A través de un escrito publicado en La Voz del Interior, el médico e investigador sanfrancisqueño Ezequiel Arrieta relató las trabas que enfrenta en su decisión de realizarse la vasectomía, es decir, la cirugía que produce la esterilidad en los hombres.

Arrieta es médico egresado en la Universidad Nacional e Córdoba, becario doctoral del Conicet y editor en la web de divulgación científica El Gato y La Caja. Es autor del libro Vegetarianismo en el debate político.

En el texto, Arrieta cuestiona el accionar de los profesionales que consultó para la cirugía, poniendo en relieve la falta de aplicación de la ley 26.130 de Anticoncepción Quirúrgica.

A continuación, el texto completo.

Antes de terminar la universidad y recibirme de médico, apareció por mi cabeza la posibilidad de no tener hijos. Los motivos eran varios, como la ausencia de necesidad de cumplir con el mandato de paternidad (transmitir mis genes o mi apellido), el deseo de desarrollarme profesionalmente, viajar y conocer culturas y rincones del mundo, y hasta el impacto ambiental que tiene la sobrepoblación humana.

La vasectomía surgió como una opción para hacer valer definitivamente mi proposición, ya que se lo considera el método anticonceptivo más efectivo para los varones hasta el momento.

Se trata de una cirugía muy sencilla y segura que consiste en cortar el primer segmento del tubito que transporta los espermatozoides fuera de los testículos (el conducto deferente), sin tocar ni modificar nada más.

De esta manera, una vez realizada la vasectomía, todo el “asunto” continúa funcionando de forma normal y la fábrica de espermatozoides sigue en marcha, pero los amigos diminutos jamás salen del cuerpo y, por lo tanto, nunca llegan a conocer a un ovocito. En cambio, se quedan dentro de los testículos y con el paso del tiempo son degradados como cualquier otra célula en desuso, con el fin de aprovechar las proteínas que los componen (no, no se acumulan). 

En épocas pasadas, la vasectomía se realizaba sólo por indicación médica, como por ejemplo cuando el hombre o su pareja tenían alguna alteración genética que no deseaban transmitir a sus hijos. Era impensable solicitarla por voluntad propia.

Pero, afortunadamente para mí, a partir del año 2006, la vasectomía es considerada como un método anticonceptivo en Argentina, y, como tal, constituye un derecho y no requiere ni indicación médica, ni consentimiento de la pareja, ni tampoco ningún tipo de evaluación psicológica o psiquiátrica.

Sin embargo, dada la (prácticamente) irreversibilidad del método, la ley 26.130 de Anticoncepción Quirúrgica establece que las personas que se sometan a la cirugía tienen que ser mayores de edad, recibir información clara y completa sobre las implicancias del procedimiento y firmar un consentimiento previo a la cirugía que elimina las responsabilidades del médico en caso de arrepentimiento.

Decisiones

Luego de seis años de preguntarme una y otra vez si las ideas que vagaban por mi cabeza eran un mero capricho temporal con buenos argumentos o una decisión racional de la cual me encontraba absolutamente seguro, decidí que era el momento de dar un paso en la dirección deseada y realizarme de una vez por todas la vasectomía.

Envalentonado, solicité turno con un urólogo cirujano en una reconocida institución privada de la ciudad de Córdoba. Nunca había estado más contento de visitar a un colega. Obra social y DNI en mano, acudí a la consulta con una sonrisa en la cara, y, una vez dentro del consultorio, comencé a contarle al médico en cuestión el motivo de mi consulta.

A pesar de manifestar con elocuencia las razones por las cuales deseaba realizarme la vasectomía, el médico se negó a ser partícipe del procedimiento quirúrgico argumentando que era muy joven y que me iba a arrepentir de no tener hijos. También señaló que, a pesar de lo dicho, él sí realiza vasectomías, y que si yo hubiese tenido 50 años y cuatro hijos, me la hubiera practicado sin ningún problema.

Fue gracioso observar su sonrojado rostro cuando le dije que también era médico y que su forma de proceder no había sido adecuada, ya que debería dar consejos de salud en lugar de órdenes. Antes de irme, se excusó diciéndome “Yo respeto tus ideas, vos respetá las mías”.

Decidido a hacer valer mis derechos, solicité turno con otro urólogo en la misma institución, con la esperanza de encontrar a un profesional con menos deseos de decirme qué hacer con mi cuerpo y mayor capacidad de comprensión. Tuvimos una conversación.

–¿Cuántos años tenés, Ezequiel?

–30

–¿Y tenés hijos?

–No, y, como le comenté antes, la idea es no tenerlos.

–Bien. ¿Conocés la ley?

–¿Qué ley?

–La ley de anticoncepción quirúrgica.

–¿Qué dice?

–Dice que necesitás un apto psicológico para realizarte la vasectomía y, por supuesto, firmar un consentimiento informado.

Si hubiese conocido la ley, en ese momento se la hubiera estampado en la cara.

El comportamiento de los médicos que me atendieron es inaceptable, no sólo por brindarme información falsa y negar mi derecho a elegir el método anticonceptivo que deseo, sino también por perpetuar un modelo médico paternalista en el que el paciente simplemente cumple órdenes en lugar de formar parte de la toma de decisiones que comprometen su cuerpo.

Pero... ¿estos médicos están en lo cierto? ¿Es posible que me arrepienta de la decisión de no tener hijos?

Personalmente, creo que no. Me atrevo a decir que es un error asumir que las personas eligen tener hijos, ya que la mayoría de las veces simplemente “llegan” y se los considera regalos de la vida. Otra veces, los hijos son la respuesta a “¿Quién me va a cuidar cuando sea mayor?” o “¿Quién llevará mi apellido?”.

Por otro lado, las investigaciones demuestran que las personas sin hijos no son menos felices que las que eligen tenerlos. Los motivos son diversos, pero es una constante que se refiere a mayor independencia, tiempo libre y movilidad (viajes), así como menos presión financiera para criar a los hijos, con el tiempo laboral asociado que conlleva alcanzar dicha meta económica.

Lo cierto es que el número de personas que eligen la esterilización definitiva está aumentando, tanto en hombres como en mujeres (mediante la ligadura tubaria), pero los profesionales no están respondiendo de forma adecuada a dicha demanda, dando como respuesta múltiples trabas innecesarias que demoran el proceso y, a veces, logran que las personas desistan pese a mantener el deseo de no tener hijos.

Así, resulta fundamental que los equipos de salud contemplen los deseos expresados por los pacientes y avancen hacia un paradigma más empático, cuyo fin no sea tomar decisiones por los mismos pacientes, sino aconsejar y acompañar en búsqueda de una mejor calidad de vida. Yo, mientras tanto, sigo en búsqueda de algún médico que me haga la vasectomía.