Gisela Velázquez (23) sonríe y se emociona al relatar todo lo que padeció hasta hace pocas semanas. Se encuentra en pleno proceso de rehabilitación luego de que un confuso diagnóstico pusiera en vilo su vida y que, de no ser por el apoyo solidario de la comunidad, sostiene que no estaría contando su historia.

En diálogo con El Periódico, la joven recuerda que todo comenzó un jueves 11 de enero, luego de lidiar con fuertes y persistentes dolores de cabeza. En una clínica local fue diagnosticada erróneamente con gastroenteritis, pero su situación empeoró cuando experimentó un cuadro de convulsión que terminó por paralizarle su brazo y pierna derecha.

Tras ese episodio, Gisela fue internada de inmediato. Aunque sufrió otras dos convulsiones que la llevaron a la terapia intensiva.

“Desde ese momento no recuerdo mucho hasta que desperté en el sanatorio privado de Jesús María. Estuve intubada, me desperté y no entendía nada, estaba atada porque me movía mucho y yo quería salir, no comprendía lo que estaba pasando, y todo se agravaba por no poder ver a mi familia”, manifestó.

También sus familiares padecían la incertidumbre sobre su estado: "No nos daban un parte médico sobre lo que yo tenía. Desde acá -la clínica de San Francisco- salió un estudio que me daban una posible encefalitis viral, se me trató para eso; pero después mandaron un resultado que no era y que podría llegar a ser una trombosis", explicó la joven.

Además, mientras permanecía internada en Jesús María, sus familiares tenían que trasladarse diariamente a Córdoba para pernoctar, ya que durante esa época se estaba desarrollando el Festival de Doma y Folclore y no había disponibilidad para alojarse.

Idas y vueltas

La falta de respuestas médicas y la no autorización de un estudio importante que debía realizarse la mujer hizo que la familia tuviera que hacer frente a la situación y pelear por acciones concretas.

“Mi familia se tuvo que poner a discutir con cada una de las partes -clínica y mutual-, eso fue feo porque tuvieron que pelear porque no nos daban respuestas. No me daban un diagnóstico, estaba siendo medicada por dos supuestas enfermedades y eso no me hacía bien, entonces después de esa pelea, a las tres horas apareció todo para hacerme el estudio, pero de forma privada, no me cubría la mutual. Así fue que mi familia tuvo que pedir ayuda a la gente porque no teníamos el dinero”, explicó Gisela.

La emoción de Gisela: “Sin la ayuda de la gente no estaría acá”

Operación urgente

El estudio arrojó que tenía un importante coágulo en el cerebro, tan grande que debían operarla.

La familia Velázquez es conocida en el club Antártida Argentina, donde Gisela supo practicar hockey. Sus hermanas aun juegan en diferentes categorías y su madre, Nancy, es parte de la comisión de dicho deporte.

El primer pedido de ayuda de la familia a la comunidad fue con apoyo del club y esa solicitud se volvió viral.

La operación que debía realizarse en el Instituto Oulton de Córdoba le costaba más de 3.600.000 pesos, más el traslado de ambulancia desde Jesús María a la capital, además de otros gastos en medicamentos.

En pocos días, la solidaridad de la comunidad pudo ayudar a la desesperada familia. “Siempre digo que sin la ayuda de la gente yo no estaría acá -señaló emocionada-. Porque si bien los médicos hicieron lo suyo, la que me sacó adelante fue la gente que apoyó a mi familia, que donó, que ayudaron en ventas de comidas, es infinito mi agradecimiento”.

De esta manera, el 17 de enero la joven sanfrancisqueña fue sometida a una trombectomía mecánica, un procedimiento utilizado para el tratamiento de los infartos cerebrales agudos de origen tromboembólico.

“La cabeza no la tocaron -explicó-, me colocaron un catéter desde la ingle hasta el cerebro y desde ahí succionaron el coágulo”. Luego, agregó: “Para mí fue totalmente un milagro porque después de lo mal que la pasé, de todo lo que hubo que pelear, no quedé con secuelas más que en la vista, pero siempre trato de decirme que podría haber sido peor”.

Por otra parte, la joven evitó entrar en conflicto con aquellas partes que retrasaron su atención o no le dieron respuestas a su familia. “No quiero culpar a nadie porque no es lo que busco. Sé que hoy en día estoy viva y no fue ni por ni por la mutual ni por los médicos, fue por la gente y las cadenas de oración que hicieron. También fue muy feo lo que pasó mi familia. Entonces quiero olvidar esa parte y quedarme con lo bueno, que fue la gente y que hasta el día de hoy sigue preguntando por mí”, subrayó.

Gisela junto a dos de sus hermanas.
Gisela junto a dos de sus hermanas.

Rehabilitación, estudios y seguir adelante

Tras regresar a la ciudad, Gisela tuvo alergia a una medicación que la obligó a volver a estar internada unos días en una clínica local. Pese a estas dificultades, todavía debe realizarse estudios para saber fehacientemente qué fue lo que le pasó.

En primera instancia, y según algunos especialistas que la atendieron en las últimas semanas, todo apunta a que podría padecer trombofilia, una anomalía de los mecanismos normales de coagulación de la sangre que aumenta la probabilidad de que los vasos sanguíneos se coagulen (trombosis) en cualquier parte del cuerpo (arterias y venas).

Mientras tanto realiza rehabilitación con una fonoaudióloga y también para recuperar la movilidad de su costado derecho. “Es una rehabilitación neurológica, tengo que tratar más que nada mis manos porque quedaron muy débiles, por mi parte trato de caminar bastante, pero todo es paso a paso”, sostuvo.

Antes de este episodio, Gisela trabajaba en atención al público en el local de Zona Deportiva, además realizaba actividades físicas en un gimnasio y tenía su rutina junto a su pareja, Iván. “Creí que llevaba una vida normal, pero todo esto fue como un aprendizaje. Era una persona que vivía muy estresada, y esto me dio un freno de golpe, lo que va a ser ahora de mi vida siendo sincera no lo sé”, declaró.

Por último, con lágrimas en sus ojos reflexionó: “Sé que ya no soy la misma de antes, tampoco tengo los mismos pensamientos, trato de relajarme un poco más y de tomarme la vida más tranquila. Yo lo tenía todo y de la nada casi lo pierdo. Y me duele el pensar que podría haberme ido sin poder decirle a mi familia lo mucho que la amaba. Y es algo que hoy trato de decirles siempre, a todos. Y es un consejo, humilde, que quiero darle a la gente. Que no se queden en las peleas, en las cosas pequeñas, que les digan te amo a sus familias porque no saben cuándo puede pasar algo así, no tengan miedo de decir te amo”, cerró.