El obispo Sergio Buenanueva, difundió su tradicional mensaje navideño en el que propone “recrear en hogares, templos y otros espacios públicos, la escena evangélica del nacimiento del Señor”.

Y destacó que los niños “son buenos maestros a la hora de recuperar el asombro ante este misterio de salvación”.

El texto completo

“Queridos amigos:

”Dejémonos sorprender por la cercanía de Dios en ese Niño que María da a luz y que José cuida con amor de padre.

Al arrancar este Adviento, el Santo Padre Francisco nos regalaba la carta “Admirabile signum”. Nos invitaba a redescubrir la hermosa tradición, iniciada por San Francisco de Asís, de recrear en hogares, templos y otros espacios públicos, la escena evangélica del nacimiento del Señor.

Se trata -nos decía- de un “Evangelio vivo” que “causa siempre asombro y admiración”. En ese Niño reconocemos al Dios inmenso que se nos hace cercano y amigo. Y lo hace en el seno de una familia en riesgo, que no encuentra más que una cueva para que María dé a luz a su hijito.

Es Dios con nosotros. Un Dios pobre y humilde. Un Dios hecho Niño.

Los niños son buenos maestros a la hora de recuperar el asombro ante este misterio de salvación. “Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Lc 18, 17). Tenemos el corazón endurecido y metalizado. Acerquémonos con ellos al Pesebre. Que sus ojos abiertos nos guíen al encuentro del Emanuel. También María y José están de nuestra parte.

Dios nos enseña a vivir como hermanos. 

Asombro, admiración y sorpresa desembocan en muchas preguntas: ¿qué quiere Dios con esta cercanía? ¿Qué busca de nosotros? ¿Qué intención lo mueve? Son interrogantes que expresan una fe inquieta, una esperanza activa y una caridad ansiosa. 

Las respuestas las encontramos en el evangelio. Toda la vida de Jesús es revelación de la voluntad de Dios: él quiere salvarnos, arrancarnos de la soledad, de nuestros encierros y tristezas. Quiere cumplir el sueño que lo desvela desde la creación: hacer de todos nosotros una familia.

Nos quiere hermanos y hermanas. Belén es un misterio de amor, de familia y de fraternidad. Miremos a María y a José, centrados en el Niño del pesebre. Contemplemos a los pastores que se acercan. También a los magos de Oriente que están llegando, guiados por la estrella. Unos y otros, con timidez primero, pero con enorme alegría después, saldrán del Portal de Belén mejores, más humanos, más hermanos.

Nuestro mundo tiene sed de Dios y fraternidad. Sin un Dios Padre no podemos reconocernos hermanos.

Como los pastores, también nosotros seamos mensajeros de este gozo inmenso que lo es para todo el pueblo, de manera especial para los pobres, los tristes y sin esperanza”.