Son muchas las historias de mujeres sanfrancisqueñas que merecen ser contadas y entre una de ellas, la que celebramos en el mes de la Mujer, tiene una vida inspiradora que vale la pena conocer. Con más de 30 años de profesión, Elsa Beatriz Bucelli (69) ha dejado su huella en la educación de varias generaciones de niños y niñas.

Fue maestra jardinera -en la actualidad profesora de Educación Inicial- en el Instituto San Francisco de Asís, donde ella misma inició su vida educativa.

Pero su pasión al cuidado de los niños no fue lo único que la hizo destacar. Desde joven, la mujer descubrió su amor por la música y las danzas españolas, expresiones artísticas que se dedicó a estudiar y también a enseñar.

“El colegio San Francisco de Asís fue y sigue siendo mi segunda casa. Aquí empecé el jardín y después la primaria, pero no el secundario porque todavía no había, así que lo cursé en el Instituto Inmaculada Concepción. Después, cuando me recibí de maestra jardinera tuve la fortuna que justo hubo una vacante y me llamaron. Así que puedo decir que pasé más de 31 años en esta escuela”, dice con una amplia sonrisa.

Elsa habla como si estuviera en el patio de su casa y podría decirse que prácticamente lo está. Tiene su vivienda sobre calle Pueyrredón, a escasos metros del Instituto.

Música y danzas

Bucelli también es profesora de música y de danzas españolas. “Estudié el profesorado de música con las Hermanas que tenía a cargo el colegio y después íbamos a rendir en el Conservatorio Beethoven de Córdoba. Di clases de música en el colegio y después ya me dediqué solamente al jardín”, recuerda.

Con respecto a las danzas españolas, cuenta que se inició desde niña. De todos modos, ambas actividades estuvieron en un segundo plano, ya que, según ella, el lugar más preciado era el aula con los niños y niñas. “Fui muy feliz dando clases en salita de 5 años, los niños fueron toda mi vida y los quería como una mamá, antes se permitía una mayor vinculación con los alumnos, cosas que ahora no tanto”, insiste.

Sin embargo, la maestra jardinera también compartió el gusto por la música, la danza española y el folclore con sus alumnos, enseñándoles los pasos y las canciones tradicionales de estas disciplinas.

“La danza y la música siempre estuvieron presentes en mi vida y yo trataba de transmitírselas a mis alumnos y alumnas, los llenaba de música todo el día y como siempre fui de usar pulseras y collares, les llevaba pulseras y aritos a las niñas y corbatas y sombreros a los varones. En mis clases siempre estaban disfrazados”, admite entre risas.

“Me saludan. Seño Elsa, me dicen. Todos esos gestos, ahora que una es jubilada me gratifican el alma”.
“Me saludan. Seño Elsa, me dicen. Todos esos gestos, ahora que una es jubilada me gratifican el alma”.

Y agrega: “Aunque hice danzas españolas, siempre me gustó el folclore y también lo enseñamos junto a las ´seño Liliana y Silvia -García-’. El Instituto San Francisco de Asís fue una de las primeras escuelas que enseñó folclore antes que se decretara la ley que obliga a enseñarlo”. 

Saludos que “reconfortan el alma”

Elsa reconoce que, pese a que lleva casi 15 años de jubilada, todavía se encuentra con ex alumnos, ya adultos todos, que la recuerdan y saludan con mucho afecto.

“Me saludan y me abrazan. Seño Elsa, me dicen. Todos esos gestos, ahora que una es jubilada me gratifican el alma, me llena de orgullo. Quiere decir que mi paso por la vida no ha sido en vano, con humildad, una ha dejado una semillita linda en el corazón de los que fueron mis alumnos y alumnas”, dice emocionada.

Confiesa que en determinadas oportunidades no siempre reconoce a sus alumnos, pero aclara: “Ya cuando me dicen el nombre ahí sí, a pesar que pasaron 30 años, los recuerdo. Porque de cada niño y niña siempre te queda algo, su sonrisa, sus ojos, su pelo, anécdotas. Es una hermosa experiencia recordarlos, si yo tuviera que volver a elegir una profesión, volvería a elegir ser maestra jardinera. Para mí fue muy gratificante y feliz lo que vivió. Obvio que existieron los problemas como en todas las cosas de la vida, pero siempre lo bueno superó a lo malo”.

- Se ha encontrado con generaciones nuevas de docentes, ¿cómo cree que ha ido cambiado su profesión?

- No es la ‘seño’ la que va cambiando, pienso que son las normas, las directivas que se dan nuevas. Creo que son las que no les permiten ese acercamiento tan grande que teníamos años atrás y que era más como de mamá a hijo. Ahora, quizás, hay algunas restricciones que hacen, a lo mejor, que la maestra no sea tan cariñosa o demostrativa que a mí, por ejemplo, me permitía generar un vínculo con los alumnos y sus familias. Hasta a veces me acuerdo de las abuelas de los chicos, que los iban a buscar porque las mamás trabajaban y cuando los encuentro les pregunto por sus padres y sus abuelas.