No poder oler o no sentirle el sabor a una comida suele convertirse en algo tedioso que históricamente se pudo haber dado a causa de alergias y resfríos que pueden durar algunos días. Pero, con la llegada del Covid-19 el impacto sobre este sentido en gran parte de los contagiados puede ser un verdadero trastorno.

La disfunción olfato-gustativa es a menudo una de las sintomatologías con que debuta la infección por coronavirus y los investigadores aún estudian su impacto y cuánto puede durar, aunque la mayoría sugiere que es un síntoma común asociado a la puerta de entrada que tiene el virus, atacando directamente el epitelio olfatorio.

Ahora bien, ¿qué es lo que siente aquella persona que lo sufre y cómo debe trabajar para volver a oler normalmente? Para aquellos donde la afección fue muy grave el camino para la recuperación puede estar plagado de espinas, pero no necesariamente sentirá el aroma de las rosas. Al menos en el inicio del tratamiento.

Fernando Zorzi (MP. 24.288 / ME. 10610), médico otorrinolaringólogo sanfrancisqueño y actualmente jefe del servicio de Otorrinolaringología del Nuevo Hospital San Roque en Córdoba (ahora trasladados al hospital Elpidio Torres), trabajó activamente como jefe de guardia de covid tratando a los pacientes infectados y ahora realiza un trabajo con aquellos que dejaron atrás la enfermedad -con su equipo de especialistas- estudiando los efectos posteriores: en particular la secuela olfativa llamada anosmia que implica la pérdida total del olfato.

- Perder el olfato por mucho tiempo debe ser engorroso. ¿Le sucede a la mayoría de los contagiados de Covid?

- De acuerdo a nuestra experiencia, el 50 por ciento de los contagiados con Covid tiene pérdida de olfato. Es algo que genera angustia, desesperación, porque el paciente entra en un cuadro de ansiedad y depresión en muchas oportunidades. Es un sentido que se valora realmente cuando se pierde, como pasa con muchas otras cosas de la vida. Es un sentido primario, de alerta, las personas pierden la capacidad de advertir una situación compleja como no poder oler el humo o el gas y puede ser peligroso.

- ¿Cómo se da el impacto del coronavirus en este sentido que –sostiene- muchas veces es subestimado?

- En la nariz existen dos epitelios, dos zonas que se encargan de diferentes funciones: el respiratorio y el olfatorio. Este último está ubicado en el techo de la fosa nasal, se contacta con el cerebro a través de una especie de rejilla llamada lámina cribosa del etmoides, que es un hueso que comunica la nariz con la base del cráneo. Entonces, la entrada de una sensación olfativa es recibida por células ubicadas en esta zona constituyendo la primera neurona, la cual transmite la información al cerebro, a una zona que se llama bulbo olfatorio. De esta manera, cuando ingresa ese estimulo es recibido por estas células nasales y ellas trasmiten esa información. Cuando un agente externo agresivo como el virus del Covid penetra en el epitelio olfatorio provoca una reacción inflamatoria alterando la función celular, al punto de que estas dejan de funcionar y se genera la pérdida olfativa.

- ¿Y la pérdida olfativa cómo se presenta?

- Se da de forma brusca, quien lo sufre se acuerda el momento en que pierde el olfato. Esto se denomina anosmia. A raíz de este proceso inflamatorio se dañan estas células y comienzan a crecer otras que se denominan células madres, que reemplazan a las dañadas. En el proceso de crecimiento, de aprendizaje, estas células jóvenes reciben estímulos olfatorios y muchas veces los transmiten de forma distorsionada y la información llega por lugares erróneos, dando al paciente la sensación de olores erráticos, raros y muchas veces fétidos, por ejemplo, olores podridos en los alimentos. Estos trastornos del olfato se denominan disosmias.

“La idea es que el paciente asocie los olores con los recuerdos y busque en su memoria”

- ¿Pasar de no oler nada a oler otra cosa distinta significa un avance o un retroceso en la recuperación?

- Es un avance porque significa que comienzan a recuperar el olfato. Las células madres están empezando a interpretar el estímulo olfativo, están aprendiendo, llevan información distorsionada pero empiezan a funcionar. Lo que sí ocurre es que el paciente llega a la consulta más angustiado que cuando no tenía olfato, hasta el punto de que muchos pierden el apetito al encontrarle sabores desagradables a los alimentos y muchas veces le sienten feo gusto hasta al agua. Es muy importante explicarles que el espectro de olores está en su memoria y van a aparecer de a poco.

- ¿Qué tipo de tratamiento se utiliza en estos casos?

- En la fase aguda, cuando el paciente llega a la consulta en primera instancia se utilizan corticoides. Posteriormente realizamos un tratamiento con antioxidantes que dan muy buenos resultados, entre otros el ácido tióctico; también usamos la fitoterapia con el té verde, rojo, las semillas de girasol, de chía; un tratamiento de forma prolongada con complejos vitamínicos B, E, C. Después existe una terapia que se denomina olfatometría, que consiste en una práctica que el paciente realiza en su casa. Se realiza un ejercicio de olfacción ya que debe oler una fragancia, por ejemplo la menta, y deben hacerlo tratando de recordar ese olor, apelando a la memoria olfativa. Una vez que el paciente empieza a incorporar y a encontrar el olor de esa sustancia pasamos a otros olores como el limón. Lo importante es que el paciente pueda reencontrarse con ese lugar de olores guardados en su memoria.

- ¿En cuánto tiempo se puede recuperar el olfato?

Es una pregunta difícil de contestar. Todos los pacientes reaccionan de maneras diferentes, algunos se recuperan en una semana, otros en un mes, otros todavía no lo logran. Lo importante es que la gente sepa que hay un camino para recuperar el olfato. Es encontrar la manera como les digo a mis pacientes, es un trabajo diario, en equipo, y tarde o temprano volverán las fragancias que se fueron.