La vajilla antigua y la cristalería son objetos llenos de historia cada vez más escasos en la actualidad de los hogares. Sin embargo, estas piezas únicas son muy requeridas por aficionados y coleccionistas como Diego Canello (55), un docente jubilado de Historia cuya pasión por estos objetos se remonta a los recuerdos de su infancia. Y lo que comenzó como una simple reminiscencia se convirtió en una pasión. Aunque no se considera un coleccionista en el sentido estricto, para él se trata de un hobby profundo y significativo.

Desde hace años ha acaparado una impresionante colección que distribuye en su casa y en dos habitaciones de otra vivienda, que alquila a medias con una comerciante de antigüedades.

Su fascinación por estas piezas únicas tiene su origen en los recuerdos de su abuela y tías abuelas. Para el hombre, cada pieza cuenta una historia y esto lo atrajo aún más en la idea de preservar esos recuerdos y descubrir más sobre su origen y fabricación.

En diálogo con El Periódico, Diego reconoce: “Me gustan mucho las antigüedades, pero dentro de ellas hay un abanico grandísimo. Y me fui aficionando a determinadas cosas como la vajilla y la cristalería. Las veía en casa de los abuelos, pero cuando sos joven es algo más de lo cotidiano. Con el paso del tiempo vas tomándole cariño y te traen recuerdos”.

Oriundo de Porteña, Diego asegura que ingresó de lleno al mundo de la colección por los remates que se realizaban en San Francisco. “Compré unos platos de adorno porque eran parecidos a los que estaban en la casa de mi abuela Elena y así empecé. En un momento me transformé casi en acumulador compulsivo, hasta que mi señora dijo ‘hasta acá llegamos’, entonces hice una selección y me circunscribí a todo lo que es la vajilla importada, sobre todo inglesa, de loza, porcelana y también en cristalería”, detalla.

A su vez, admite: “Cuando uno recién empieza compra cualquier cosa, literalmente, hasta que vas aprendiendo qué es lo que realmente tiene valor y cuál es la diferencia entre una pieza y la otra”.

Vajilla antigua: el tesoro de las abuelas que maravilla a Diego Canello

Dos habitaciones “delicadas”

En las habitaciones que alquila -sin contar las cajas que posee en su casa-, Diego ordenó en diferentes muebles una amplia cantidad de piezas: juegos de platos de loza y porcelana inglesa -también tiene francesas, belgas, españolas y de origen nacional-, platos decorativos para pared, teteras, salseras, cafeteras y tazas. En otro espacio, la cristalería, en la que se destaca una asombrosa colección de “Carnival Glass”, potiches, floreros, licoreras, copas y hasta una lujosa ponchera.

“Lo que más me gusta son las teteras, son las que más cantidad tengo de estilos artísticos de diferentes épocas”, cuenta.

Mientras saca y muestra con sumo cuidado cada una de las piezas exhibidas, sin perder su calidad pedagógica se refiere con ánimo a las distintas firmas fabricantes, algunos artistas que las han intervenido, períodos históricos de arte, las formas de cocción y los materiales que se utilizaron para cada objeto, alguno de los cuales tienen 100 años de antigüedad.

“He adquirido juegos de plato o copas que los tenían familias y prácticamente no se han usado”, dice.

En este sentido, explica la gran dificultad que tienen los coleccionistas para conseguir sus piezas: “La gran mayoría de las veces los juegos completos no se consiguen. Esto porque cuando se dividían los bienes, dividían todo el juego. Otro se quedaba con la tetera, otro con la cafetera y así las piezas andan diseminadas”, comenta con una sonrisa.

Canello aclara que los compradores avezados de este tipo de obras no solo lo hacen por “la vista sino también por el tacto”. En este sentido, explica que es importante tocar los bordes de cada elemento que, en caso de tener algún defecto, “te salta enseguida en la mano”.

Vajilla antigua: el tesoro de las abuelas que maravilla a Diego Canello

“Límites necesarios”

Es delgada la línea que separa a un coleccionista de un acumulador compulsivo y Diego admite que estuvo cerca de traspasarla, pero pudo contenerse gracias a la intervención de su esposa Lorena.

“Es uno de los problemas que tenemos los acumuladores, gracias a nuestras esposas dejamos de acumular o por lo menos nos frenamos -comenta con una sonrisa cómplice-. La acumulación tiene un límite y aprender a desprenderme de cosas que considero valiosas, también es un aprendizaje. Hay que entender que en una familia no todos tienen la misma mirada y cada uno necesita sus espacios”.

Entonces, desliza para dar a entender la cantidad de piezas estimativas con las que cuenta: “Para darte una idea, un juego completo de vajilla implica 24 platos playos, 12 platos hondos, 12 platos de postre, 12 tazas de té y de 12 de café; tetera, cafetera, azucarera, lechera, posa torta y por lo menos cinco bandejas de diferentes tamaños. Estamos hablando generalmente de más de 100 piezas para considerar un juego completo, en la actualidad no estamos acostumbrados en nuestras casas a tener esa cantidad de piezas. Tengo un juego completo original inglés, prácticamente sin uso y después otros 12 más modernos”, enumera.

Además, suma más de 150 teteras de distintos modelos y estilos, juegos de copas completos, unos 70 y suspira: “Juegos incompletos o piezas individuales, no sabría decirte, es innumerable”.

Por ello es que insiste: “Uno tiene que tener un límite, hay gente que lo logra y otra que no, yo estoy en ese camino. Estoy en un proceso de acomodar, ordenar, catalogar y fotografiar más que nada para cuando me desprenda de algunas piezas”. Y se define de la siguiente manera: “No me considero un coleccionista, para mí es un hobby, pero un hobby que tiene que ser controlado”.

Vajilla antigua: el tesoro de las abuelas que maravilla a Diego Canello

Del shock al refugio con sus tesoros

En el año 2016, la vida de Diego dio un giro inesperado cuando le detectaron un tumor cerebral. Aunque la noticia fue shockeante, el gran acompañamiento de su familia y amigos, y también su hobby, le brindaron un refugio en medio de la adversidad.

Recuerda que en diciembre de aquel año, un día antes de la Navidad, le confirmaron el diagnóstico de su enfermedad: un meningioma cerebral de dos centímetros.

Mientras se sometía a tratamientos y se recuperaba de una cirugía, encontró consuelo y una forma de “despejar la mente” en su vasta colección.

Pasaba horas investigando, clasificando y estudiando cada una de las piezas que poseía, y así mantener viva su pasión. El tumor le afectó gran parte del nervio auditivo y lo obligó a una jubilación anticipada por enfermedad. “Perdí casi toda la audición del oído derecho, pero fue un costo regalado ante lo que viví”, manifiesta.

“Los doctores siempre me decían que buscara algo que me entretenga y que haga con gusto, no por obligación. Entonces estar acá con mis cosas no me afecta. Voy, vengo, busco, examino, investigo. Todo esto hace que me motive, que me mantenga activo”, subraya.

Es por este motivo que Canello se encuentra en pleno proceso de catalogar su enorme colección para colocarlos en muebles de estilo provenzal y exhibirlos en su hogar: “Quedarme realmente con lo que atesoro y algunas cosas a usar, porque de hecho usamos en casa alguna vajilla”. 

Diego es un testimonio viviente de cómo una pasión puede trascender las adversidades y convertirse en un legado duradero. Su historia nos anima a seguir nuestras propias pasiones y a encontrar consuelo y significado en las actividades que amamos.

Vajilla antigua: el tesoro de las abuelas que maravilla a Diego Canello

Piezas predilectas

Entre sus piezas de cristalería, Canello guarda especial afecto sobre varios juegos de copas y botellas denominadas “Carnival glass”.

Se trata de un vidrio moldeado o prensado al que se le ha aplicado un brillo superficial iridiscente, que comenzó a producirse en Estados Unidos en la década de 1920. “Como tenía un precio relativamente elevado no se vendió mucho y después vino la depresión de 1929 y las fábricas quedaron con gran stock. Entonces, esa producción de copas y botellas se los vendían a los parques de diversiones, las ferias y se entregaban como regalo o premio”, explica el docente.

Y prosigue: “En el país ingresó en la década del ’30 y su brillo iridiscente hace que no se vea del mismo color según se mueva la pieza. Las de color anaranjado, son las más comunes, pero también hay de color azul y el rojo es mucha más difícil de encontrar. Acá era común regalarlos en los casamientos, sus seis copitas con su licorera”.

Algunos de los objetos de estilo "Carnival glass"
Algunos de los objetos de estilo "Carnival glass"