Juana Gaiotti (78) y Rita Di Monte (75) son dos mujeres que emigraron desde Italia a una edad temprana junto a sus familias en busca de una vida mejor, sin embargo, ambas llevan consigo recuerdos llenos de cariño de sus infancias y el orgullo intacto de ser inmigrantes. A pesar de las dificultades y los desafíos que enfrentaron al llegar a un nuevo país y sobre todo a San Francisco, las dos se muestran agradecidas por las oportunidades de crecimiento y por haber forjado una historia en esta parte del mundo.

En el marco del Día del Inmigrante Italiano, que se celebra cada 3 de junio, Juana y Rita evocan con nostalgia el recuerdo por su tierra natal y por sus familiares y todavía comparten una conexión especial con su país de origen, llena de colores, sabores y tradiciones arraigadas en sus corazones.

María “Juana” Gaiotti nació un 11 de julio de 1944, en Conegliano, una comuna situada en la provincia de Treviso, en la región del Véneto, en el norte de la península italiana.

No conoció a su padre, un partisano que murió a los 18 años defendiendo su patria, por lo que siempre vivió con su familia materna. Su madre, Ángela, sus abuelos, Idilio Gaiotti y Rosa Pedrone y sus tías.

Aunque vivió una infancia pobre, en la Italia de la posguerra, ella asegura que fue feliz: “No me daba cuenta de la pobreza porque casi todos estábamos en la misma situación y tuve una infancia feliz, con un montón de amiguitos. Vivía en una zona muy linda, siempre recuerdo que salíamos a comer uvas a los campos, aunque estaba prohibido”, sostiene con una sonrisa.

También rememora con ternura las largas excursiones que junto a su familia realizaban a Venecia, hacia donde viajaban en bicicletas arduos 64 kilómetros desde Conegliano.

Juana guarda como tesoro sus fotos de su infancia en el Viejo Continente.
Juana guarda como tesoro sus fotos de su infancia en el Viejo Continente.

El llamado

Dante Gaiotti, tío de Juana, hermano de su madre fue el primer italiano de la familia que emigró a la Argentina y realizó “el llamado -cuenta la mujer-, como se decía antes, cuando otro pariente llamaba a un residente en Italia. Mi tío vino y con el tiempo se instaló en San Francisco donde vivía otro familiar acá y después nos llamó a todos nosotros”.

Juana arribó con la familia de su madre, sus abuelos y dos tías para radicarse en San Francisco. Ella rememora el viaje en barco en lo que en ese momento era la “tercera clase” o literalmente, en las bodegas del navío, por más de 15 días. “Llegamos el 24 de mayo de 1955 -recuerda con memoria histórica Juana-, y en septiembre estalló la Revolución Libertadora; te imaginás a mi abuelo que venía de pasar dos guerras, pensó que acá iba a vivir otra y se había puesto muy mal. Pero fue un susto muy grande”.

Pese a todo, Juana pudo retomar sus estudios primarios en quinto grado de la escuela Iturraspe y en este sentido se muestra agradecida con la comunidad: “Yo a la Argentina y a San Francisco le debo tanto, porque me han aceptado, sin tanto prejuicio como existe ahora con los inmigrantes, pude estudiar, armar una familia y con los derechos que tienen todos los argentinos y nunca tomé la ciudadanía argentina, pero lo mismo me consideraron siempre como una Argentina más. Por eso yo le agradezco mucho a esta nación tan generosa y a veces tan maltratada”, destaca.

El documento de Juana junto a su madre
El documento de Juana junto a su madre

La mujer todavía tiene presente que le costó bastante hablar bien el castellano en sus primeros años en la ciudad. “Me encuentro con mis compañeras y nos reímos de cómo hablaba, tuve una maestra que me ayudó tanto que pude salir de la vergüenza que me daba no saber hablar bien”, aclara.

De todos modos, la mujer pudo hacer sus estudios secundarios y trabajar como administrativa hasta jubilarse en la fábrica de máquinas de coser Talleres Kopp, de la familia Macchieraldo, lugar que le sirvió también para practicar su idioma.

Se casó con Miguel Pascale -ya fallecido- y tuvo dos hijos ya mayores de edad.

En 2011, Juana pudo regresar a su pueblo de la infancia e incluso encontrarse con un familiar. Por ello, cada día del inmigrante italiano sostiene que lo vive “con mucha emoción, porque siempre queda en el corazón lo que uno ha dejado. Si bien me adapté rápido a mi nueva vida en San Francisco, los recuerdos y la añoranza por mis raíces están siempre presente”, destaca.

El largo viaje de la “gringuita” Di Monte

La historia de Rita tiene similitudes con la de Juana, aunque en este caso la mujer arribó al país con su madre, Pascualina, luego de que su papá Ubaldo arribara mucho antes en búsqueda de trabajo que había conseguido en Luxardo.

La familia Di Monte residía en Caramanico Terme, una localidad italiana ubicada en la provincia de Pescara. “Eran campesinos- cuenta Rita- y no les iba mal, pero decidieron apostar por un futuro mejor en la Argentina. Papá se convirtió en albañil y terminó siendo un constructor con una empresa importante. Y mamá es la recordada ‘Lina’ Di Monte, que fue una angelada con sus manos. Ambos fueron autodidactas en casi todo y eso lo adquirimos sus hijos”.

A su vez, como Juana, Rita recuerda el largo trajín del viaje en barco hacia la Argentina. Para ella y su madre fueron 31 días angustiosos en la bodega del navío junto a otras numerosas familias de inmigrantes.

La historia de dos mujeres que mantienen viva su herencia italiana pero también agradecen a la ciudad

También padeció la adaptación de aprender el castellano, dice que su madre lo aprendió enseñando la catequesis a sus hermanos Antonio e Irene, mientras que Rita lo hizo en el colegio, donde la apodaron “la gringuita”, que aunque en ese momento sonaba algo despectivo hacia los inmigrantes, “nunca para mí fue bullying, para nada, disfrutaba ser la gringa”, admite.  

De todos modos, la mujer muestra su orgullo por ser inmigrante: “Pude hacer todo lo que me propuse, formé una familia hermosa y aunque me separé a los 21 años y me quedé sin nada, ahí salió todo el empuje italiano para que a ellos no les faltara nada”.

Y luego agrega: “Tengo sangre italiana pero esta -por Argentina- también es mi patria. Y aunque añoro mi infancia y la nostalgia de la tierra donde nací, me siento muy argentina”.

Las historias de Juana y Rita son testimonios poderosos de mujeres inmigrantes que nos recuerdan la importancia de la inclusión, el respeto y la valoración de la diversidad cultural. Además son un recordatorio viviente de que nuestras raíces pueden ser una fuente de fortaleza y una base sólida desde la cual construir un futuro mejor.

La familia Veneta, flamante asociación

La Asociación Familia Veneta San Francisco fue constituida y fundada recientemente: el 28 de marzo de 2023. La conforma un grupo de personas nacidas en la región del Véneto y familiares de quienes allí nacieron y vinieron a nuestras tierras.

Dicha región está ubicada geográficamente en el noreste de Italia y compuesta por ciudades y provincias de importancia tales como Venecia, Verona, Vicenza, Padova, Treviso, Belluno, Rovigo, entre otras.

Desde la Asociación promueven la difusión de la lengua y cultura italiana, conservando las raíces y el amor por la italianidad. La integran 27 familias de San Francisco y tiene sus puertas abiertas para quienes quieran formar parte.

La Familia Veneta de San Francisco es la más joven del país ya que hace más de 10 años que no se conformaba una de su clase y en San Francisco se suma a las ya existentes como lo son Familia Piamontesa, Fogolar Furlan y Centro Friulano, bajo el núcleo de la Sociedad Italiana con quien vienen trabajando activamente.

Su comisión directiva está conformada por: su presidenta María Alejandra Juárez, a quienes le siguen: Fabio Tognón (secretario), Neri Costanzo (tesorero), Marcos Tognón, Carina Gaiotti, Laura Pascale (vocales titulares), María Gabriela Nasuti, María Gaiotti (vocales suplentes), Rosana Dutto (revisor de cuentas titular) y Rafael Balbastro (revisor de cuentas suplente).