Carlos Bertín entró al Sport como si esa fuera una de sus actividades diarias, pero en realidad hacía años que no pisaba el club en el que pasó parte de su juventud. El hombre camina con el porte de todos los nadadores y la seguridad de saber que cumplió sus sueños en la vida.

Una gran carrera deportiva y profesional le permitió llevar el “modelo de club” a Italia en una época donde eso no existía como tal. Para eso intentó contagiar la misma esencia que tenía el Sport Automóvil Club, lugar donde se formó.

De visita en San Francisco por estos días, recordó sobre aquellos años: “Acá no había tantos clubes en esa época, frecuenté aquí en el Sport desde chiquito”. De hecho, en el club local no solo fue deportista, también guardavidas y luego entrenador del equipo de natación.

Bertín es un hombre apasionante, con muchos conocimientos de la natación, un deporte que para muchas personas puede parecer distante. De origen sanfrancisqueño y con 75 años lleva viviendo más de cuatro décadas en Italia (se fue en 1977).

Desde muy chico quiso cumplir esa meta de radicarse en Europa y lo logró. Con él llevó muchas ideas y experiencia en natación. Ese deporte justamente fue el que le abrió las puertas del éxito profesional.

Tres emblemas del Sport: Aníbal Gaviglio actual entrenador, Bertín que llevó su espíritu a Italia y el nadador Gustavo Pessot.
Tres emblemas del Sport: Aníbal Gaviglio actual entrenador, Bertín que llevó su espíritu a Italia y el nadador Gustavo Pessot.

Arranque

Carlos se recibió de maestro en la Escuela Normal Dr. Nicolás Avellaneda y después emigró a Córdoba para continuar los estudios superiores. En la capital se recibió de profesor en Educación Física, pero sus deseos de perfeccionamiento siguieron escalando.

“Me fui a hacer dos especialidades a Buenos Aires, natación y atletismo. Por problemas de salud de mis padres volví a San Francisco y a los cinco años me fui para realizar mi sueño desde chico que era ir a Europa”, explicó.

Mientras contaba su historia, soplaba la brisa de la tardecita de San Francisco, de fondo estaban las piletas del Sport y alrededor sus dos anfitriones, Gustavo Pessot y Aníbal Gaviglio, hombres de la casa.

Así que en esa charla y con preguntas repartidas con El Periódico, recordó cómo se transformó en un hombre muy reconocido dentro del ambiente de la natación, huellas que continúa su hijo.

Impronta

Al emigrar tan joven su destino profesional creció en Italia, arribó allí a finales de la década del ’70. No llegó con un trabajo determinado, sino que fue a la aventura.

“Después de un tiempo me hice conocido y me vinieron a buscar del club donde trabajaba. Se llama Sporting Club Noale, yo les dije ustedes se parecen en el nombre al club donde yo nací, crecí y aprendí, pero de club no tienen nada”, contó.

La sorpresa de quienes lo habían contratado no fue menor,  así que preguntaron cómo podía ser eso de “no ser un club” aunque se denominaran así. “Un club son chicos, familia sociedad. Preguntaron ‘¿qué hay que hacer?’ y les dije que tenían que construir juegos y espacios para chicos”, relató.

A los juegos se le sumaron después los espacios de convivencia y los quinchos. Pasó de ser un centro acuático donde se pagaba entrada y practicaba a ser un verdadero club. “Después se impusieron los abonos mensuales, trimestrales, les hice entender qué era un club. No tenían esa cultura y desde ahí creció enormemente”, relató con orgullo.

Amigos, colegas, apasionados por la natación y ambos integrantes de la familia del Sport.
Amigos, colegas, apasionados por la natación y ambos integrantes de la familia del Sport.

Su casa

El Sporting se transformó en la casa de Bertín y él en un emblema del club que es ahora. De los 47 años que lleva en Italia, 33 fueron de vinculación laboral con este lugar donde se desempeñó como el director deportivo, el mánager.

De esa función se retiró, preparó a sus sucesores para que la estructura, los proyectos y el espíritu del Sport siguieran latentes. Sin embargo, todavía es un visitante frecuente y fuente de consulta. 

La misión que asumió Bertín no era nada sencilla. El Sporting, como otras instituciones deportivas en Italia y Europa, subsiste y nace a partir de capitales privados; pero supo encontrarle la vuelta para que no fuera entendida solo como una empresa. En la actualidad, además del centro de natación cuenta también con un centro fitness y una discoteca que unen a los miembros.

"Cuando llegué vivía en Padua, me casé y fui a vivir a provincia de Venecia en Mirano. El primer club donde trabajé era una pileta que pertenecía a una fábrica de muebles, después ganamos una licitación en otra pileta y ahí creció mucho profesionalmente. Además de tener nadadores muy fuertes a los que tuve que llevar a competencias importantes, también fui entrenador federal. Saqué muchos campeones que fueron a Mundiales y las Olimpíadas”, subrayó.

Prestigio

Como entrenador acompañó a muchos deportistas por toda Europa, también llegó a dirigir seleccionados y con mucho ahínco y visión de lo que se necesitaba Carlos se hizo un nombre en el ambiente. Esa es una de sus grandes satisfacciones.

“Ser reconocido me permitió tener amigos en muchos lugares, no solo Italia. Es una satisfacción profesional de hacer logros. Puse y llevé mucha pasión en eso, aun lo hago, eso me lo han valorado cuando trabajo. En el club yo ‘giro’ y siempre me dicen Carlos, número 1. Eso te da un reconocimiento e imagen, una fama importante”, expresó orgulloso.

Este viernes de nuevo Carlos tomará el avión rumbo a Italia donde lo espera su esposa, su hijo y su nieto. Sigue teniendo el mismo espíritu que el joven de 1977, ese que lloró a bordo de un avión sabiendo que su partida era dolorosa, pero necesaria para cumplir sus sueños en esta vida. Arrivederci, maestro.