Suena Ricky Martin en alguna radio de San Francisco, pero sus notas quedaron congeladas en el cassette que llevaba Mónica en sus manos el viernes 5 de agosto de 1994. Era pleno invierno y siesta cuando salió de su casa pasadas las 14.30.

La mamá había viajado por una consulta médica y la adolescente quedó en la casa de Ameghino 1530 (hoy habitada por otra familia) con su papá y los hermanos. Salió del hogar de barrio Jardín y nunca más su familia la volvió a ver, su cuerpo fue hallado tirado en una zanja a 200 metros al oeste de Av. Caseros cerca del basural el 27 de agosto.

Mónica, es Mónica Del Valle Parolini y en aquel momento tenía solo 14 años. Una chica común y corriente con amigas, una familia que la amaba, que iba a la escuela y sueños que nunca se cumplieron, con la ilusión de crecer y ser alguien en la vida, esa que le arrebataron unos muchachos de manera salvaje.

Acaban de cumplirse 30 años de este crimen ocurrido el 5 de agosto de 1994 en San Francisco, el que conmocionó fuertemente a la comunidad de la época y no tenía precedentes cercanos en la ciudad si se comparan las características de otros asesinatos. Muchas personas lo compararon por la brutalidad con lo que le había sucedido a María Soledad Morales, pero acá no hubo hijos del poder señalados. Al igual que en Catamarca aquí hubo marchas del silencio orando por la adolescente.

Al día de hoy, todos saben en barrio Jardín cuál era la casa de Mónica, no es casualidad porque hay vecinos de ese entonces que residen todavía en los alrededores. El que no recuerda el nombre, sabe la historia “de la chica”, esa por la que muchos marcharon desde allí hasta la Policía en su búsqueda primero, exigiendo justicia después.

La última caminata

Según pudo reconstruir la investigación de la Justicia, ese día Mónica tenía que devolver un casete de Ricky Martin a otra chica y con ese objetivo salió de su casa en Ameghino 1530 vestida con vaquero azul, pulóver blanco y rombos marrones y un gorro de lana.

Caminó cruzando la plaza de barrio Jardín, estuvo en una vieja sala de videojuegos que se ubicaba en Bv. Juan B. Justo y visitó el Ipem N° 96 "Prof. Pascual Bailón Sosa" que estaba cerca de allí en aquellos años.

Cuando caía la tarde alrededor de las 18.30 encontró a Valeria Ferreyra en el centro, ella fue la persona que ofició de engranaje para encaminar la investigación sobre el crimen porque –aunque nunca dio declaraciones hasta ahora – estuvo allí mientras todo sucedió.

El sol no volvió a salir

Valeria era novia de un joven llamado Cristian Ruiz que vivía en Marconi al 1400. Lo separaban metros de la casa de Mónica.

Las dos chicas y Cristian fueron a lo de José Alberto Pacheco, familiar de él, en Carlos Gilli 2238. Sin embargo, no fueron los únicos verdugos de la jovencita ya que aparecieron después en escena Alejandro D'Angelo y Julio Ruiz (primo de Cristian).

Situados en ese contexto se desarrolló lo que le dijeron a Mónica que sería una fiesta, pero la realidad de aquel día distó de eso. Ellos se drogaron con cocaína y marihuana, a Mónica la incitaron a beber y así se aprovecharon de su inocencia.

Mientras Valeria y Cristian estaban juntos en una habitación, D’Angelo, Pacheco y Julio Ruiz la atacaron a Mónica, la violaron y golpearon, como pudo la adolescente se resistió y fue entonces cuando Cristian entró y terminaron de someterla.

La creyeron muerta después de tanto maltrato así que se deshicieron del cuerpo yendo rumbo al basural. Iban en el auto de Pacheco y al sacarla creyeron que se movía así que, según la Justicia, Pacheco la ejecutó con un disparo en la cabeza.

Castigo

La investigación en un primer momento fue tomada por el juez de instrucción Fernando López, el mismo que hoy es un prolífico escritor de novela negra. Fue poco el tiempo que condujo la causa dado que se giró a otro juez y terminó en un juicio ante la Cámara.

Con el testimonio de Ferreyra se fue abriendo paso al esclarecimiento de lo que sucedió y eso no fue tarea fácil porque siempre hubo otras versiones en torno a lo acontecido. Unos decían que hubo otras personas, otros dudaban de Ferreyra y de cuándo verdaderamente murió Mónica.

El juicio terminó el 27 de noviembre de 1995 con condenas por un delito de violación calificada. Pacheco recibió condena de prisión perpetua que en aquella época tenía como límite 20 años y se lo consideró el autor del disparo que tenía la víctima.

A Cristian Ruiz se lo condenó a 16 años, D’Angelo y Julio Ruiz recibieron 14 años, éste último murió en la cárcel de San Francisco en una aparente pelea cuando le restaba poco tiempo para que recuperara la libertad.

En cuanto a los demás ya están libres porque las leyes eran otras, amén de que salieron antes de cumplir la totalidad de ese monto. El rostro de Pacheco – el que la ultimó sin piedad - tomó estado público en 2014 cuando salió en libertad y siguió sosteniendo su inocencia además de considerar que le “arruinaron la vida”.

A Mónica no se le arruinó la vida: se le acabó esa noche en que abusaron de ella. A 30 años del día que cambió la historia de San Francisco su memoria sigue presente, no solo por los datos del crimen sino por el recuerdo de esa chica sonriente que tenía amigas, era querida, iba a la escuela y salió a devolver un cassette con viejas canciones de Ricky Martin.