Es el último escalón del tobogán, tomás aire, das el paso para sentarte sobre una pasarela pequeña. Manos firmes en los bordes laterales y en segundos por obra y gracia de la gravedad sos el rey o la reina del mundo. Te deslizás por seis metros de madera hasta que la arena salta sobre tu cara y te dice: “estás en tierra, ¿va de nuevo?”. 

Vos, extraño, fuiste el más alto de la ciudad, casi tanto como la palmera que está en la otra cuadra, sentiste la brisa en tu rostro y te dejaste llevar. Sos vos, una persona pequeña a los seis años. Es ella a los 61: Nelli Salvaneschi, la hija de Aldo, un señor que en 1969 hizo el tobogán más alto de San Francisco y que está en la plaza General Paz.  

Al lado hay un hombre con barba y gorra que la filma y sonríe. Es Fabián Zaccaria, que la ve apreciar la madera y el fileteado porteño que él le imprimió. 

Nelli y Fabián no se conocían y se encontraron frente al tobogán para hablar del antes y el presente. Ella para enseñarle la historia que tiene este juego en la ciudad, él comentandole qué técnica decidió usar y cómo trabajó. Es una charla entre ellos con un grabador de El Periódico de por medio.  

Los niños y niñas de la ciudad seguirán disfrutando mucho tiempo más del tobogán más alto.
Los niños y niñas de la ciudad seguirán disfrutando mucho tiempo más del tobogán más alto.

Extrañeza 

El tobogán fue construido por Aldo Salvaneschi en una casa de Av. Juan B. Justo en 1969 cuando Nelli tenía siete años. La hija más chica le pedía todo el tiempo que le hiciera una hamaca y de tanto insistir un día se puso a construirla.  

A la noche se ponía y lo dibujaba con una tiza en el suelo con todos los detalles y al otro día los fabricaba. Cuando reformaron la plaza me mandaron un mensaje y me dijeron ‘está todo cerrado y están sacando el tobogán que hizo tu papá'. Yo me desesperé porque es una reliquia", contó la mujer.  

A esa altura la charla era seguida atentamente por Zaccaría, que entendía la sensación de la mujer. Lo que ahora él le dijo fue cómo llegó hasta sus manos una propuesta de restaurarlo y devolverle brillo.  

“A mí me preguntó Gabriela Ludueña, la paisajista que está en espacios verdes, si me animaba a intervenirlo porque querían restaurarlo. Lo querían llevar a mi casa, pero no había forma, así que lo pinté en el galpón de la ex fábrica Tampieri”, describió.  

Con el lugar habilitado se puso a trabajar y le imprimió su estilo, escuchando los comentarios de personas que pasaban por allí y recordaban haberse tirado por el tobogán.  

El tobogán que le ganó primero al tiempo y ahora a la modernización

Toque Z 

El nombre de Fabián no surgió al azar, en el ambiente se conoce que no solo es caricaturista sino que también maneja la técnica del fileteado porteño, entre otras cosas. Así que presentó la propuesta con boceto incluido y en muy poco tiempo lo hizo.  

El fileteado es un arte decorativo y popular que incorpora el dibujo y la pintura sobre una superficie. Viene de Buenos Aires y alcanzó notoriedad en el siglo XIX siendo los italianos los primeros en introducirlo.  

Armé el diseño en base al largo, son seis metros de largo aproximadamente y tenía muy poco espacio para filetear porque es un espacio de 13 centímetros. Querían filetear también la parte donde los chicos se tiran, pero la madera no estaba en condiciones y no iba a quedar bien. Así que hice los laterales iguales y quedó vistoso y claro”, explicó puntillosamente.  

Ahora, claro, a usarlo con los cuidados y la precaución necesaria, como todo juego en la plaza. 

El tobogán que le ganó primero al tiempo y ahora a la modernización

Tiempo 

El tobogán resultó ser “pesadísimo”, tanto que Fabián afirmó que lo movían entre cuatro personas para dar vuelta la madera. Y ahí surgió otro detalle sobre el material usado y cómo hacía don Aldo.  

Yo veo el tobogán y lo veo a mi papá haciéndolo. Todas esas maderas las compraba rectas, después las metía en agua para ablandar y con la prensa les daba la forma y dejaba secar. La mano de pintura la dábamos una mi hermana (Norma, fallecida en un accidente) y yo, nuestro pago era la temporada de pileta”, recordó.  

Este juego gigante fue y es una rara joya que se conserva en los espacios públicos, porque normalmente Aldo trabajaba haciendo juegos que se podían tener en las casas. Varios de ellos le ganaron al tiempo y siguen pasando de generación en generación. 

No obstante, también había tandas especiales que fueron a parar a plazas de otros pueblos y éste último se mantiene en San Francisco. Era verdaderamente auténtico para la ciudad porque no había un fabricante que usara estos materiales. 

La charla se interrumpió, Nelli esperó que unos chicos terminaran de jugar y allá fue emocionada como cuando tenía siete años y vio las maravillas que su padre podía crear. De nuevo estaba en lo más alto, con el aire en la cara y ahí se entregó de otra vez a los brazos invisibles de la gravedad.