Un cartel pegado en la pared de una escuela contaba una historia increíble y llena de amor. El papá de Maxi relataba con sus propias palabras que su hijo de tan sólo cinco años padece TGD (Trastorno Generalizado de Desarrollo no especificado)–Espectro Autista y que para seguir con un tratamiento necesitaba de personas voluntarias que estén dispuesta a interactuar y compartir una hora de juego con el pequeño. El papá pedía a desconocidos tomarse un ratito de su tiempo y los invitaba a “jugar con su hijo” para ayudarlo a relacionarse con los demás.

Las llamadas no se demoraron y muchos se acercaron para continuar con esta terapia poco convencional, pero que por sus resultados cada vez tiene más adeptos en todas partes del mundo.

Ayuda en casa

Marcela Ruatta, mamá de Maxi, contó a El Periódico que este método se llama “Som-Rise” y que fue creado en 1974 en Estados Unidos por una familia cuyo hijo fue diagnosticado con autismo severo. Los padres del niño desoyeron algunos consejos médicos y decidieron demostrarle a su hijo todo el amor que le tenían ayudándolo ellos mismos. Mediante  el “joining” (unión) comenzaron a unirse a las conductas exclusivas y repetitivas de su hijo con el objetivo de llamar la atención del niño y lograr un puente yendo ellos a “su mundo” en vez de pedirle a él que se adapte al suyo. Poco a poco más personas comenzaron a interactuar con el pequeño y lentamente logró conectarse con cada uno de ellos. Hoy no sólo está totalmente recuperado de su condición, además está graduado en una universidad en Bioética.

El método implementado por esta familia recorrió distintos países y fue la alternativa que eligieron los papás de Maxi. “Le diagnosticaron la enfermedad a los dos años y nueve meses. Al principio fue difícil y como mamá, desesperada, empecé a buscar que había para tratarlo”, recordó Marcela. “En las terapias convencionales había cosas que nos cerraban, como la participación de los padres, que quedaban afuera y por eso buscamos algo alternativo o nuevo para abordarlo”, apuntó.

Para todos

Para Marcela una de las “virtudes” de este método es que es para todos y muy accesible. Tampoco se necesita dinero para llevarlo a cabo sino de personas solidarias dispuestas a brindar su tiempo.

Para aplicar el programa se necesita un ambiente sin distracciones. Muchas familias acondicionan un cuarto de la casa, el cual debe tener los menos estímulos posibles para facilitar la interacción y el aprendizaje. A este lugar se les llama playroom (sala de juegos) y es allí donde los padres, familiares y voluntarios jugarán con el niño buscando la interacción.

Marcela comentó que este método se respeta la voluntad del niño y que no tratar de adaptarlo a pautas específicas. “Cada persona le aporta algo distinto a Maxi. A nosotros nos interesa que se establezca un vínculo entre ellos para que nuestro hijo sienta que es bueno relacionarse con otras personas”, precisó.

Resultados

Para estos padres los resultados hasta ahora son altamente positivos y confían que podrá ir mejorando en varios aspectos. “Estamos muy felices porque cuando llega una persona a mi casa Maxi la busca y la lleva a a jugar. Él sabe que es bueno relacionarse con otras personas porque son divertidas”, concluyó.