Sus relatos estremecen. Quiebran. Pasaron 35 años, aunque la guerra sigue con ellos. Porque todos los que pelearon en Malvinas cargan a Malvinas, de una u otra manera. Son hombres que ya pasaron los cincuenta, pero todavía son esos chicos muertos de hambre y frío en una tierra desconocida.

Guillermo Peña es uno de los veteranos de guerra que vive en San Francisco, si bien proviene de Córdoba capital. Estuvo en las islas desde el principio hasta el final del conflicto armado. “Una guerra es la humillación más grande que puede tener un ser humano, lo peor que te puede pasar. Es lo más bajo”, dice.

Peña subraya que dejó todo su esfuerzo combatiendo, que dio todo lo que podía. Aunque asegura que no se siente un héroe. “Fue horrible. Los recuerdos que tengo son de compañeros desesperados de hambre, de miedo, de estar tirando tiros. Nos masajeábamos los pies entre nosotros para darnos calor, para no congelarnos. Todo eso deja consecuencias muy graves”, relata.

Malvinas son ellos
Guillermo Peña.

Una aventura

Juan Alberto Bassano es otro sobreviviente de la guerra. Oriundo de Colonia San Bartolomé, también vive en San Francisco y fue enviado a Malvinas como integrante del Regimiento de Infantería 8 General O'Higgins, el mismo en el que estaba Guillermo Peña. Cuenta que cuando supieron que irían a las islas les parecía una aventura. Que eran muy jóvenes y no pensaban en la guerra, sino que todo pasaba por vivir una experiencia en un lugar desconocido al que, según les decían los militares, iban como una custodia temporal, como un acto de presencia.

“A medida que iban pasando los días fuimos cayendo. Los primeros días comíamos más o menos bien, después se acabó la comida. Comíamos muy poco, bajé 20 kilos”, relata.

Peña agrega que ni siquiera estaban preparados para la guerra. “Yo apenas había tirado tres tiros con un fusil antes de ir a Malvinas. Vos no sabías qué iba a pasar, en qué momento o en qué situación te iban a tirar una bomba. Si iban a venir de atrás o de adelante. No tenías idea de lo que podía llegar a pasar”, recuerda.

Malvinas son ellos
Juan Alberto Bassano.

Pueden contarlo

Ambos destacan que tienen la suerte de poder contarlo, de haber tenido contención para rehacer sus vidas. Pero remarcan que no fue ni es así para todos los veteranos, que los suicidios de soldados después de la guerra ya superaron a los caídos en combate.

“Ningún gobierno nos dio nada. Y nosotros dimos la vida por este país. Nos merecemos al menos un reconocimiento. Deberíamos tener un pasar económico tranquilo y hay muchos que tienen problemas, no pueden vivir con las pensiones. Por eso para nosotros la guerra no terminó, porque todavía tenemos que estar luchando por esto”, explica Peña

“Pasaron 35 años y nosotros lo podemos contar, tuvimos contención. Pero a muchos les falta una pierna, o un brazo, o no tuvieron apoyo. ¿Cómo hacés para llevar 35 años de esa manera?”, cuestiona Bassano.

“Todos los días, en cualquier momento, hay algo que te va a recordar a Malvinas”, destaca Peña. Bassano coincide: “Es muy difícil olvidarse. Todos los días tenés un ratito para Malvinas”.

Se sienten orgullosos de haber luchado, y confiesan que la derrota aún les duele. Que levantarse un día y desayunar con la noticia de que las islas fueron recuperadas de forma pacífica sería un sueño, aunque no creen que lleguen a verlo. En algo no dudan: no volverían a la guerra.

“Nunca más volvería a Malvinas a pelear, nunca más un arma”, resume Peña.

Nuestras Malvinas

El conflicto duró 74 días. 649 soldados no regresaron. Otros volvieron, pero ya no eran los que fueron. En un momento ya no pudieron soportarlo. Esa guerra aún continúa.

Malvinas son esas vidas jóvenes que allá se truncaron. Es el padecimiento de los que regresaron. Es lo inimaginable que sufrieron por luchar en una guerra absurda e improvisada por una dictadura sanguinaria. Malvinas es esa deuda con los soldados y sus familias. Es el respeto y el reconocimiento que les debemos para siempre. Malvinas no son esas islas gélidas y lejanas. Malvinas son ellos. Y son nuestros.