Hace unos meses que a Daniel Varrone se lo veía menos en su kiosco del Centro Cívico, su esposa Alejandra y Natalia, colaboradora, lo atendían y cuidaban por supuesto de los perritos que tienen un hogar pasajero allí. Eran muy pocos los que sabían la batalla que enfrentaba contra una enfermedad y se sorprendieron cuando el pasado 2 de julio se conoció su fallecimiento. 

Las muestras de tristeza por la pérdida tuvieron mucho eco en redes sociales, mucho más en las de Alejandra y su teléfono, y qué decir de las personales. Daniel dejó un gran vacío en quienes lo conocieron en cualquiera de sus facetas, aunque la mayoría lo reconocía como el kiosquero de la plaza y el cuidador de los animales. 

Precisamente ese kiosco, que alguna vez fue de su abuelo y él decidió continuar, nunca tuvo un cartel de luto. Estuvo cerrado unas horas mientras lo despedían, pero pronto todo retornó a la (casi) normalidad ya que así en cierta forma lo había dispuesto él. 

"De buen corazón"

Hace tiempo que Daniel y su esposa conocían todos los pormenores de su enfermedad, el hombre eligió seguir rodeado de las cosas sencillas que más lo hicieron feliz y que lo conectaban con quienes ahora lo extrañan.

Su recuerdo sigue estando en todos y ahí en el kiosco al que le dedicó su tiempo, su compañera Alejandra Cagliero contó cómo era: “Daniel era una persona especial, diferente, única, con un corazón más grande de lo que era él. Especial porque cuando lo encontrabas enojado tenía su carácter, pero a la vez era una persona buena, una persona buena, de un buen corazón”.

Alejandra se ocupó del kiosco después que Daniel enfermara.
Alejandra se ocupó del kiosco después que Daniel enfermara.

Facetas

Hace unos 25 años aproximadamente murió el abuelo materno de “Toretto”, como cariñosamente lo llamaba su esposa, y él tomó las riendas del comercio. Desde aquel comienzo logró forjar una gran vinculación con las personas y los animales. 

“Al día siguiente que murió su abuelo lo abrió y lo siguió solo. Era un kiosco de chapa chiquitito y lo agrandó a como hoy se ve. Siempre fue una persona muy carismática con la gente grande, en situación de calle y ni te digo con los animales”, relató Cagliero. 

Ambos tenían en común tener un gran apego por las animales, por eso Varrone también fue muy recordado en la comunidad mascotera de San Francisco. En su casa y en el kiosco siempre los cuidó y cobijó. 

“Por ejemplo este año sacaron el cartel del banco y las palomas dormían ahí, quedaron dos caídas que no podían volar porque eran pichones y los llevó a casa. Una murió y la otra está en casa con su jaula abierta, vuela y siempre viene a comer. Eso Dani alcanzó a verlo. Y comida para los perros siempre hay acá”, expresó a El Periódico. 

Amigo de los “cuatro patas”

Fueron muchos los perritos que pasaban por el lugar y sabían que Daniel no iba a tener problemas en ayudarlos. Hace un tiempo largo estaban Peter Pan y Pelopincho, que terminaron viviendo en su hogar de Plaza San Francisco, pero antes de eso dormían en invierno calentitos dentro del local y custodiaban durante el día el sector. 

Ahora está Tita y Chuchuwa. Él duerme en un bar acá cercano y Tita duerme en los cajeros del banco. Daniel los cuidaba y además siempre se encargó de ayudar a mucha gente, de trasladar animales, cooperar con chicas de la Protectora o que se dedican a esto. Era una persona muy solidaria, muy querida”, aseguró.

Chuchuwa uno de los tantos perritos que eran cobijados por Daniel en el kiosco (Facebook).
Chuchuwa uno de los tantos perritos que eran cobijados por Daniel en el kiosco (Facebook).

Cambios

Una vez que detectaron la enfermedad que lo aquejaba, en noviembre le encargó el kiosco por completo a Alejandra y Natalia, que también trabaja allí. Daniel se quedó en casa rodeado de animales y ordenando las cosas para que “todo le fuera más fácil” cuando ya no estuviera a su esposa. 

En su casa lo cuidaban cinco perros, una tortuga, la paloma que rescató y un gato. Aparte alimentaban y querían a otros cinco caninos de vecinos de alrededor. 

Las ventas quedaron en manos de Alejandra y el reparto se lo dejó sin costo alguno al cadete que siempre trabajaba con él. 

Despedida

Un día acompañado por toda esa familia Daniel se despidió para siempre, todo lo que sucedió después lo había planificado y pedido. Por ejemplo, el sepelio tuvo una corta duración porque la imagen que deseaba dejar era la del Daniel del centro.

“Después de su muerte me sorprendí de la cantidad de mensajes que recibí donde los despedían porque era impensada la cantidad de gente. Muchos no pudieron ir al sepelio, pero él lo quería así”, resaltó Alejandra. 

Mientras la mujer hablaba recibió las condolencias de muchos clientes habituales que aun no se habían animado a hacerlo. No hay duda de que la presencia de este hombre, aunque ya no física, es una huella imborrable del centro de San Francisco.