Lucrecia Brunis, socióloga y docente universitaria en CRES San Francisco, destacó en diálogo con El Periódico que los hechos de violencia urbana en la actualidad deben ser enmarcados en un momento de mucho malestar social que es producto de varios factores, entre ellos la compleja situación económica y laboral que se vive en nuestro país. También, los efectos de la pandemia, de la que aún no hemos salido del todo, tienen relevancia.

“En momentos de fuerte crisis económica, de empobrecimiento paulatino de la población, la violencia aparece siempre como un síntoma que nos habla del malestar que vive la gente para afrontar las dificultades de la vida cotidiana”, explicó.

- ¿La pandemia de la que aún no hemos salido también tiene impacto o es uno de los factores que pueden desencadenar este tipo de violencia?

- Respecto de la pandemia, todos de alguna u otra manera hemos sido afectados, dejando secuelas a nivel de pérdida de seres queridos, carencias materiales o de fuentes de trabajo. También las transformaciones en nuestras costumbres cotidianas: los cambios en las formas de trabajar o estudiar, por ejemplo; el encierro, los límites y regulaciones del contacto, la falta de socialización. Estos efectos tienen consecuencias en las identidades y subjetividades de las personas y los grupos. Lo que los especialistas de la salud mental y también de las Ciencias Sociales vemos es que se registran muchas dificultades para expresar y resolver estos efectos: el miedo, la incertidumbre, la ansiedad, la desprotección de las instituciones, entre otros.

- Todo termina generando una especie de combo.

- Esto puede traducirse en un malestar que es caldo de cultivo para la violencia, que no solo observamos en las peleas callejeras o entre jóvenes, también en otros ámbitos sociales donde el maltrato se constituye en formas habituales en las que se desarrollan las relaciones sociales. Por ejemplo, los índices de violencia intrafamiliar y doméstica se incrementaron fuertemente desde la pandemia. Todos estos factores se recrudecen e incrementan frente a las situaciones de crisis o de emergencia, y la incertidumbre y el desamparo parecen ser moneda corriente.

- ¿Cómo se debería actuar en este escenario? ¿Quiénes deberían intervenir en la búsqueda de una solución a este problema?

- Al tratarse de problemas multicausales los generadores de este tipo de hechos también serán múltiples las acciones posibles para prevenirlos o atenuar sus efectos negativos. El lugar del Estado será clave, no solo desde el ámbito policial y judicial para la resolución de los casos particulares y que los hechos no queden impunes o sean desatendidos desde las autoridades; será importante también que otras áreas del mismo trabajen en la contención del malestar social y las situaciones que las generan. La pobreza, la desigualdad social, el consumo problemático de sustancias, la falta de trabajo, los efectos negativos de la pandemia sobre la subjetividad de las personas son problemáticas que deben ser atendidas por diferentes agentes del Estado, desde aquel más cercano al ciudadano, hasta quienes tienen responsabilidades en los más altos cargos de gobierno.

- ¿Al margen de un gobierno puntual es clave el compromiso de otros sectores?

- Para los casos a los que nos referimos en esta ocasión, siempre será clave el rol de quienes estamos vinculados a la población adolescente y joven: desde las escuelas, los clubes e instituciones deportivas, las familias mismas, el sector privado vinculado a actividades recreativas y de entretenimiento para jóvenes, las instituciones de la salud, etcétera. No podemos desatender como adultos nuestra responsabilidad de velar por su bienestar y cuidado y sobre todo de atender las situaciones que desencadenan la violencia.

- ¿Se puede hablar de un aumento de la violencia urbana?

- Argentina y los países del Cono Sur están entre los que tienen los niveles más bajos de homicidios cada 100.000 habitantes en el continente. Incluso ese porcentaje viene descendiendo desde 2014, por lo que estadísticamente no podemos hablar de un incremento de los mismos, aunque muchas veces nos parezca lo contrario por lo que solemos ver a través de los medios de comunicación. Por otro lado, en nuestro país no se dan los fenómenos sociales de violencia grave vinculados al crimen organizado como en otros países de América, como Colombia, Brasil, México o El Salvador. Igualmente es importante distinguir las situaciones de violencia en contextos de actividades delictivas y robos de la generada entre “barras” de jóvenes, por ejemplo, a la salida de boliches, como los casos a los que nos estamos refiriendo. En estos contextos se dan situaciones favorecidas por un entorno en donde hay consumo de sustancias que funcionan como desinhibidores de la conducta como alcohol y drogas. En ese marco se “resuelven” problemas entre grupos, que suelen ser prácticas habituales, y no responden solo a este momento actual.

Violencia urbana: alertan por la gravedad de los casos en San Francisco