del hecho.