Por Oscar Romero
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Es la madrugada del Viernes Santo y en las afueras del salón de Bomberos Voluntarios se va reuniendo una importante cantidad de gente y no precisamente a reflexionar sobre la pasión y muerte de Jesucristo. Para estas personas la noche encierra otra pasión, la de escuchar buena música. Las plegarias quedarán para el día, tal vez.

En pocos minutos hará su presentación una de las bandas cuarteteras del momento, Sabroso. Hasta el baile llega “Miru”-el apodo de Mirtha de 25 años- acompañada de su marido y dos parejas. “A Sabroso lo sigo desde siempre, son únicos y me encantan todos sus temas”, dice la joven.

Cuando le pregunto cuál es su cantante favorito mira de reojo a su marido Ariel. Él asiente con una sonrisa como permitiendo la respuesta. “Lisandro es hermoso y canta divino”, contesta la mujer y enseguida besa a su compañero. Él prefiere escuchar La Fiesta pero la acompaña al show de Sabroso porque es una forma de compartir los gustos de cada uno.

De todo hay en la viña

Como en todo baile la gente es de lo más variado, aunque la mayoría son grupos de mujeres y se observan muchas parejas como en el caso de Ariel y Miru.

La ropa de los hombres es muy variada. Por un pasillo pasa un muchacho de unos 30 y pico, con saco, camisa, pantalón de vestir y zapatos; y atrás se ve a un joven de unos 25 en zapatillas, jeans y una campera del Barcelona. “Es la del equipo de Pep, no la de Martino”, aclara riendo.

Las chicas llevan, en general, una vestimenta más uniforme: directamente ropa de salida de fin de semana. Mucha calza, camisas y zapatos.

Larga la música

Son las 2 de la madrugada y unas 2 mil personas aguardan la salida de la banda. Cinco minutos después se enciende el griterío de las chicas, se apagan las luces y la música comienza a sonar. Así arranca el cuarteto.

Más que un baile se parece un recital. Gran parte de la gente se amontona sobre las vallas de seguridad siguiendo y cantando los temas de la banda, más atrás no son muchas las parejas que se dedican a moverse. Al costado del escenario no son pocas las chicas que van a insistir durante todo el baile para subir al escenario y saludar a la banda en el backstage. Un par de ellas lo consigue.

Los que sí se mueven incansablemente son los vendedores y los chicos que preparan las bebidas de las tres cantinas abiertas, donde los pedidos son de lo más variado. Cerveza, vino con coca, fernet y hasta la caña Legui con soda se preparan sin descanso.

Agradecidos

El baile transcurre con total normalidad, con Lisandro Márquez y Wally Mercado -los cantantes- repasando los éxitos de sus 13 años de trayectoria. Arriba del escenario los músicos parecen disfrutarlo tanto como sus fans y así lo deja en claro Lisandro: “Somos una familia, unos agradecidos de la vida por hacer lo que nos gusta y disfrutamos y nos divertimos en cada show”.

Afuera la ciudad se muestra silenciosa en la víspera de una celebración religiosa. Adentro, en el baile, muchos celebran la pasión de la música, porque al fin y al cabo, cada uno elige su religión.

MUCHO DULCE

Entre las bebida de la barra sobresalen algunos licores bien dulces, como Legui o el de melón. “Al Legui me lo piden con cualquier cosa: granadina, coca, fanta o soda”, dice uno de los vendedores. El de melón lo suelen pedir cortado con speed. Todo un dulzor.

90 PESOS

Es el costo de la entrada en boletería para un baile de Sabroso, más cara que otros como Damián Córdoba o La Fiesta. Al precio lo decide el grupo.