Un gigante en San Francisco: Oreste Torres Quiroz habló de básquet a jóvenes promesas locales
El ex jugador de básquet de origen cubano está en San Francisco acompañando a su hijo que fue incorporado a El Tala y en ese marcó habló de cómo es la vida de los deportistas en la isla.
En el caluroso enero de San Francisco un hombre de altura imponente, ojos claros y tonada caribeña pasea por las calles. El hombre se llama Oreste Torres Quiroz y es de Cuba, vino a la ciudad acompañando a su hijo Junior que se incorporó a las divisiones formativas de El Tala.
Torres Quiroz, para quienes son seguidores del básquet o la selección es un ex jugador de aquel país que giró además por varias ligas del caribe y se calzó la camiseta de Cuba en competencias internacionales.
En parte es un trotamundos de este deporte y de esas aventuras que le dio el profesionalismo habló en El Tala el domingo. Frente a jugadores de diversas edades, entrenadores y dirigentes recordó cómo fue su trayecto en el básquet cubano y lo difícil que también es construir allí una carrera por las mismas condiciones de vida y del gobierno castrista.
Lo difícil de elegir
En el básquet cubano el tope de edad en las divisiones formativas llega a los 15 años, después todo se trata de escalar y llegar a incorporarse a un equipo en primera división. Oreste dijo que su corazón siempre pertenecerá a los Capitalinos de La Habana porque la institución representaba a la esa ciudad.
Con de 2 metros de altura, destacándose en la zona pintada y talento, Torres Quiroz tuvo su chance de saltar al profesionalismo, pero no fue hasta los 27 años que logró concretar la oportunidad.
“Pude ser contratado a los 21 años cuando para mí era mi mejor momento, pero Cuba todavía no permitía contratos internacionales. Tenía que tomar la decisión de ir a la liga de Puerto Rico o, de acuerdo a lo que sucedía en ese momento, debía abandonar el país y no poder regresar hasta dentro de 8 años”, contó.
Su decisión fue muy difícil, pero al final declinó de irse: "No entendía lo que era estar lejos de mi familia. No entendía tampoco estar lejos de mi retoño que estaba en la barriga de su madre, no me podía permitir que creciera sin mí”.
El salto
La esperanza del jugador era que las cosas cambiaran y las libertades fueran más en su amado país. “Yo creía que en algún momento todo iba a mejorar. Luego después de 7 años cambiaron la norma y se habilitaron los contratos internacionales, a mí esa oportunidad de ser profesional me llegó a los 27 años”.
Al irse del país a Puerto Rico aprendió muchas cosas a nivel deportivo, pero también otras que le marcaron el camino como profesional.
“Una situación que me marcó fue cuando me contrataron por primera vez, en la primera semana llegué tarde a las prácticas, tuvimos el primer partido y después me llamaron la atención. Me dijeron que los horarios se cumplen y si no me descontaban 50 dólares, para mí era mucho dinero, por eso creo que es importante no solo llegar a tiempo sino tener disciplina, ir temprano, estar listo. Yo ese día sentí la presión y nunca más pasó”, recordó sobre aquel aprendizaje.
Una vez que se abrieron esas puertas su talento hizo el resto: pasó por las ligas profesionales de Nicaragua, Venezuela y a los 34 años dejó la práctica ya que aunque se sentía pleno entendió que era momento de iniciar otra etapa de su vida.
“Comencé una vida nueva en otro país y empezando de cero trabajando en lo que me tocó. No me arrepentí de nada, incluso tuve el privilegio de jugar un Preolímpico acá en Mar del Plata frente al equipo de la Generación Dorada, en el mismo grupo también estaba Brasil y Puerto Rico”, destacó.
Añoranza
Torres Quiroz inició su vida post basquet en otro país, pero nunca dejó de extrañar su Cuba natal. Con cierto pesar reconoció que “el país y el pueblo pasan por un momento desagradable”, en el caso de los jugadores de básquet no pueden realmente vivir de su profesión, pero la situación es generalizada a otros trabajadores.
“Puedes ver a un profesor o licenciado trabajando en un restaurante porque el salario que perciben no les alcanza para cubrir las necesidades. Es algo de lo cual nos dimos cuenta tarde, hasta hace poco tiempo no teníamos redes sociales y teníamos como una venda en los ojos. Esperamos que venga un cambio positivo para el pueblo”, reflexionó.
Con esa experiencia, el ex jugador intentó graficar cómo es la realidad de otros jóvenes de la misma edad que aman el mismo deporte pero están en un contexto distinto y adverso. No por ello dejó de alentarlos a que se esfuercen en practicar, ser disciplinados y escuchar a los entrenadores. Su frase final lo resume todo: “Vivan su proceso y háganlo realidad, ese es mi mensaje para ustedes”.