Ni todo el que busca encuentra ni tampoco el que encuentra busca. Muchas veces las cosas llegan de forma no planeada o simplemente suceden. Y algo de eso le pasó a Paula Toranzo (32) con la actuación: hoy es una apasionada del teatro, pero cuenta que hasta hace cinco años atrás ni se le pasaba por la cabeza que podría actuar ni disfrutar tanto arriba de un escenario. “Nunca me ofrecía para actuar en la escuela, ni siquiera”, pone como ejemplo. Todo cambió en 2017, cuando la invitaron a ser parte de una intervención y entre los espectadores se encontraba el director que renovó por completo el movimiento teatral de San Francisco: Adrián Vocos.

De ahí en adelante, Paula arrancó y se internó de lleno en esto de jugar a ser otro. Formó parte de los distintos elencos de La Comedia San Francisco, la compañía que dirige Vocos, y actualmente integra el grupo de la exitosa Bajo terapia, obra que en el pasado verano obtuvo el galardón de “Mejor libro” en los Premios Carlos 2022 tras hacer temporada en Villa Carlos Paz.

En Yo Digo, el programa de entrevistas de El Periódico TV (martes a las 19) que conducen Nicolás Albera y Faustino Rizzi, que desde este año también se replica en El Periódico Radio FM 97.1, Toranzo contó cómo fue que nació inesperadamente su pasión por la actuación. También habló sobre qué representa hoy el teatro en su vida, qué planea en su carrera como actriz y qué conexión busca entablar con el público debajo del escenario, entre otros temas.

¿Cómo llegó el teatro a tu vida y cuándo decidiste que querías a ser actriz?

Más que una decisión, fue una llegada, porque nunca estuvo en mí el deseo latente de ser actriz. Marianela Panero, mi compañera en varios elencos y que es mi cuñada, me invitó a participar de las clases. Puntualmente, me invitó a participar de una intervención de Manada Teatro, fue vista por Adrián Vocos, quien al día siguiente me mandó un mensaje invitándome a participar de sus clases. Me quedé y con el tiempo se convirtió en una pasión y un trabajo más.

¿A partir de ahí cómo fueron tus primeros pasos?

Empecé a tomar clases con Adrián y al poco tiempo quedé seleccionada para una obra hermosa que se llama La pena de Shakespeare, que Adrián escribió muy joven y hoy forma parte de Teatro por la Identidad. Una obra que ideológicamente me llegó mucho. Después hicimos Yerma, de García Lorca; Esperando la carroza, La casa de Bernarda Alba. Ahora estamos con Bajo terapia y en el medio hubo otros proyectos más pequeños.

Pareciera un camino largo pero hace relativamente poco que empezaste. Solo cinco años. ¿Antes ni lo habías pensado?

Nunca me lo había planteado. Siempre remarco que el trabajo que hace Adrián es muy importante, hasta su llegada el teatro no tenía la importancia que tiene hoy en la actividad cultural de la ciudad. Ahora hay múltiples compañías teatrales que también están haciendo carrera, lo cual me parece fabuloso. Nunca se me había ocurrido que yo podría llegar a ser actriz, nunca me ofrecía para actuar en la escuela, ni siquiera. Por ahí las cosas se dan de la forma más extraña y en 2017 empecé.

Paula Toranzo: “El teatro es súper importante como espejo de la sociedad”

¿Qué importancia tiene para vos hoy el teatro, como forma de expresión?

Ideológicamente me parece que es súper importante como espejo de la sociedad. Nos pasa en la interpretación de diferentes obras en cómo uno puede ver reflejado su propia realidad en una escena, un personaje o una obra completa. Nunca me había pasado de ver al teatro como un eje de interpelación en el público, como espectadora no había pensado en la llegada de lo que pasa en vivo, de cómo se siente lo que uno está viendo en ese momento. Uno se ve reflejado, hasta sin buscarlo, ya sea con un personaje o una escena en particular. Uno encuentra ahí un espejo que te da herramientas para evaluar la vida, la sociedad en general. En la obra actual, Bajo terapia, hay mucho de interpelación y como actores usamos esa herramienta hasta el punto de la incomodidad, nos damos cuenta que a alguien le tocó una fibra. Eso es interesante, divertido, a veces doloroso. Es una montaña rusa de emociones que atravesamos todos: el elenco, el director y el público.

O sea que salgan distintos del teatro, interpelar al público. ¿Ese podría ser uno de los objetivos del teatro?

De una forma superficial, el teatro de un entretenimiento. Uno puede ir a ver una comedia, como las que hacemos habitualmente, y reírse durante una hora y media; e irte a tu casa con una sonrisa.

Que está muy bien…

Es totalmente válido, pero más válido es cuando después de una hora de risas te vas pensando y atando cabos. Por ahí nos pasa que una persona va a ver la obra y recién a los dos días nos manda un mensajito, y te das cuenta que se quedó pensando. Eso me parece más rescatable, cuando el teatro interpela de una forma más personal y concienzudamente, me parece mejor que el mero entretenimiento.

¿Cómo es tu proceso de creación de los personajes y cuánto tiempo te lleva?

Depende mucho del personaje que te toque. Adrián nos enseñó una técnica que yo utilizo mucho y es crear la historia del personaje, de dónde viene, a qué se dedica y hasta banalidades. El proceso no sé si se termina, pero se le va dando un cierre con el correr de las funciones. En los ensayos vamos estudiando la letra y se le da un poco de forma, pero cuando uno está en escena y se da la libertad de jugar con el compañero es cuando se termina de armar bien la característica del personaje propio.

¿Y qué relación hay entre ese tiempo que vos dedicás con la cantidad de funciones que luego vas a tener? ¿pensás en el tiempo que te implica y en que quizás en el interior no tengas tantas funciones como en una ciudad más grande?

No, en realidad siempre hablamos de que te puede pasar de que el teatro no esté lleno, y por ahí tenés que actuar para 10 personas y no para 200. Previo a la función te genera un poco de peso, pero una vez que la luz se prende, ya no importa, porque se disfruta igual y el compromiso es el mismo. Obviamente que preparamos las obras con el deseo de recorrer el país y presentarla mil veces, y por ahí las hacés tres o cuatro veces y quedó ahí. Pero el compromiso es el mismo. Es el deseo de jugar y no ser uno por un rato.

Por ahí en ciudades más chicas o en el teatro independiente no está ese objetivo primario de ser exitosos en lo económico y que los vea muchísima gente, sino también el proceso, el recorrido de la obra.

La realidad es que yo no vivo del teatro, más allá de que sería un deseo muy fuerte para muchos de nosotros. No es nuestro sustento, entonces lo vemos más como una pasión. Tiene su injerencia económica, obviamente que uno cuando vende una función o se va a presentar está viendo si rinde económicamente. Pero principalmente es pasional, te tiene que gustar y después vas a hacer malabares con tu vida para poder cumplir con lo que la compañía pueda programar. Nosotros somos seis adultos, los seis trabajamos, cinco tenemos hijos, pareja y hacemos malabares para cumplir, y la familia también se la re banca.

Pero el hecho de que sea pasional no significa que sea amateur o un hobby, o que no lo hagas con compromiso y buscando ser lo más profesional posible en la actuación.

No, para nada. No es un hobby porque demanda muchísimo de nuestro tiempo. Nos capacitamos permanentemente, nunca dejamos de tener clases, más las horas de estudio, de ensayo y todo lo que significa viajar, organizar los trabajos y la vida personal. Está muy lejos de ser un hobby. Puede empezar con un hobby cuando uno no se mete de lleno en los ensayos, las presentaciones y las giras, pero cuando pasa esa barrera despedite del hobby porque requiere un montón de esfuerzo.

Claro, que no quede la idea de que los actores del interior sean menos actores que los que brillan en la cartelera de la avenida Corrientes en Buenos Aires.

Me pasó que hicimos temporada en Carlos Paz en el verano y muchas noches nos quedábamos a cenar con nuestro productor, periodistas y otros directores de teatro. Y por ahí nos decían: “No sabía que en el interior había tanto talento”. Y uno como diciendo… somos del interior, no extraterrestres, hablamos el mismo idioma, nos dedicamos a lo mismo y tenemos los mismos gustos, ¿por qué no puede haber tanto talento en el interior?

Hablabas de que Adrián te enseñó una técnica. ¿Hay una técnica para seguir en el teatro o hay varias y uno va construyendo su valijita de donde ir sacando cosas?

Adrián nos dice que no usemos el teatro como una terapia, pero inicialmente todos lo usamos así. En nuestra primera etapa, es una catarsis enorme, después uno se va nivelando con el resto del grupo y adquiriendo otras cosas. Hay múltiples técnicas para la interpretación de un personaje. Está la parte emocional, que uno al principio utiliza mucho por no haber desarrollado otras herramientas. Después ya se transforma en algo más orgánico, uno ya sabe qué pasa en la garganta, en el pecho o en el abdomen cuando uno llora. Después ya es algo del juego. Por ejemplo, yo en Bajo terapia interpreto a Paula, con mi mismo nombre. Pero soy Paula, la abogada, no la que trabaja como secretaria o la mamá, sino la abogada y desde ahí voy. Todo es válido y a uno le sirve para jugar y probar.

¿Qué es lo que más te gusta de ser actriz y por qué lo seguís eligiendo?

Estar arriba del escenario, es el momento que más disfruto, que podés demostrar que estás capacitado para hacer esto. El resto, todo es disfrutable. Las clases, los ensayos. Con Bajo terapia nos fuimos los seis a Villa del Rosario en una camioneta, nos divertimos un montón, el grupo se afianza, nos juntamos, nos reunimos con la familia.

Justamente eso se cortó en este tiempo de pandemia. ¿Tuviste experiencias de teatro virtual por zoom?

Sí. Yo trabajo en el sector de la salud, sabíamos que esto no iba a ser por un corto tiempo. Las clases por zoom tuvieron su costado divertido, no es lo ideal porque el teatro es cuerpo y presencia. Pero lo que tuvo de bueno es que mucha gente se animó a entrar al teatro por la virtualidad. Fue la manera de mantenerse a flote.

¿Qué quisieras que pase con tu carrera como actriz? ¿te planteás objetivos o dejás que las cosas pasen casi como empezaste?

No sé si pretendo vivir del teatro, sería muy difícil proyectar todo lo que nosotros vivimos acá en otro lado, como Buenos Aires. Si yo me sumara seríamos miles en esa búsqueda y no tengo ganas de eso. Tengo ganas de seguir jugando como lo hago ahora con Adrián y mis compañeros, que es mucho más de lo que pude haber pedido. Y seguir adelante con proyectos personales fuera de la actuación, que todo pueda seguir en el mismo camino, como mis negocios, que ojalá que no impliquen que tenga que dejar de hacer esto. A mí lo independiente y lo under me sienta muy bien y no pretendo más.

Estar en una ciudad como esta te da una cercanía con un grupo de gente y más contenida en lo personal.

Y la comodidad de trabajar con quien uno ya conoce, la tranquilidad de poder moverme en un círculo en donde puedo relajarme. Por ejemplo, mi hija, mi pareja y mi negocio, si yo no estoy tiene que haber alguien que encare todo eso. La familia y todos los que han podido darnos una mano en esta temporada de verano en la que yo viajé todos los sábados. Eso en otro lado no lo tendría. No sé si quiero salir de mi zona de confort.

Algunos dicen que hay que animarse a romper la zona de confort y otros que no, que justamente porque es la zona de confort no quieren que se rompa.

Claro, costó para que sea una zona de confort. Dejémosla ahí, un tiempito al menos.