La vida profesional de María Elena Panero (73) empezó a la inversa. Primero fue mamá y ama de casa, después pudo estudiar y convertirse en algo que siempre anheló: ser docente. Y en esa sintonía se mantiene porque cuando muchos a su edad ya están jubilados, ella aclara que no tiene ninguna intención de salirse del sistema.

Profesora en Psicología y Ciencias de la Educación, dicta las cátedras de Filosofía, Ciudadanía y Participación; Formación para la vida y el trabajo; Teatro y arte, entre otras, reuniendo todas sus horas como docente entre el IPET nº 50 “Emilio F. Olmos” y la escuela Normal “Nicolás Avellaneda”.

Inició su carrera docente en edad adulta con 53 años y desde entonces no ha dejado su pasión por enseñar, primero dictando clases en comunidades rurales y localidades de nuestra gran región -como Balnearia, en colegios de Brinkmann, Morteros y Freyre-. Luego de varios años de viajes, cuando aun no existía el beneficio del boleto educativo gratuito, pudo conseguir sus horas en San Francisco.  

“Empecé tarde la docencia y no me voy a jubilar”, le dice entre risas a El Periódico. “Me gusta lo que hago. Cuando era joven, mi papá no quería que estudiara. Y bueno, fui ama de casa, me casé, tuve mis hijos y después empecé a estudiar en lo que era la E.E.M.P.A (Escuela de Enseñanza Media para Adultos) de Frontera. Me recibí y retomé en la escuela Normal, el profesorado en Psicología y Ciencias de la Educación. Me recibí en año 2001 y en 2003 comencé mi periplo por varias escuelas de la región”, agrega.

“Después de varios años, pude reunir todas mis horas en la escuela Olmos y el Normal. Salgo de una y me interno en la otra”, comenta sonriendo.

-¿Cómo nace la posibilidad de ser docente?

- Por una circunstancia fortuita de la vida. Fui a anotar a mi sobrina que no había terminado la secundaria a la EEMPA de Frontera y me encuentro con mi maestra de tercer grado, la señora Utrera y me dice: ‘María Elena, ¿por qué no venís vos a anotarte? Y bueno, lo hice, hacía cuatro kilómetros en una bicicleta sin frenos, después mi esposo me regaló la moto. Lluvia, sol, calor, frío, no importaba. Me recibí, me gustaba, empecé a leer más, a hacer cursos, hasta que me incliné por el profesorado. Tengo vocación docente, lo llevo en el alma, me siento profesional de la docencia. Defiendo mi carrera y para mí la escuela es sagrada.

Exigencias y valores

María Elena reconoce ser exigente con sus alumnos, aunque admite que dicha demanda radica en la convicción de que el estudio es la clave para el crecimiento personal y académico. “Los chicos a lo mejor me ven exigente y lo entiendo porque soy exigente con el resto de la gente y conmigo, pero hay que hay que estudiar, si no estudias qué sos. Eso les pido, que estudien, que pasen de año que no los quiero volver a ver en el mismo curso”, manifiesta.

A lo largo de sus 20 años de carrera, María Elena ha aprendido valiosas lecciones de sus alumnos y ha vivido gratos momentos. No obstante, reconoce la complejidad del entorno educativo actual, atravesado por “las redes sociales y cambios en los valores familiares”.

“Los valores de la casa, han cambiado mucho. No se perdieron, pero cambiaron de orden. Hay otros valores que son más importantes y eso es lo que me duele, que el respeto se haya perdido en algunos casos y la valoración del estudio también, pero uno trata siempre de remar y de ayudar”, asevera. 

María Elena Panero, la docente que no piensa en la jubilación sino en seguir en la escuela

María Elena observa que, a diferencia de su época, donde la presencia de los padres era constante en el hogar, en la actualidad no lo es tal, ya que muchos trabajan y los niños y adolescentes participan en una multitud de actividades fuera del hogar.

“Hay muchos chicos que están solitos - aclara-, solitos en todo sentido, son vulnerables, y a veces uno puede llegar a ellos y otras veces no. A veces la misma exigencia mía hace que me miren medio enojados, pero es por su bien. Siempre les digo: ‘mi único objetivo es que ustedes aprendan, que estudien y que pasen de año y después nos encontraremos por la vida’”.

Con el arte en la escuela

La experiencia de dictar teatro en la escuela técnica resultó un proceso desafiante para la profesora Panero, que tuvo que ingeniárselas para llegarle a los alumnos. “La escuela prácticamente no tenía materias de arte y llegó la profe Panero con teatro, que es apertura y socializar -recuerda-. Al principio hubo un poco de reticencia, no querían hacerlo, pero la remamos. Después hubo un sexto año que vi que tenía problemas con socializar y estaban desmotivados.  Tenía que hacer algo y se me ocurrió la idea de una murga escolar. Lo comenté con los directivos, me dijeron que lo hicieran, hice el proyecto y acá estamos, hace ocho años que sigue ese proyecto y sale genial. Es diferente, el objetivo fue la socialización, el respeto entre ellos y hacia el docente, hacia la institución, no encerrarse en el ‘no me gusta esto’. Una escuela técnica es estructurada, pero eso no quita que ellos puedan hacer arte”.

Para María Elena, la inclusión del arte en una escuela técnica es fundamental, ya que ofrece a los estudiantes una salida creativa y una perspectiva diferente a su entorno.

Consultada sobre la actualidad del teatro en la ciudad, la mujer confiesa que ha integrado distintas agrupaciones y aunque le gustaría retomar la actividad no podría porque sus tiempos están abocados a la docencia.  

“Había comenzado el año pasado en La Puerta-dice-, me gustaba, pero no puedo con los horarios y llegaba muy cansada. Algún día, cuando me jubile, no sé cuándo, voy a retomar el teatro”.

-¿Cuánto tiempo más se ve como docente?

- No quiero dejar esto, Mirtha Legrand tiene noventa y pico, así que yo seguiré unos 10 años más (ríe). Si sigo bien de acá -se señala la cabeza- le daremos para adelante si no, mi cuerpo me dirá hasta cuándo, pero mientras tanto, sigo.

De esta manera, María Elena Panero no tiene planes de jubilarse pronto. Su compromiso con la educación, su mente activa y sus proyectos en constante evolución son testimonio de una vida dedicada a enriquecer mentes y corazones.

Su energía es testimonio de sus ganas de continuar en la profesión: “Me levanto con alegría, soy así. A veces mis alumnos se ríen y me dicen: ‘profe, ¿usted que toma a la mañana?’ (ríe). Nada, solo tomo mate. Siempre fui positiva, eso lo aprendí de mi mamá, de mi vieja - Orfilia Montoya-. Tengo esa forma de ver la vida en positivo. Aunque a veces las cosas no salen como quiero, pero bueno, nunca me quedo, siempre voy para adelante”, comenta alegre la docente.

Y aconseja: “Siempre hay que mantenerse activa, porque si no empezás a pensar tonterías, siempre con proyectos, con cosas por hacer. Por ejemplo, yo en las vacaciones de verano me aburro, pero me siento tranquila en mi casa y cuido a mis animales. Mi casa y mi escuela son mi mundo”.

Con su risa contagiosa y su amor por la enseñanza, María Elena es, sin duda, ejemplo de dedicación y esfuerzo, en una comunidad educativa, que necesita modelos de inspiración a seguir.

María Elena Panero, la docente que no piensa en la jubilación sino en seguir en la escuela

Rescatista

Fuera del aula, en su otro “mundo” que es su casa, María Elena es una amante de los animales, dedicando sus mañanas a cuidar a sus perros y gatos rescatados, no cuenta cuántos tiene, pero dice que son varios.

“Me gusta estar en mi casa, me levanto muy temprano, cuido mis perrunos y gatunos y después me vengo a la escuela. Tengo varios perrunos y gatunos, todos rescatados. Por ahí digo, no quiero tener más -por mascotas-, pero no puedo. Los amo, son mi familia”, revela.

Otros desafíos que superar

La vida de María Elena no ha estado exenta de desafíos, y su valentía se evidencia en la lucha que tuvo contra el cáncer de piel. A pesar de enfrentar momentos difíciles, ha transformado esa experiencia en una oportunidad para devolver algo a la comunidad, colaborando con Lalcec en actividades para concientizar sobre la enfermedad.