Alberto Delfín Caminos tiene 72 años, recibe al equipo de El Periódico en su vivienda ubicada al frente del Parque Cincuentenario, y con la tranquilidad de alguien que ya está jubilado y sabe que no tiene apuro, abre la puerta y saluda amablemente.

Pasó 42 años trabajando en empresas metalúrgicas de San Francisco, donde aprendió diferentes tareas y entendió que al empleado hay que respetarlo y hacerlo valer, por eso decidió defender a sus compañeros siendo delegado gremial durante 25 años.

De cara al 7 de septiembre, Día del Trabajador Metalúrgico, recomendó a los compañeros que hagan valer sus derechos en el ámbito laboral.

Con sólo 16 años, en la década del ‘70 empezó a trabajar en la fábrica Stanford, que estaba ubicada en Av. Urquiza, cerca del Cottolengo Don Orione. Allí dedicó más de 16 años de su vida donde aprendió varias tareas y comenzó a desempeñarse como delegado para luchar por los derechos de sus compañeros.

“Trabajaba en el área de corte y también en la zona de templado de las piezas”, recordó sobre aquellos tiempos en que apenas siendo un adolescente ya veía que no se respetaba la entrega de indumentaria y había problemas con el pago del salario.

“Me postulé como delegado porque veía que no nos daban ropa, calzado, había problemas con el pago del sueldo. Además, en los días de lluvia caía más agua adentro que afuera”, comentó Caminos, y agregó que el punto determinante fue cuando cayó agua en un balancín y un compañero casi queda electrocutado.

“Lo primero que hice fue hacer poner el techo en condiciones y exigir el pago del sueldo como correspondía tras radicar la denuncia a través del gremio”, contó con orgullo.

La dictadura lo dejó sin trabajo

Cuando llegó la época de la dictadura militar, aseguró que lo despidieron sin causa de la fábrica Stanford: “Pusieron como excusa que yo formaba parte de alguna agrupación de izquierda, lo cual no era cierto. Me dio mucha importancia porque me despidieron y no podía recurrir a ningún organismo para defenderme”, rememoró con bronca Caminos sobre aquellos tiempos tan duros.

A la vez destacó que no se quedó de brazos cruzados, y agradeció a los abogados Agodino y Ortega, quienes lo defendieron en aquel momento y lograron que le pagaran la indemnización.

“No querían a los delegados porque defendíamos los derechos de los trabajadores. Pero así y todo puse un abogado y me tuvieron que indemnizar, aunque no fue doble la indemnización pese a ser delegado”, sostuvo.

Metalúrgica Magnano

Tras un tiempo, Caminos pudo ingresar a otra empresa del rubro metal de la ciudad. Estuvo durante cuatro años en Metalúrgica Magnano, que en aquellos años estaba instalada por Av. San Lorenzo, donde hoy funciona Carossio y Vailoratti.

“Me desempeñaba en plegadoras, doblando las chapas que iba para las máquinas cosechadoras”, comentó y agregó: “Ese oficio lo aprendí en esa empresa. Es importante no quedarse sobre una sola tarea dentro de la fábrica para no quedarse con una sola categoría”, manifestó.

“Tras algunos años, la empresa se presentó quiebra, la situación era muy complicada por aquellos años de la última dictadura y cerraban muchas empresas”, recordó.

20 años en Motores Ada

Caminos hoy disfruta de su familia, sus cuatro nietos y la tranquilidad del hogar, pero no olvida sus últimos años en la fábrica Motores Ada, donde cosechó grandes experiencias laborales y compañeros que con el correr del tiempo se transformaron en grandes amigos.

“En esta empresa también teníamos algunos problemas para cobrar el sueldo, veía lo mismo que en mi primer trabajo. Por eso decidí volver a ser delegado para representar a mis compañeros”, dijo.

“En total estuve 42 años trabajando en el rubro metalúrgico. Por eso le digo a los trabajadores que pasen un gran día, que la luchen siempre y peleen por sus derechos en base al trabajo”, enfatizó.

Una vida sacrificada

Alberto remarcó que la vida del trabajador metalúrgico es muy sacrificada porque todos los días hay que levantarse a la madrugada y se pasan largas horas dentro de la fábrica.

“Mucho más cuando tenés horario rotativo. Yo tenía turnos de 4 a 12, otro de 12 a 20 y luego de 20 a 4”, explicó agregando que también hay mucho esfuerzo y se sufre tanto el calor como el frío.

“Hay que cumplir con los horarios y el trabajo. Es importante aprender varios oficios y tareas dentro de la fábrica para que te recategoricen”, expresó.