Los 75 años recién cumplidos de Nildo Porta son indescriptibles: el hombre ha hecho de todo un poco en la vida sea por aire, tierra y agua, ya que se destaca en varias actividades en estos tres ámbitos. Por eso si se habla de escultismo él está, si se piensa en las motos y los viajes, también; y si se quiere saber sobre paracaidismo él es una persona a la que siempre se puede consultar.

Para ponernos en contexto primero hay que decir que Porta nació en la zona rural de Morteros, fue a una escuela de campo hasta “cuarto grado y medio”. Siendo pequeño le dijeron en su familia que había que ayudar trabajando en el campo y así empezó a arar con caballos.

“Estuve en el campo hasta los 15 años más o menos, ya ahí empecé a ir a Morteros a trabajar como empleado en un taller mecánico. A la mañana ordeñaba las vaquitas en el campo, después me iba al pueblo y así hasta que llegué a los 20 años, que ya me tocó el Servicio Militar”, relató el señor que siendo jovencito estudió para ser mecánico por correspondencia.

Justamente el Servicio Militar Obligatorio (SMO) fue un gran quiebre que lo unió de forma inesperada con el paracaidismo y que lo terminó catapultando años después a grandes aventuras en este ambiente.

“Cuando me tocó el servicio militar en Córdoba estuve en camino a Calera en Artillería. Preguntaron quién quería hacer el curso de paracaidismo y ahí arrancó mi carrera, hice creo que cinco saltos porque me fui en la primera baja a los ocho meses”, explicó Nildo, que atravesó la “colimba” en 1969, el año del Cordobazo.

Por problemas en los brazos dejó de saltar, pero tuvo tiempo al fin para construir su túnel de viento que ahora está mejorando.
Por problemas en los brazos dejó de saltar, pero tuvo tiempo al fin para construir su túnel de viento que ahora está mejorando.

Aire

Esos saltos le cambiaron la vida a este hombre que cuando volvió a Morteros pasaba a buscar los fines de semana a su novia (hoy esposa) y llegaba al Aero Club San Francisco para saltar porque en su ciudad esta institución “tenía yuyos de dos metros de alto” y estaba inactiva.

Entre la baja del SMO y el salto ya como civil en San Francisco pasó una semana. El paracaidismo se volvió una actividad muy gratificante para su vida, aunque él asegura que nunca fue bueno haciéndolo. En aquellos años el Aero Club San Francisco tenía su Primera Brigada de Paracaidismo Militar que había iniciado su amigo Hipólito Villarruel (fallecido el pasado 27 de mayo a los 86 años). Porta fue de la segunda camada de paracaidistas instruidos por este señor.  

“Siempre fui del montón, me destaqué en una disciplina que es la precisión de aterrizaje, no tuve la oportunidad de poder competir en algún campeonato importante porque tampoco le dediqué mucho entusiasmo al entrenamiento. Pero seguí saltando durante muchos años”, contó.

Restaurador

A Nildo le gustaba venir a San Francisco a saltar, incluso su esposa también lo hizo varias veces porque era su salida de novios en aquellos años. Y si bien en Morteros el Aero Club estaba parado hacía al menos una década, la vida hizo que él fuera quien lo volvió a poner de pie.

“Cuando volví del servicio seguí trabajando como mecánico y había entrado a la Municipalidad, donde fui el que creó el taller mecánico. Con el intendente que estaba en ese momento hablaba de que iba a saltar a San Francisco y me dice ‘por qué no ponemos de marcha el aeroclub de aquí así puedes saltar acá’”, relató Porta.

La intervención del municipio y la prestancia de Nildo permitieron que ese Aero Club volviera a brillar, que tuviera campeonatos nacionales de paracaidismo hasta que la naturaleza dijo basta. Llegaron dos inundaciones y un tornado que lo terminaron obligando a emigrar y la entidad se perdió de nuevo.

Con unos cuantos ajustes el túnel de Nildo quedará listo para vivir la sensación de la caída libre.
Con unos cuantos ajustes el túnel de Nildo quedará listo para vivir la sensación de la caída libre.

Destino Bahía Blanca

Con su esposa y Diego, el mayor de sus hijos, Porta emprendió viaje a Bahía Blanca donde trabajó en una empresa de transporte y tuvo que reinventarse para dar sustento a la familia. Lo único que no cambió fue su gusto por saltar desde el aire y empezó a hacerlo con una brigada militar en el Aero Club bahiense.

“Conocía unos militares amigos paracaidistas, así que por eso aterricé allá. Era irresponsable, pero ellos me llevaban a saltar a los festivales y me ponían un uniforme militar. Supimos de una pista que estaba abandonada y la quisimos recuperar. Íbamos a tener una reunión con el comandante de la Brigada pero ¿qué pasó? Era 2 de abril de 1982”, dijo con una mueca en el rostro. Ese día comenzó la Guerra de Malvinas con el desembarco argentino en las islas.

La vuelta a casa y el túnel

Pasó la guerra, perdió varios amigos con el hundimiento del Ara General Belgrano y al recordarlo 40 años después sus ojos se ponen grises de tristeza. Con dos hijos ahora y su esposa volvió a San Francisco y se afincó definitivamente en la ciudad.

“No me acuerdo cuántos años estuve saltando, pero fueron un montón hasta que tuve problemas en los brazos y tuve que dejar. Y ahí empezó esta idea paralela del túnel de viento con la que cumplí un sueño”, rememoró.

Ese túnel fue la culminación de un sueño que postergó por circunstancias de la vida más de 40 años. Un día llegó a sus manos la hoja de una revista donde vio un artículo con fotos de paracaidistas militares de Estados Unidos que habían hecho un túnel de viento para practicar la caída libre de los saltos.

“Me llamó muchísimo la atención y dije ‘si lo hicieron los gringos por qué no podemos hacer nosotros un túnel’. Quedó la idea, pero vinieron un montón de prioridades en el casamiento, los hijos, la casa, el taller. Esto fue lo último que pude arrancar. Lo puse en marcha en el 2015, es el único que hay en Latinoamérica de este tipo y ahora estamos cambiando las hélices con cuatro ingenieros de Córdoba interesados para ponerlo de nuevo en funcionamiento”, cerró Porta, mirando su preciado tesoro.

San Francisco despidió a Hipólito Villarruel, fundador de la Primera Brigada de Paracaidismo Militar