María de los Ángeles Vergnano (50) confiesa que la docencia la atrapó de niña mientras vivía con sus padres en “el campo”, en la pequeña Colonia Malbertina: “De chica les daba clases hasta las palas, organizaba el aula en la sala; siempre jugaba a la maestra”, reconoce

Pero eso no quedó en un simple juego de niños. Ya en el colegio secundario, “Marita”, como la mayoría la conoce, asume que le gustaba acercarse a los “profes” y preguntarles cómo planificaban sus clases y cómo buscaban los materiales que luego ofrecerían a los estudiantes: “Siempre me atrajo la docencia, aunque escuchaba a los docentes rezongar. También escuchaba a mi papá que se quejaba de su trabajo de camionero pero jamás lo vi faltar un día; a mi mamá en su trabajo de ama casa y nunca la vi dejar de hacerlo. Entonces pensé que todos los trabajos deben tener cosas buenas y malas, nunca me tiró para atrás esto de que cobramos poco o que se reniega con los estudiantes”, se sincera.

En una entrevista con el ciclo “Yo Digo” de El Periódico TV y El Periódico Radio, Vergnano, directora del Ipem 96 “Profesor Pascual Bailón Sosa”, se refirió al rol del educador en estos tiempos, a la función inclusiva que tiene la escuela que dirige y a por qué existe una fuerte estigmatización sobre la enseñanza en las escuelas públicas en San Francisco, entre otras cosas.

- ¿De dónde nace la pasión por la docencia?

- Viene de niña, en el campo jugaba a ser maestra y le daba clases hasta a las palas. Acomodaba la sala como un aula y jugaba.

- ¿Naciste en el campo?

- No, en San Francisco. Mis padres se fueron a vivir luego al campo (Colonia Malbertina) pero en 1979, cuando se inundaron muchos campos a la redonda perdieron todo y se vinieron a vivir acá. Luego nos fuimos para Frontera.

- ¿Qué recordás todavía de esa inundación que fue histórica por lo grave?

- La escuela de Malbertina quedó bajo el agua. Tenía 6 años, recuerdo haber perdido mis juguetes, lo más valioso de un niño y no haber podido ir más a clases. En el tiempo que tardaron en acomodar los animales, la mudanza y todo lo demás pasaron tres meses. Cuando se acordaron que debía ir a la escuela ya era tarde, ese año lo perdí.

- En ese momento si tus padres no decidían enviarte nuevamente podrías haber quedado fuera del sistema escolar sin que nadie lo note.

- Hoy se atraviesa otro paradigma de la educación. Si hubiese existido en ese entonces me hubiesen integrado en cualquier escuela. En ese momento no, falté tres meses y debí esperar el año siguiente para ingresar a la escuela Iturraspe.

Yo Digo - María de los Ángeles Vergnano

- Mencionás un cambio de paradigma. ¿Qué otros cambios fuiste notando desde el momento de tu ingreso a la escuela y a medida que los años fueron pasando?

- Todas las escuelas cambian porque el sistema educativo va cambiando, al igual que los chicos y nos vamos adecuando a las nuevas necesidades que tenemos y a los nuevos estudiantes. Los alumnos que estaban sentados conmigo en la secundaria no son los mismos de hoy, por eso la escuela no debe ser la misma. Esos cambios siempre son favorables. En el caso del Bailón Sosa siempre fue una escuela inclusiva que tuvo como visión este manejo de la inclusión del estudiante en estado de vulneración social, económico, familiar, por eso nace también como escuela de oficio. No nos fue tan complejo a nosotros adaptarnos a este paradigma inclusivo que ahora todas las escuelas tienen, que surge con la obligatoriedad de la educación secundaria. Los cambios que se producen suenan difíciles porque es uno quien se debe adaptar también, pero en general si uno lo mira con optimismo y saca lo mejor de cada cambio son oportunidades para la mejora.

- Al margen del sistema educativo mismo hubo otros cambios inevitables traídos por la pandemia. Lo mencionabas en tu discurso por los 70 años que cumplía la escuela, esto de vivir ahora en la era de la pos pandemia. ¿Cómo se adaptan?

- Nos golpeó mucho el tema de la conectividad, no poder llegar a los estudiantes que no puedan conectarse con los docentes nos desvinculó mucho y produjo un estancamiento del aprendizaje. En ese tiempo que los chicos no aprendieron con nosotros en su mayoría no aprendieron con nadie. Si bien uno puede buscar en la computadora cualquier cosa en internet y aprender más de lo que enseñamos en la escuela, también hay que tener acceso a esos medios. Entonces, muchos estudiantes se quedaron estancados.

- ¿Cómo está repercutiendo eso ahora?

- Todo eso es ahora un efecto… no digo negativo pero sí pesado de remontar. Estudiantes que no se habitúan a estar otra vez tantas horas sentados en el aula, a copiar del pizarrón o seguir consignas y reglas; es toda una reeducación y una reelaboración del oficio de estudiante. No solo estamos hoy ante la transmisión de los aprendizajes como un desafío que siempre hemos tenido sino también estamos frente a este desafío de volver a construir el oficio de estudiante que se perdió. Muchos siguen pensando que es lo mismo tener que no tener escuela, tal vez por todas esas herramientas que implementamos en la pandemia para que todos puedan pasar de año. Pero los chicos tampoco tienen la culpa de lo que pasó, el mundo no se paralizó, siguió andando pero no podíamos ir a la escuela.

- Fue paradójico el hecho de proponer clases virtuales sin estar seguros de si todos los chicos podían acceder a ellas en sus casas.

- Primero, los docentes perdimos mucho tiempo adaptándonos. Fue difícil para nosotros.

- Hablaste de reeducar a los alumnos, pero no hay que descartar al docente.

- También fue reconstruir el oficio de enseñar. Muchos no sabían ni cómo armar una charla por Meet. Los primeros días nos quedamos esperando qué iba a pasar. Cuando vimos que no volvíamos empezamos a prepararnos. En todo ese ir y venir, porque tampoco el Ministerio de Educación tenía consignas claras porque no se podía saber qué iba a pasar al mes siguiente, perdimos bastante tiempo. Cuando fuimos viendo las formas no todos podían acceder a estas clases, por lo que no fue muy simple.

- Sobre el Bailón Sosa mencionaste esta característica de ser inclusivos, hablabas que reciben a estudiantes de sectores vulnerables. ¿Con qué historias se encuentran en los pasillos de la escuela?

- Tenemos la suerte que tanto estudiantes como familias confían mucho en la escuela. Y muchas veces desenredar esas historias es difícil y nos hace poder acceder al estudiante que viene enojado, con mucha ira con las cosas que le pasan porque quizás en su casa no hay para comer, hay violencia, abusos o porque los papás están sin trabajo. Sienten una injusticia social hacia ellos; si primero no llegamos a él afectivamente, sino construimos un vínculo tampoco se le puede enseñar. Son historias complejas, muy diferentes y las vamos escuchando y solucionamos lo que podemos. Si bien son historias pesadas, siempre tenemos gente que comparte ese peso para poder llegar al mejor resultado, no siempre se logra pero lo intentamos.

- Lo bueno es que el estudiante lo reconoce.

- Nos reconforta el reconocimiento. Eso es parte de nuestro trabajo. Los profes entran a la escuela y hacen una lectura de la situación y la gran mayoría se acerca al estudiante, hay profesores que se animan a dar el paso de acompañar desde otro lugar y otros, que es muy valioso, que transmiten todo lo que escuchan a la directora, a la vice, al coordinador y entre todos actuamos.

- ¿Y una vez en casa es difícil abstraerse de estas historias?

- Siempre digo que tengo la suerte de tener 60 cuadras de distancia a mi casa y es un recorrido para procesar. Obviamente, nadie puede tampoco subir los tres escalones de ingreso a la escuela y dejar la vida privada atrás. En mi caso particular tengo una familia maravillosa que acompaña, entienden, están orgullos del trabajo que hago y si llego con cara de loca (ríe) me dejan un buen rato tranquila y después me hablan, si llego triste me ponen un hombro para llorar.

- Hay compromiso en el docente.

- Vos como docente preparás tu clase y tenés ganas de darla, querés ir al aula y enseñar. Pero nos fuimos dando cuenta que si el clima es hostil no podés enseñar y te llevás tu clase en el maletín. Por eso la necesidad de vincularse con el estudiante.

- ¿Notás la estigmatización sobre las escuelas públicas? ¿Duele, enoja, los anima a salir a mostrar lo que se hace puertas adentro?

- Siempre digo que estoy convencida de lo que hago, no porque el Ministerio me pida un resultado. Sin dudas que la obligatoriedad de la escuela secundaria trajo una población que antes quedaba afuera. El que no quería ir a la secundaria no iba y no pasaba nada. Hoy todos los chicos deben estar en la escuela, se los persigue desde distintos lugares, desde Anses, la Asignación Universal por Hijo, la Justicia si se mandan una macana. Estamos convencidos de que la escuela es el mejor lugar para que ellos estén. Al ser obligatoria hay una población muy heterogénea que atender y esa es la diversidad que hablamos; cuando hablamos de inclusión y diversidad no es solo discapacidad sino esta diversidad de estudiantes que no quieren estar en la escuela. Lo que la escuela pública sufre hoy es poder brindar una educación equitativa para todos, sigue habiendo alumnos brillantes, otros con muchas ganas que no son ese estudiante brillante pero le ponen muchas ganas y aquellos que están obligados a ir. Por eso se dice que la escuela pública bajó la calidad, pero es una calidad diversa.