La Fundación Un Tatuaje por una Sonrisa donó la silla de ruedas postural que Héctor Lesta (19) necesitaba para cambiar su vida. Su presidente, Juan Pablo Rodríguez, fue quién se comunicó personalmente para gestionar la llegada de la silla y lamentó no poder venir a San Francisco para conocer a Héctor.

En diálogo con El Periódico, Rodríguez contó su historia, las dificultades que atravesó un “click” que cambió por completo su vida.

¿Cómo surge la idea de la Fundación?

Yo fui adicto a las drogas durante mucho tiempo, hasta que, en octubre de 2013, leí una frase en el cuaderno de mi hijo Valentín que decía: “odio a mi papá”, eso hizo un click en mí para cambiar el concepto que ellos tenían de mí.

Yo era de la barra de Belgrano y empecé con esto tatuando a los hinchas a cambio de un juguete para una campaña de navidad, esa fue la decisión de empezar a cambiar de vida. A esa campaña le pusimos “Un tatuaje por una sonrisa” y nunca pensé que esto iba a ser tan grande.

“Los adictos vamos a ser siempre adictos, en este caso cambié esa adicción que me estaba matando por esta que me gusta, que me hace sentir bien, que lo hago con mis hijos porque siempre me acompañan”, contó.

¿A quiénes comenzaste a ayudar?

Todo lo que recaudamos lo llevamos al noreste cordobés y cuando terminamos ese viaje, tuve que ver cómo recuperarme porque sufrí los saqueos de Córdoba, me entraron al local, me sacaron todo y me fundí. Dos días después a mi vieja le diagnosticaron cáncer de pulmón y murió en menos de un mes.

Todo eso hizo que mi cabeza revolucionara y decidí seguir, no aflojar con esto. Un día sentando en el local, pensando como rehacer mi vida, porque había perdido todo, llegó una mujer con alimentos no perecederos y juguetes, el viaje ya lo habíamos hecho, pero lo recibí y empezamos otra campaña de recolección de alimentos.

“Las redes sociales son muy poderosas, para bien y para mal. Yo tenía 350 amigos en facebook: 250 se drogaban, 50 vendían y 50 jugaban al póker. Ahora tengo 100 mil amigos, pero las utilizo para bien. Así me contacto”, dijo Rodríguez.

¿Qué espacios tiene hoy la Fundación?

Hoy tenemos 99 viajes hechos al norte de Córdoba, donde llevamos camiones de cosas y asistimos a 200 familias, tenemos una sede de la Fundación, tenemos 25 talleres de arte y oficios con trabajos para personas en situaciones vulnerables, jóvenes, madres solteras, padres, adictos, etc.

Tenemos una escuelita de futbol para niños amputados, una escuelita de hockey para nenas, asistimos a 20 merenderos en Córdoba y ya entregamos 190 sillas de ruedas. Cada vez se fue ampliando más el pedido de la gente.

“En octubre de 2013 dejé las drogas completamente, lo blanqueé en casa, mi madre no sabía, mi mujer tampoco y mi vieja vio muchos cambios en mí. Todo lo que hago, lo hago en honor a ella”, comentó.

Juan Pablo Rodríguez: “La necesidad de la gente me llevó a tener que constituir una organización”

¿Qué proyectos hay a futuro?

Ahora estamos armando una colonia de descanso que se llama “Patch Adams” para chicos con cáncer, uno de esos espacios va a llevar el nombre de mi vieja. Estoy buscando referentes en los barrios para extender el proyecto de las escuelitas a todos los barrios de Córdoba y a la provincia.

“Me llamo el papa porque me quería conocer, fui 10 días a roma. Nunca en mi vida pensé que iba a conocer al papa”, dijo Juan.

¿Cómo te manejás porque los pedidos deben ser muchos y todo cuesta?

Me manejo como puedo, intuitivamente, ni siquiera hago números. La experiencia que tengo es la que me dio la vida. Me hago mis tiempos para trabajar en el local, tengo una escuela de tatuadores donde también les enseño un oficio a quienes los necesiten, pero siempre me hago tiempo para estar. Recibimos un dinero del estado, pero es sacar de un lado para poner en otro e iniciar otras actividades.

¿Cómo te ves de acá a unos años?

Me gustaría encontrar una forma de estar en política, no sé si lo voy a poder hacer. Y a la Fundación, de acá a 10 años la veo con mucho trabajo y si hay mucho trabajo es porque hay muchos pobres, si las cosas se hicieran como se tiene que hacer nosotros no existiríamos.

Creo que la estructura y las herramientas están en la política… Podría ayudar mucho desde adentro pero tengo en claro que tengo que aprender mucho.

“La silla de Héctor fue la primera vez que no pude hacerlo yo mismo, podría haber cambiado el día para ir, pero Héctor la necesitaba urgente. Quería conocerlo”, indicó.

“Quisiera decirles a los jóvenes de San Francisco que la vida es una sola, que es corta y que aprendamos a valorar lo que tenemos desde nuestros padres, hijos, esposas, nietos, pasa todo volando y aprendan a elegir. Siempre van a tener dos caminos: el bueno y el malo, se los dice uno que no supo elegir nunca, siempre eligí el camino más fácil y después fue muy difícil volver. Fui bendecido al salir de este camino y pude hacer algo bien de tanto que hice mal, a esos jóvenes decirles que siempre hagan algo por los demás. Tener está buenísimo, pero dar no tiene nombre”, concluyó.