Independiente, que vive enamorado de su historia, de su mística y de su pasado de gloria, se tomó casi con desdén su compromiso por la Copa Sudamericana ante Liverpool, de Uruguay. Si ganaba, el resultado podía interpretarse como el mojón fundacional para la resurrección. Una derrota hubiera significado el abandono definitivo de la competencia internacional. La victoria por 2-1 le sirve más para el ánimo que para maquillar su presente deportivo, envuelto en penurias. Es que hay que retroceder hasta el 28 de abril, sí, 150 días, para encontrar la última victoria de los Rojos: 2 a 0 a Banfield, por la 12da fecha del Clausura. Desde entonces, habían pasado 17 partidos... 

El rival uruguayo contribuyó a que los Rojos, al menos, se dieran un baño de autoestima. El tucumano Patricio Vidal, siempre atento, se transformó en la mejor alternativa de pase para los volantes de Independiente, que monopolizó la pelota. A nadie le extrañó que en una corrida de Vidal (hubo falta a Semperena, no sancionada), y luego de un centro atrás, el colombiano Vargas empalmara la pelota que, tras un rebote en Tamareo se transformó en el primer gol. 

Los Rojos atacaban como nunca; defendían como siempre. La desconexión entre los dos centrales, Cáceres y Galeano, fue tan evidente que cada vez que el uruguayo Núñez tomaba la pelota, nadie sabía cómo marcarlo. Varias veces Liverpool encontró mal parada a la última línea local. 

En el entretiempo, la gente aportó lo suyo y recordó el próximo partido por el torneo Inicial (con Unión): "El domingo, cueste lo que cueste...El domingo tenemos que ganar". Para que al Tolo Gallego le quedara bien en claro que el gran desafío es escaparse del descenso. Al revés de otros tiempos, en los que Independiente privilegiaba la gloria continental por sobre la competencia doméstica, el ajustado promedio cambió los planes. Y su gente no quiere que el club de Avellaneda se convierta en el nuevo River. 

Pero si Independiente defendía mal, Liverpool lo hizo peor. En el primer ataque a fondo de los Rojos, la pelota derivó en Rosales, quien ubicó el balón en el palo más lejano del arquero uruguayo. Como en el primer tiempo, Independiente conseguía convertir en los instantes iniciales. 

La desventaja se le hizo demasiado cuesta arriba para el conjunto uruguayo, cuya única arma para llevar peligro al arco de Independiente fueron el talento de Carlos Núñez. Este último se encargó, solito, de complicarle la noche a los Rojos. Tanto, que con un zurdazo señaló el 2 a 1 a cinco minutos del final. E Independiente no pudo tener un final en paz. Núñez dejó a los de Avellaneda envueltos en preguntas. Y la serie quedó abierta por el gol de Liverpool.