Malambo es, según el folklorista y escritor argentino del siglo XIX Ventura Lynch, “una justa de hombres que zapatean por turno al ritmo de la música”. Un baile que, con el acompañamiento de una guitarra y un bombo, era un desafío entre gauchos que intentaban superarse en resistencia y destreza.

El malambo se compone de una serie de figuras o mudanzas de zapateo, “una combinación de movimientos y golpes rítmicos que se efectúan con los pies. Cada conjunto de movimientos y golpes ordenados dentro de una determinada métrica musical se denomina figura o mudanza (...)”, escribe Héctor Aricó, argentino y especialista en danzas folklóricas.

Las mudanzas, a su vez, son figuras compuestas por golpes de planta, golpes de punta, golpes flexiones de tobillo -muchas veces con torciones impensables-. Cada vez que una mudanza se ejecuta con un pie debe ser ejecutada después, exactamente igual, con el pie contrario, lo que significa que un malambista debe ser preciso, fuerte, veloz y elegante.

Sin embargo, esta danza que comenzó siendo masculina e individual del paisano argentino y que era la representación misma de la virilidad, la fuerza y la fiereza, ha ido ganando un creciente número de mujeres -de las más variadas edades- que en San Francisco quieren y pueden malambear.

El Periódico dialogó con dos docentes referentes del malambo local y algunos de sus estudiantes para conocer más sobre esta danza que tanto llama la atención en espectáculos, pero que demanda un gran compromiso.

“Una pasión inexplicable”

Mario Bessone (40), es docente y director de la compañía Achalay de Malambo que está próxima a cumplir 10 años de vida. Cuenta con un cuerpo activo de malambistas hombres y mujeres, y desde hace unos meses desarrolla sus clases en el Salón de Usos múltiples de barrio Parque, con la intención de sumar niños y jóvenes bailarines de ese sector.

Para Mario, el malambo “es una pasión un poco inexplicable, como toda pasión. A nosotros nos vuelve loco, nos apasiona y nos lleva a hacer cosas que no suelen ser normales: como dedicarle mucho tiempo, mucho gasto económico, una gran preparación física y el cuidado del cuerpo, entre otras cosas”, enumera.  

Mario Bessone en el centro de la foto.
Mario Bessone en el centro de la foto.

La compañía trabaja con niños y jóvenes de diferentes edades y corporalidades. “Con cada uno vamos haciendo un trabajo específico según la necesidad que requiere cada uno. La idea es ampliarlo a los chicos del barrio y poder incorporar más bailarines”.

Además, Achalay Malambo afronta diferentes proyectos en su faceta competitiva con cinco varones que trabajan para presentarse en certámenes solistas; un sexteto femenino y a la vez, tres solistas femeninas.

El periodista especializado en música y crítico de diario La Nación, Gabriel Plaza, se había referido al malambo como “un cuerpo de elite dentro de las danzas folclóricas”. Y es que los malambistas no solo preparan su baile artísticamente, sino también con una rigurosa preparación física y psicológica, similar a la de un atleta.

Este es uno de los tantos aspectos que remarca Bessone: “El enfoque para los certámenes requiere una importante preparación física, si bien la gente ve un trabajo escénico de cuatro minutos, el baile tiene un desgaste comparativo al de un jugador de fútbol, porque el zapateo es pura potencia y coordinación en un período muy corto de tiempo”.

Y agrega: “Los malambistas de élite, de alto rendimiento, tienen preparadores físicos, nutricionistas, psicólogos, según lo que van necesitando y lo que pueden costear, porque esto es una tarea totalmente amateur donde casi ninguno percibe ningún ingreso, más que alguna adhesión de algún comercio. La mayoría lo afronta desde su trabajo, con ayuda familiar o como lo hacemos nosotros con ventas de pastelitos, empanadas y organización de eventos”.

El sexteto femenino de la compañía Achalay Malambo.
El sexteto femenino de la compañía Achalay Malambo.

Apertura para las mujeres

Sobre la inclusión de las mujeres en la danza, Mario sostiene que “en realidad la mujer siempre zapateó, pero hasta no mucho tiempo estaba como hasta medio mal visto. Gracias a Dios hubo una apertura de cabezas muy importante y desde hace cinco años existe el Festival nacional de malambo femenino, que ayudó a que se revalorice el desempeño de la mujer y está creciendo exponencialmente el trabajo del malambo femenino en todo el país”.

Las mujeres han abrazado el malambo con pasión y determinación en Achalay Malambo, que ya cuenta con representantes en distintos certámenes provinciales y nacionales. 

Melina Díaz.
Melina Díaz.

“Siempre zapateando”

Melina Díaz (20) comenzó a los 8 años a bailar folclore y a los 9 ya zapateaba. Proveniente de una familia con fuerte arraigo en el campo y de raíces folclóricas, la joven es una destacada malambista de San Francisco que ya ha participado con buenas performances en competencias nacionales.   

“El malambo ya es parte de mi vida, lo siento muy en lo profundo. Estoy trabajando y pensando en el ensayo de la tarde y en las mudanzas de baile. Es como que en mi cabeza y en la sangre llevo el malambo”, se sincera.

La joven cuenta que cuando la gente la ve hacer su coreografía luego le preguntan: ‘¿Cómo hacés? ¿Y cómo es que no te quebrás el pie o no te duelen las rodillas después de bailár?’ y ella responde con una tímida sonrisa: “Es cuestión de los años que hace que estoy zapateando, para mí es una experiencia hermosa”.

La joven reconoce y agradece la ayuda de sus padres que siempre la ayudaron en su pasión por el malambo, “ahora que trabajo -hace más de un año que se desempeña en una fábrica-, ya sale todo de mí”, sostiene.

En este sentido, Mario aporta: “La familia es fundamental para todos los que decimos zapatear malambo, es un pilar que siempre está al pie del cañón, acompañando y viviendo los mismos sueños que nosotros”.

La Escuela municipal de malambo.
La Escuela municipal de malambo.

“Al malambo lo llevamos en la sangre y en el corazón”

Pablo “Indio” Ochoa (48), es otro reconocido docente local de danzas folclóricas que está a cargo de la Escuela municipal de Malambo, que se brinda en la Dirección de Cultura local.

“Siempre cultivando el malambo-le dice a El Periódico-, sabemos que aunque esta no es una zona de malambistas, es más una zona de trigo y soja, pero acá gracias a Dios tenemos el semillerito que ojalá sea el futuro de esta danza”, sostiene con respecto a los niños y niñas que asisten al taller municipal y agrega: “Me interesa el semillero de niños para que ellos puedan seguir defendiendo nuestra tradición”.

Ochoa recuerda que comenzó a practicar el malambo cuando todavía no era una danza muy difundida y que siempre tuvo la inquietud de conocer “la sabiduría del malambo”, por lo que viajó mucho para enriquecerse.

“Como San Francisco siempre tuvo muy buenos representantes en la danza folclórica decidí buscar ese camino paralelo que era el malambo. Aunque mi camino como malambista fue corto, me dediqué a enseñar”, manifiesta.

Sobre la danza, coincidió en los conceptos de Bessone: “El estado físico, la fuerza y el entrenamiento del malambista no le envidia a ningún profesional deportista. Pero por otro lado, los deportistas que llegan, ganan fortuna, nosotros lo hacemos por pasión, es más pagamos para para participar, para viajar. Lo hacemos simplemente porque a esto lo llevamos en la sangre y en el corazón”.  

El docente considera que esta danza tradicional que va mucho más allá de lo que algunas personas podrían considerar: “Hay gente que cree que es la danza de un tipo que está matando hormigas, pero si supieran todo lo que viene de ahí, la rítmica, la coordinación, el despliegue que lleva. El malambo es cien por ciento rítmico y necesita un entrenamiento muy exigente para hacerlo realmente bien”, revela.

El machismo en la danza

El malambo no solo es una expresión artística, sino que también tiene una rica historia cultural. "Antiguamente, el malambo surgió como un contrapunto entre gauchos, un desafío de quién podía realizar los pasos más impresionantes. Esto ocurrió en las pulperías, donde la competencia y la apuesta eran parte fundamental", explicó el docente. A pesar de ser inicialmente una expresión masculina, Ochoa sostiene que históricamente las mujeres también eran hábiles en el zapateo. Sin embargo, “el machismo del hombre hizo borrar en la mujer del malambo durante muchos años.

Con el tiempo, el malambo evolucionó y diversificó su enfoque. "Hoy en día, hemos visto un resurgimiento del malambo femenino. Después de décadas de predominio masculino, las mujeres han regresado a la escena y están demostrando su destreza en competiciones y espectáculos", enfatiza.

Pequeños y grandes malambistas

En relación a su semillero, el docente comparte su convicción de que comenzar desde pequeño es beneficioso para los niños, “poque pueden aprender el malambo como un juego, una diversión que les permite desarrollar habilidades y creatividad ", destaca.

En este sentido, subraya que el taller de malambo cuenta en la actualidad con 36 estudiantes en una amplia franja de edades -que van desde los 5 a los 65 años- y perfiles. Con 36

Con más mujeres, el malambo se afianza en San Francisco

Un regreso a la danza y una promesa

Maximiliano (25) y Renata (12) son dos de los alumnos del Escuela municipal que dirige Ochoa. Dos casos particulares unidos por la fascinación que les genera el zapateo. 

En el caso de Maxi es oriundo de la localidad de Charata (Chaco), hace siete años que reside en San Francisco y a comienzos de año retomó el malambo y las boleadoras. El joven tiene su historia familiar en el folclore, que practicó en su niñez y parte de su adolescencia.

Llegó a nuestra ciudad para estudiar ingeniería electromecánica, se encuentra cursando sus últimas materias. Un compañero de estudio lo invitó a una clase del taller y desde entonces retomó la danza. 

“Para mí es más una cuestión cultural, soy muy amante de mi país y lo llevo en mis raíces, sobre todo al venir de aquella zona de monte chaqueño, es todavía más intenso el sentimiento”, expresa.

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Joven promesa

Por su parte, Renata (12), ya lleva tiempo zapateando malambo y ha competido en diversos certámenes tanto provinciales como nacionales.

“Había empezado folklore pero cuando vi a los chicos a zapatear quise probar, me gustó y me quedé”, dice tímidamente. Su madre, Roxana, que la acompaña a cada clase, admite que la pequeña se pasa todo el día zapateando de un lado al otro de la casa.

“Ya estuve en muchas competencias y he ganado algunas-agrega la niña con una sonrisa-. Pero para eso paso muchas horas entrenando. Sí -y cuenta- son varios días que me la paso acá”.  

Dos estilos diferenciados

El malambo tiene dos estilos: sureño -o antiguo-, que proviene de las provincias del centro y sur del país; y norteño -o moderno- de las provincias del norte. El sur tiene movimientos más suaves y se acompaña con guitarra. El del norte es más explosivo y lo integran guitarra y bombo.

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