Marcelo Claudio Rojas (57) cruza por calle Jujuy en su silla de ruedas con lentitud, mientras autos y motos le pasan por el costado. Luego, cansado del trajín, intenta repetidas veces subir la vereda de Belgrano hasta que un vecino lo ayuda para hacerlo.

Así de trabada y difícil es la vida del hombre que por su diabetes perdió sus dos piernas y gran parte de su visión, pero que todos los días recorre las calles de San Francisco y Frontera vendiendo bolsas de consorcio, para tener el pan que llevar a la mesa. Son las 12:20 del miércoles y todavía le queda un largo trecho de recorrido para vender lo que le queda en su mochila.  

Todos los días, Marcelo se levanta temprano para reponer su mercadería y se apresta para recorrer la ciudad en su desgastada silla de ruedas. Su rutina comienza en Frontera y lo lleva hasta San Francisco, donde sus clientes ya lo conocen y lo esperan: "Desde hace mucho que soy vendedor ambulante, la gente ya me conoce", le dice a El Periódico.

La vida de Marcelo cambió radicalmente en 2014, cuando la diabetes comenzó a afectar su salud de manera severa. Tras varias amputaciones parciales, finalmente perdió ambas piernas. A esto se sumó también la pérdida de visión en su ojo derecho y problemas el izquierdo: “Lo tengo a media campana”, refiere casi con gracia.

El hombre fue boxeador y árbitro de la disciplina, cuyo entrenamiento lo ayuda a que se valga por sus propios medios, con una fuerza que lo empuja a no rendirse. Cuando cuenta su historia se emociona, al consultar por qué, el Rojas confiesa: “Es que no soy de hablar mucho de lo que me pasó y no son muchos los que me preguntan”. 

Su necesidad

"Todos los días salgo a vender, no bajo los brazos", repite Marcelo con determinación. A pesar de sus limitaciones, sigue luchando por mantenerse independiente. Sin embargo, su silla de ruedas, que es su principal medio de locomoción, se encuentra en muy mal estado. "No sabés cómo reniego, se me rompió una de las rueditas y así es difícil andar, pero bueno igual yo sigo", sostiene.

La dura historia de Marcelo, el vendedor ambulante que no “baja los brazos”

Fuera del centro, la falta de rampas para discapacitados y las veredas en mal estado o con constantes obstáculos, hacen que su tarea diaria sea aún más difícil.

Pese a esto, Marcelo no pide dinero, solo quiere poder seguir trabajando. Necesita una nueva silla de ruedas, o al menos, repararla para que pueda continuar con su actividad. "Plata no quiero, porque salgo a trabajar todos los días. Yo me manejo solo", dice con firmeza. Inclusive, suele tomar el transporte urbano, al cual se sube solo, los choferes lo ayudan con su silla de ruedas.  

Marcelo reside en la vivienda de su hijastro en Frontera, en Calle 58 al 219, no tiene teléfono, así que quien quiera colaborar con él puede hacerlo en dicha dirección o cuando lo cruce por las calles de la ciudad.

Asegura que vendiendo 20 paquetes por día ya puede asegurarse el pan para él y para compartir con la familia de su hijastro. Su historia es un recordatorio de la fuerza y determinación que puede tener una persona a pesar de las adversidades.