A casi un año de que se hiciera pública la situación de dos abuelos de nuestra ciudad que vivían sus días con el temor de ser desalojados de su casa, la situación para ellos cambió pero sigue lejos de ser la mejor.

La historia tiene como protagonistas a David Burini (93) y Benigna “Nina” Taborda (86), una pareja que reside en bulevar 25 de Mayo al 700, en una vivienda que ellos mismos compraron en 1964 mediante una hipoteca a cinco años y que a lo largo de los años supieron proteger y embellecer.

Historia

El problema comenzó, según hizo público la hija de la mujer, cuando los ancianos le salieron de garantía de buena fe a un pariente quien, al no pagar, le pidió ayuda a un "amigo" para que ponga a su nombre la vivienda y así evitar la ejecución, gestión que habría sido realizada a espaldas de Burini tomando una copia de la escritura sin su consentimiento. 

Si bien nunca la ejecutaron, este hombre contrajo deudas prometiendo que las saldaría y acto seguido le devolvería la escritura a Burini. Sin embargo, lo que finalmente hizo fue transferir la casa a otro amigo.

Mientras tanto la pareja, que desconocía la situación, siguió viviendo allí y pagando los impuestos.

El proceso

A fines de diciembre de 2015, un oficial de Justicia se presentó en el lugar para verificar el estado de la vivienda y notificar el desalojo.

Los ancianos que siguen luchando por su casa

Ahí comenzó el proceso que los hizo buscar asesoramiento letrado en una abogada de nuestra ciudad, quien les prometió recuperar su casa. Sin embargo, sin lograrlo, la mujer fue desafectada de la causa por ellos mismos hace aproximadamente unos seis meses, aseguró Burini.

Su desesperación y el apremio del tiempo los hizo buscar la defensa de otro profesional, esta vez de Rafaela. “Nos dijo que no estaba de acuerdo con las injusticias y que él se iba a preocupar por recuperar mi casa”, reveló.

Sin embargo, asegura que ante el temor de tener que abandonarla, se vieron obligados a aceptar un convenio entre los letrados: “Entre abogados arreglaron que mientras yo viva no nos van a molestar”, contó David. Pero luego de ello, la casa será entregada a su propietario legal. “Me duele porque es mi casa”, se lamentó.

Actualidad

Durante su vida en esa casa, Burini fue hacedor de muchas cosas, entre otras, del asador o de la galería en la que nos recibe. Hoy pasa sus días dedicado, entre otras cosas, a la jardinería. Su patio es testigo del nacimiento, a partir del trabajo de sus manos, de decenas de plantas. Una de ellas, un mamón brasilero que germinó de la semilla de una fruta adquirida en la verdulería del barrio, seguramente sea una de las que más extrañe su presencia cuando él ya no esté.