Gustavo Zaninetti (52) todavía recuerda con detalles la primera vez que, a sus 11 años, vio asombrado la majestuosa Catedral de San Francisco desde el exterior de uno de sus accesos. Por aquellos años, llegaba a la ciudad desde Morteros para asistir al médico y aquel pequeño le había insistido a su madre -María Bonino- en reiteradas ocasiones que lo llevase a conocer el templo. No imaginaba todavía que años más tarde no solo sería ordenado sacerdote en ese mismo lugar, sino que tendría la responsabilidad de cuidarlo y servir como su párroco.

Todavía hoy guarda esa anécdota y mientras recorre el interior del tempo, señala con precisión el lugar donde se había ubicado siendo un niño para mirar hacia el interior.

Zaninetti lleva 26 años de servicio vocacional como sacerdote –fue ordenado un 7 de diciembre de 1997-, se desempeñó en diversas parroquias de San Francisco y actualmente está a cargo de la Iglesia San Francisco de Asís, hoy la Catedral. Además, cumple el rol de vicario general de la diócesis, lo que sería el principal colaborador del obispo.

Oriundo de Morteros, cuenta que su vocación y compromiso con la fe se forjaron en su comunidad parroquial: “Viví mi niñez y adolescencia entre fines de los ‘70 y ‘80, con actividades muy fecundas rodeado a la vida en la parroquia- Nuestra Señora de la Asunción-. Fui monaguillo y tuve la experiencia de conocer mucho a mi párroco, que para mí fue como mi segundo padre, Ronald Ferrero. Y en esa vida fui descubriendo mi vocación. Entre tantas opciones, era por la que misteriosamente más atraído me sentía”, le cuenta a El Periódico.

También reconoce una influencia importante que tuvo durante sus estudios secundarios la presencia de los sacerdotes salesianos del Instituto Agrotécnico "Nuestra Señora del Rosario", de Colonia Vignaud. “Me llamaba la atención la figura de los curas, como estilo de vida y modelo de persona. Creo que eso fue un poco el caldo de cultivo de mi vocación”, agrega.

Su familia, especialmente su madre y abuela, también le inculcaron una profunda fe y lo apoyaron incondicionalmente en su camino espiritual, aunque su padre y su hermano estuvieron siempre vinculados al transporte.

Gustavo Zaninetti: “Hay que tener cuidado del individualismo, a veces nos encierra”

-¿Puede decir que es feliz con su vocación?

- Claro que sí. No tengo dudas que este es mi camino en la vida, el sacerdocio es un modo de vida que asume un hombre creyente a quien la Iglesia le confía un servicio, un ministerio para la comunidad. Esa es la lógica del sacerdocio, no es una conquista humana. Uno tiene que tener esa mirada que detrás de tu obispo, de la vida en la iglesia con las comunidades, sigue apareciendo una llamada de Dios que te dice: ‘te necesito aquí y ahora’; y me parece que, desde esa mirada de fe, uno puede asumir la realidad que le toca. Para el que el que tiene vocación y el que se anima a vivirlo, me parece que es un auténtico camino de realización humana.

Para Zaninetti, su labor le permite entregarse a los demás, ser una ayuda y parte en la vida de muchas personas. “Una de las riquezas que tiene el sacerdocio es que uno le pertenece a mucha gente, porque uno pudo compartir una tarea pastoral en una comunidad y compartir momentos muy significativos en la vida de las personas. Tanto muy lindos como dolorosos. Para los que tenemos fe, la importancia del sacerdocio es saber que Dios te pone en un lugar para que seas un instrumento y él pueda obrar en la vida de esa persona”, manifiesta.

Su camino

En 1997, el obispo de San Francisco, monseñor Baldomero Carlos Martini, envió al joven padre Gustavo a la parroquia de Luque, en Calchín, donde colaboró en la atención de esa comunidad y otras. A fines del ‘98, fue trasladado a San Francisco como párroco a la Parroquia Perpetuo Socorro con 27 años. “Me acuerdo que había llegado y estaba en la parroquia acomodando todavía los libros de la mudanza, andaba en remera y bermudas, y vino una señora y me dice: ‘¿che pibe está el padre?’ Soy yo el padre”, comenta entre risas. Y destaca: “Tuve la gracia de estar 13 años en la Perpetuo Socorro. Creo que Dios me puso ahí para terminar de formarme, hice mi camino de hacerme cura en una comunidad hermosa a la que estoy muy agradecido”.

A sus 40 años, fue designado en la parroquia de la Consolata y luego, con la llegada del obispo Sergio Buenanueva, sería nombrado vicario general de la diócesis, trasladado a la Iglesia Cristo Rey. Desde abril del 2019, ejerce como párroco en la Catedral.

En este sentido, subraya: “Cuando miro para atrás me parece increíble el haber podido compartir con comunidades tan hermosas y con las que guardo un cariño muy grande”.

Con 25 años viviendo en la ciudad, ya se considera un sanfrancisqueño y reflexiona: “Es mi ciudad, la quiero, tenemos nuestro ADN piamontés marcado, con toda la virtuosidad que eso tiene del trabajo, de luchar por salir adelante, aunque me parece que a veces, por ciertas circunstancias, se nos va enfriando un poco la vida de fe. Este cambio cultural va más allá de nuestra ciudad y tenemos los desafíos de no perder ciertos valores. Hay que tener cuidado del individualismo, que a veces nos encierra en nosotros mismos, sobre todo en tiempos donde la confrontación aparece muy fácil y la paciencia, el diálogo, el trabajo en común implica un ejercicio de valoración del otro que piensa distinto”.

Gustavo Zaninetti: “Hay que tener cuidado del individualismo, a veces nos encierra”

- ¿Qué análisis hace de la actualidad, de la crisis que atravesamos como sociedad?

- En la crisis del 2001 surgió una oración por la patria y se compartió en toda la Argentina, donde se le pide a Dios que nos dé la sabiduría del diálogo y me parece que ese es un gran desafío. Parece que dialogar es un trabajo artesanal, hay que disponerse, tener cierta valentía y mucha paciencia, pero también implica cierta autocrítica y creo que eso es lo que no podemos perder. Hemos perdido mucho tiempo en la confrontación y no nos podemos quedar con eso. Hay una crisis económica que nos afecta y que está afectando a los más necesitados, eso hay que atenderlo. No es solamente asistir, sino generar los medios para que se abran posibilidades de trabajo, de acceso a la salud, esa tarea hay que hacerla, pero es difícil si se mantiene la confrontación.

- ¿De San Francisco qué observación hace?

- Veo en San Francisco una gran generosidad para asistir y eso se refleja en familias, en tantas instituciones. Podemos hablar del trabajo de Cáritas en la iglesia, pero a partir del Consejo Interreligioso hemos podido conocer la labor que hacen las comunidades cristianas evangélicas, que es muy importante en la asistencia a los más necesitados como también en la prevención y el trabajo con los adictos.

-En la comunidad de la Catedral, ¿qué le preocupa?

-Hay que estar atentos a los jubilados, a las personas mayores que en esta crisis no les alcanza para medicamentos o para la comida. Posiblemente sean personas que nunca tuvieron la necesidad de pedir una ayuda. Después creo que, en la estructura de nuestra sociedad, el Estado tiene una gran presencia y asistencia, eso hay que reconocerlo y ayuda a solventar muchas necesidades. Otra situación es la realidad de las personas en situación de calle que, gracias a Dios y a la buena voluntad del intendente -Damián Bernarte- y de mucha gente colaboradora de las iglesias evangélicas y católicas, nos unimos en el armado del Refugio Nocturno. Esa es una realidad que no teníamos San Francisco y que hay que reconocer porque tiene mucho trabajo en asistir y acompañar.

Al respecto, Zaninetti valora como muy positiva la iniciativa del Gobierno municipal de conformar el Consejo Interreligioso Social: “Es una invitación a mirar juntos a la sociedad de la que somos parte y qué aporte podemos hacer en cuestiones sociales, las comunidades cristianas, la católica y la evangélica. Valoro, primero, el espacio para dialogar, lo cual nos permitió conocernos, nos faltaba dar ese paso de encontrarnos. Eso nos está haciendo mucho bien y hemos avanzado en proyectos concretos para ofrecer alternativas a la comunidad.

¿Cómo analiza, desde adentro, la crisis que atraviesa la Iglesia católica?

-La iglesia sí está atravesando una crisis, pero las crisis no son algo calamitoso o el fin de la cosa, sino que es una oportunidad para crecer y renovarse. Hay un cambio cultural en estos últimos 25 años, que no nos hemos dado cuenta, pero no solo en la Iglesia, sino que ha sido tan vertiginoso que a todos nos ha movilizado profundamente. Y creo que, con la cultura, en general, y sobre todo con la cultura juvenil, el desafío de la Iglesia es encontrar los registros, los modos, para poder volver a proponer el Evangelio. Porque muchas de las cosas positivas de la cultura de los más jóvenes son afines al Evangelio: la búsqueda de la transparencia, de la libertad, de la solidaridad, son valores humanos afines y que pueden ser una herramienta para la evangelización. 

Gustavo Zaninetti: “Hay que tener cuidado del individualismo, a veces nos encierra”

-¿Y qué significa esto de serla mano derecha del obispo?

-Es un oficio que tiene el gobierno de la diócesis, donde el obispo delega y comparte con el vicario general la potestad ejecutiva. Y es el vicario general el encargado de moderar el obispado, el moderador de la curia y el que colabora inmediatamente con el obispo. Es un gran trabajo de equipo, uno trata de acompañar y ayudar, no solamente en lo práctico, sino también en el diálogo, en el discernimiento de algunas situaciones. Esto hay que entenderlo también que el ministerio del obispo y el servicio del vicario tienen un contexto también de comunión más grande, porque existen otros consejos que hacen funcionar a toda la diócesis.